Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, la irrepetible experiencia musical que había sobrevolado la escena del rock argentino desde hacía más de dos décadas, brindó el 4 de agosto de 2021 su última función y abrió paso a uno de los más grandes mitos de la escena musical local, que aún perdura y se agranda con relatos de todo aquel que alguna vez fue parte de esa movida o apenas tuvo contacto desde un lugar de público.

Aunque la confirmación oficial de la separación iba a llegar unos meses después, el cierre de la historia palpable del grupo se ubica en aquella noche de agosto, en el estadio mundialista cordobés Mario Alberto Kempes, conocido por entonces como el Chateau.

Hasta allí, el combo liderado por el triunvirato conformado por el guitarrista Skay Beilinson, el cantante Carlos “El Indio” Solari y la mánager “todoterreno” Carmen “La Negra Poli” Castro, había dejado una huella indeleble con los alocados shows de fines de la dictadura y principio de la democracia, el recorrido por el under porteño de los ‘80 y la masividad de estadios en los ‘90.

Con un rock de alto vuelo y una inigualable poética, Los Redondos fueron un espacio de catarsis en años oscuros, amplificador de la voz de una bohemia crítica en los ‘80 y de los jóvenes expulsados por el neoliberalismo en los ‘90.

Estas cuestiones y el camino de la independencia, con la novedad en este caso de ser compatible con la masividad, pusieron al grupo en la mira de los poderes fácticos que, con distintas estrategias -en su mayoría con el respaldo de los discursos hegemónicos emanados desde los medios- intentaron crear una especie de leyenda negra a su alrededor.

La fuerza del arte y de los seguidores que defendieron las banderas del grupo pusieron las cosas en su lugar y, hoy en día, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota es sinónimo de una de las mejores y más originales bandas que dio la historia del rock argentino.

A pedido de Télam, algunos músicos que fueron parte del grupo o participaron en algún momento como invitados, y colaboradores directo evocaron su experiencia al lado de esta mítica alineación.

Al respecto, el músico Tito Fargo detalló: “Mi experiencia con Los Redondos tiene que ver básicamente con mis inicios de manera profesional y, fundamentalmente, lo que destaco es el mecanismo de ser un músico independiente, algo que hasta el día de hoy conservo porque me interesa esa fórmula, mucho más en estos tiempos. Me parece que está bueno seguir defendiendo una postura artística desde ese lugar porque te da una libertad de pensamiento y de concepto de trabajo que desde ningún otro lugar se puede lograr. Yo creo que ese es el aporte mayor, más allá de lo musical, la estética de la independencia me ha dejado el mayor estímulo para que siga haciendo cosas”.

Por su parte, el músico y estrecho colaborador del grupo, Claudio Quartero, indicó: “Más allá de lo que haya dejado en cada uno, a mí me dejó muy claro el concepto de no quedarse en ese punto, sino por el contrario reinventarse constantemente, buscar nuevos desafíos y ser mejor. En aquellos tiempos era superarse día a día en la propuesta. Una vez que se consiguió llamar la atención, no hay que quedarse en la cómoda de recrear la fórmula, que para mí no fue óptima porque creo que apenas llegó a los primeros destellos de claridad y no fue para todos. Para mí fue iniciativa, el empuje a seguir en la búsqueda”.

Finalmente, el compositor Lito Vitale repasó: “Los Redondos cayeron a grabar al estudio que en ese momento estaba asociado al grupo M.I.A, que funcionaba en mi casa familiar. En ese momento yo trabajaba de técnico de grabación y cuando necesitaron un teclado para meter en ‘Superlógico’ me ofrecí a tocarlo y ahí quedé como naturalmente invitado en varios temas más. Después como pegaron muy buena onda también con mi viejo, y los primeros dos o tres discos salieron por un sello alternativo que comandaban mis viejos, quedamos con una relación muy buena. Así construyeron un camino de independencia con la particularidad que no tenía M.I.A. que es que su música se volvió muy popular, un grupo emblema del rock independiente argentino. Fui invitado hasta el disco ‘Último bondi a Finisterre’ y nunca se habló de dinero. Las colaboraciones eran artísticas, humanas y de onda, no existía la contratación profesional. No creo haberles aportado algo sustancial; sí mi entusiasmo y la felicidad de tocar con ellos, que me llamaran y haberla pasado bien. Haber participado de Los Redondos me enorgullece”.

Fuente: Hernani Natale para Télam.