MARTES, 26 DE NOV

Quiénes somos: «Cumbia, una forma de sentir»

La cumbia, en sus diferentes momentos y evoluciones, no sólo comprendió los movimientos sociales de las masas, sino que elevó el sentimiento cultural y el sentido de pertenencia de las diferentes comunidades. Un repaso histórico por la llegada del género a la Argentina y una entrevista con Lucho Rombolá, en esta nota especial para el #7 de 70/30.

Por Federico Morel – 70/30

Aquellos ritmos del alma que vienen con el río

Desde la Patagonia hasta el norte de México, existe un género musical que es escuchado actualmente por más de 500 millones de personas y aún, a pesar de diferentes análisis, es muy complejo determinar a qué se debe este fenómeno. Lo que sí se sabe es que su sonoridad y su estética tropical moviliza una fibra emocional y sensible en el ser humano que invita al baile y al goce. Este género es la cumbia.

Este música tan escuchada data su origen en el Caribe colombiano, allá por mediados del siglo XIX, donde la gran influencia de los esclavos africanos y sus tambores, junto a los sonidos de gaitas de los conquistadores, se mezclaron en un sonido festivo y criollo que dieron por resultado el amanecer de la cumbia. Algunos investigadores dicen que nació sobre la costa de Cartagena, otros aseveran que fue en Barranquilla, pero lo que es seguro que el mar colombiano fue testigo de su aparición.

Desde ahí, fueron canales poco convencionales por los que el sonido tropical fue expandiéndose hacia toda Latinoamérica. La cumbia viajó en carreta, en canoa, en mula, a pie, pero siempre a donde llegó uno de sus cánticos, ella se quedó y se adaptó a los instrumentos de cada región. La versatilidad del género como particularidad musical.

Es así como, hoy en día, la cumbia se escucha en cada país de América Latina, con sus respectivos sonidos, su impronta propia del lugar y hasta el desarrollo de su propia idiosincrasia, con lo que podemos decir que es un género rítmico y melódico que buscó su propia evolución hasta llegar a ser una identificación de la cultura popular de los pueblos.

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Argentina y su cumbiamba

El sonido tropical, propiamente dicho, comienza a vibrar en los tímpanos de los argentinos en el año 1955 con Los Wawancó, que si bien no eran una formación propiamente cumbiera, luego de su material discográfico grabado en el año 59′ comenzaron a introducir a su repertorio cumbias que fueron disparadores para el colectivo popular, y que se empezaron a escuchar en las primeras bailantas del país.

Sin embargo, no es hasta el 64′ que explota el fenómeno de la mano de Cuarteto Imperial, esa formación que introdujo el acordeón y en donde se produce el boom de esa cadencia tropical que recorrió todo el país, con temas que fueron hits como “Caramelo santo” y “Adiós, adiós corazón”. Desde ese momento, la cumbia en Argentina tomó relevancia y se posicionó como género musical del propio folklore cultural del país, y nunca dejó de avanzar y conquistar tanto nuevos sectores sociales como corazones de aquellos que aman el jolgorio y el baile.

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La década de los 70′ fue una etapa de expansión en Argentina para la cumbia. Allí comienzan a nacer agrupaciones en casi todas las provincias: a saber, Koli Arce aparece en Santiago del Estero con Los Pescadores de Colombia; en Santa Fe nacen Los Palmeras y Los Cumbiambas; surgen en Salta Los Lirios Colombianos. La mayoría de las bandas eligen nombres que tienen que ver directamente con el país cafetero, en una clara búsqueda de su propia personalidad, pero con la influencia de la raíz tropical.

La década siguiente estuvo caracterizada por un proceso de migración interna, donde la gente de las provincias comenzó a llegar a la Capital y con ellos también la música particular de cada región. Es recién ahí cuando los empresarios de la noche comenzaron a armar diferentes bailes y boliches, dependiendo de las comunidades que se conformaran en los distintos barrios porteños.

Con todo encaminado, ya en los 90′ la movida tropical tuvo su esplendor. Un importante lector de la historia de la cumbia en Argentina es Lucho Rombolá, periodista y conductor del programa radial Cumbia de la Pura, quien en dialogo con 70/30 ayudó a comprender la explosión de la música tropical en esta etapa.

“En los 90′ se industrializó, se disparó y empezó a generar junto a una economía que te hacía creer que se podía apostar por grupos, porque eran una máquina de facturar. Estaban Magenta, Leader Music y algunos sellos satélites como DBN. Había una industria que apostaba, que promovía, que tenía los canales de televisión, que tenía presupuesto para armar grupos, para tomar demos, para bancar horas en el estudio de grabación”, comenzó contando Rombolá.

En aquellos momentos en donde un peso valía un dólar, los discos se vendían y la gente consumía en cantidades, por lo que las industrias recolectaban dinero. No obstante, Rombolá asegura que no cree que el movimiento de la cumbia en los 90′ haya sido “gracias al menemismo”, pero sí que “el contexto económico lo permitió”, además de no solamente la migración interna, sino también externa.

“Los peruanos, bolivianos y paraguayos también trajeron nuevos ritmos y nuevos músicos a formar bandas de cumbia. Por ejemplo, nació grupo Karicia, que fue un revolución en la movida tropical, o la mano peruana del productor de Gilda con guitarra y trompetas”, continuó el especialista en el género.

Al ser consultado sobre cómo era este mercado de la cumbia, el periodista explicó: “La década del 90′ fue la época de oro de la movida tropical, porque la economía del contexto tecnológico permitía que se produjeran muchos grupos y que se vendieran muchos discos. Entonces, en ese mercado que era cada vez más floreciente, aparecían muchos sonidos, mucha experimentación y productos con perfiles distintos. Si había algo que caracterizaba a la movida tropical noventera era que ningún grupo se parecía a otro. Algo que hoy no pasa. Todas las bandas suenan igual”.

En el año 2001, la cumbia villera tomó las riendas de la industria creando un lenguaje propio. Rombolá aseguró que ese tipo de cumbia fue como tal “un discurso que generaron los productores para generar fascinación y la reacción del progresismo”, ya que lo que ocurrió con su lanzamiento, al tener “un lenguaje explícito, directo y barrial” y “una mirada de supuesta denuncia social”, generó por un lado “la bronca y el descontento de la clase alta”, y por otro “la defensa a como dé lugar de los sectores progresistas, el peronismo, e incluso la izquierda”.

Sin embargo, aseguró que “cuando se utiliza como industria de la diversión ese discurso de cumbia villera que denuncia”, en realidad “se cae”.

“Cuando nos ponemos a mirar de cerca el género, nos encontramos que todas esas cumbias fueron compuestas por un empresario en un escritorio de terciopelo. Todas las cumbias que llamaron al delito y que tienen letras de disconformidad política, fueron compuestas por empresarios”, criticó, para luego asegurar que “después sí hay cumbias reales villeras que fueron compuestas por artistas y son las primeras”.

Así, la cumbia en sus diferentes momentos y evoluciones, no sólo comprendió los movimientos sociales de las masas, sino que elevó el sentimiento cultural y el sentido de pertenencia de las diferentes comunidades, llegando a ser una manera de ver la vida. Una forma de sentir.

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