Por Elisa Soldano – 70/30

Corren tiempos de poesía. Los condenados a callar se apropian de las palabras, alzan la voz y empuñan las plumas. Ante tal acto de rebeldía, sucumben las estructuras de un sistema que castiga encerrando, medica con silencio y excluye a todo lo que amenace con ser distinto. Los poetas se vuelven así capaces de derribar las fronteras entre lo tangible y lo emocional, lo externo e interno, la reclusión y la libertad.

Los escritores de Zona Litoral (ZL) lo saben y, bajo el poder de la palabra escrita, alzan su voz para ser escuchados por instituciones y sociedades que muchas veces permanecen sordas. Este proyecto, surgido en el 2013 en el centro de día Los Amorinis, articula la salud mental y la literatura y busca que el arte sea un camino para que los pacientes recuperen la palabra.

Coordinado por psicoanalistas, el taller facilitó un acercamiento entre personas con algún padecimiento de salud mental, la lectura y la escritura. Pero cuando hay mucho por expresar, las palabras adquieren fuerza propia y, burlándose del encierro, derriban muros y traspasan los límites impuestos. Tanto es así que en el año 2014, el grupo Zona Litoral decidió publicar la producción de sus escritores en una revista, para que aquellas letras derrumben las paredes del centro de día y puedan ser disfrutadas por la sociedad.

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“Desde la revista número uno decidimos invitar a escritores por fuera de la institución, con el horizonte posible de fusionarnos entre escritores de oficio y nosotros que estábamos laburando dentro de un taller”, explicó la psicoanalista Xilene Agustini a 70/30.

Hasta ese momento el taller transcurría dentro del centro de día, con un horario fijo. “Estar dentro de una sala en un institución era respetar las reglas que había ahí”, dijo Leandro Levi, coordinador del proyecto. Es por este motivo que en el año 2017 los escritores abandonaron la institución y se asentaron de manera independiente -situándose ahora en Programa Andrés, Laprida al 1200-, entendiendo que el “salir afuera” guarda relación con la salud mental ya que permite un trabajo con el lazo social y la recuperación de actos cotidianos.

Al respecto, los coordinadores del grupo notaron que al salir de la institución y dejar de estar sujetos a determinadas normas, había más comunicación entre los escritores cambiando así la dinámica del grupo. De esta manera, los poetas -librados del encierro y de la institucionalidad- dejaron fluir su herramienta más poderosa: la palabra.

Si bien la separación con el centro de día les permitió profundizar sus lazos sociales, también dificultó la publicación de la revista e impactó en la situación económica del grupo, que ya no contaba con los aportes de la institución. Por este motivo, Zona Litoral se sostiene con las contribuciones mensuales que hacen los integrantes del taller, con la venta de revistas y con lo recaudado en festivales que organizan desde el proyecto.

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El grupo se reúne una vez por semana, desde las 10 hasta las 14, y las actividades del taller consisten –mate por medio- en leer textos en voz alta, hablar en conjunto de la lectura e ir visualizando qué puede escribir cada uno en base a ese material.

Si bien los coordinadores del proyecto aclararon que no es un objetivo del taller hacer terapia a través de la poesía, sostuvieron que piensan a la escritura como un acto de tomar la palabra y, en ese punto, consideraron que hay algo que en el encierro no se dice. “El texto poético es algo que uno reconoce porque lo conmueve y puede estar en cualquier lugar y en cualquier persona. La literatura a veces es la vía para crear algo que de otra manera no existiría en el mundo”, agregó Federico Fontana, coordinador del proyecto.

Actualmente ZL está formado por seis escritores y tres psicoanalistas y es pensado como un taller abierto, del que puede participar cualquier persona que lo desee. “Se me rompió una uña, vivo nerviosa, estoy mal. Escribir me gusta, cuando vengo acá me olvido de todo. Me gusta escribir sobre amor pero también sobre otras cosas, como la época cuando era feliz, cuando vivía en mi casa, con mis padres”, contó a 70/30 Ana Pagani, una de las escritoras.

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