Sobre un escenario austero, adornado con una pantalla en cada lateral y el logo de su décimo y último disco de estudio, «Lightning bolt», motivo de la gira mundial que Pearl Jam se encuentra llevando adelante, la banda liderada por Eddie Vedder  embelesó a los espectadores con un show cuya fuerza y empuje estaba puesta dónde debe estar, en la música.

Una vez más, después de los dos recitales en Ferro en 2005, el inolvidable Único de 2010 y el intachable Costanera Sur de 2012, la simpleza en la puesta estética de la presentación y ausencia de las clásicas parafernalias de las que muchos rockeros abusan, la banda dejó en evidencia dónde se encontraba realmente la magia.

Anoche, la Ciudad de las Diagonales fue testigo -por segunda vez- del mismo fenómeno que se genera cada vez que el Indio Solari toca en algún punto de Argentina pero, esta vez, en su versión internacional.

La peregrinación para acudir a la celebración del cuarto de siglo de una de las grandes bandas de grunge, que afortunadamente aún se mantiene en actividad, había comenzado temprano. No obstante, a una hora de que comience el show, el tramo de la autopista Buenos Aires-La Plata que precedía a la entrada de Villa Elisa, se encontraba congestionada. Los autos, que habían formado una tercera fila para agilizar el tráfico, transitaban a paso de hombre al tiempo que teñían la atmósfera de previa recitalera y estéreos a fondo.

El encuentro comenzó en hora, como siempre acostumbran. Los músicos Stone Gossard y Mike McCready en guitarras, Jeff Ament en bajo y contrabajo, Matt Cameron en batería y Vedder irrumpieron entre luces cálidas y ejecutaron, sin mediar palabra con el público, los acordes de «Pendulum», una de las canciones pertenecientes a su último álbum, «Lightning bolt».

La potencia fue incrementando con el paso de las temas, del mismo modo que las luces fueron tornándose más frías. En esa suerte de transición interpretaron «Low light» y «Small town», hasta llegar con brío y sin paz a «Mind your manners», «Evolution» y «All night».

Con un castellano, un poco exigido pero ovacionado por los espectadores, Vedder gritó: «¿Están listos todos?. Yo estoy a punto». Agarró la guitarra eléctrica e integrándose al quinteto, interpretó el clásico «Once», que marcó uno de los puntos más álgidos de la noche, y se continuó con los excelentes «Given to fly» y «Even flow», de su disco debut y más premiado «Ten».

A esta altura de la noche, McCready se colocaba la guitarra sobre sus hombros y deslumbraba a la multitud con un solo extraordinario. La conexión entre los músicos que contaban con la presencia del tecladista Kenneth Gaspar, se traducía en adrenalina; la energía se generaba espontáneamente y se retroalimentaba con la del público. Vedder, completamente empapado de transpiración, dejaba el alma en el escenario, sin pudores ni tapujos.

Luego del vino, tradicional momento en las veladas del cantante, Pearl Jam regresó al presente y materializó «Sirens», una balada de su décimo disco que en vivo cobra un costado más rockero, y dio paso a «Life wasted» y «Grievance». «Vi a una nena, tendría diez años. Estaba vestida de negro y me hizo acordar a mi hija. Agradezco a los padres por haberla traído. Me dio mucha ternura», manifestó Vedder y junto al público entonaron «Daughter».

La banda rindió homenaje a John Lennon e interpretó «Imagine». Las pantallas de los celulares se prendieron pero, entre la modernidad de la era digital, también hubo encendedores que no pasaron desapercibidos. El público daba cuenta de una franja etaria que había sido influida por el grunge que comenzaron a cultivar estos cinco virtuosos de Seattle a principios de los 90.

No era la primera vez que se escuchaba en el cántico de cancha la frase «yo soy Pearl Jam, es un sentimiento, no puedo parar» al unísono por todos los fanáticos. Sin embargo, los músicos -a juzgar por las expresiones en sus rostros- no podían entender lo que estaba ocurriendo o que estuviese pasando otra vez. Y de esa forma, para continuar ganándose el ya consagrado amor de su gente, celebraron a Joey Ramone con una eufórica «I believe in miracles» y a Los Who con «Baba O’Riley», versión en la que Vedder comandó las panderetas al mejor estilo Daltrey.

Entre la larga lista de canciones, más de treinta, que regaló Pearl Jam anoche en el Estadio Único de La Plata, se destacaron las grandiosas «Jeremy», donde la gente se adueñó completamente del estribillo, «Alive», «Black» y «Better man», entre más canciones que, con el tiempo, no pierden el poder de emocionar y erizar la piel con solo cerrar los ojos: un sonido impecable; la profundidad del mensaje; el sentimiento.

«No me fui y ya los extraño. Nos vemos el próximo año», exclamó Vedder y los músicos despidieron el segundo recital de su gira destinada ahora a Latinoamérica, que comenzó en Chile el miércoles pasado y continuará por Brasil, Colombia y México.