Perfeccionista e introspectivo, a pesar de su reconocimiento mundial, el guitarrista Paco de Lucía era un inconformista: «Casi siempre todo mal», resumió en una entrevista brindada en la Argentina, en 1988.

Pasó una década de la muerte de Paco de Lucía y su influencia transformadora en la música, el flamenco y la mismísima guitarra, es irrefutable

El eximio guitarrista que falleció de un infarto de miocardio en Playa del Carmen, México, el 25 de febrero de 2014, marcó un antes y un después en la historia de la música, y logró universalizar un estilo como el flamenco, al que le imprimió su propia impronta y enseñó una forma de tocar la guitarra que no enseñaba nadie en academia alguna ni figuraba en la descripción de ningún libro pero que aprendió desde niño atrapado por la legendaria oralidad de la música flamenca

«En el flamenco había una concepción de que lo antiguo era lo puro, pero a veces es sólo antiguo. Por eso fui haciendo cosas nuevas», explicó alguna vez el músico al respecto sobre su modo de acercamiento a la música.

Aprendió a tocar en su casa de Algeciras, en Cádiz, gracias a su padre. La guitarra no era un entretenimiento. Su padre Antonio, también guitarrista aficionado, descubrió temprano el talento de su hijo y desde el primer día tuvo un plan para hacer él el mejor guitarrista que haya pisado la tierra.

Paco nació el 21 de diciembre de 1947 en el popular barrio de La Fuensanta. Fue el menor de los cinco hijos de Lucía Gomes Gonçalves, «La Portuguesa», y de Antonio Sánchez Pecino.

Su éxito como guitarrista alteró la forma de interacción en el cante flamenco: los «inmovilistas» consideraban al instrumentista un mero acompañante del cantaor. No aparecían en los créditos y muchas veces tampoco cobraban. Aquello cambió para siempre.

En 1975, Paco actuó en el Teatro Real de Madrid e inició una tanda de conciertos junto a Carlos Santana y a Al Di Meola, en 1977. En 1980 participó también en los conciertos ofrecidos por John McLaughlin y Chick Corea. La riqueza del flamenco era un manantial para aquellos que exploraban sobre las raíces negras de la música estadounidense.

«Siroco» (1987) fue, tal vez su último hito. El aquel tiempo coleccionaba elogios indiscriminados: fue considerado un álbum perfecto.

Se público un disco póstumo, «Canción andaluza».