Enviado especial en La Plata- Us and them. Nosotros y ellos. Así, como la histórica canción de Pink Floyd, del aún más histórico disco The Dark Side of the Moon (1973), se llama la gira mundial que trajo una vez más a la Argentina al inmenso Roger Waters, seis años después de marcar un hito con sus nueve River Plate.

Nosotros y ellos. Up and down. Black and blue. Divisiones. Lo que en Argentina se ha puesto de moda calificar de ‘grieta’ al referirse a las diferencias políticas, es algo mundial e inherente a las diferencias de los partidos nacionales. Es una grieta humana. Una barrera que durante su show de más de dos horas Waters traza entre un “ellos” del que forman parte los neo-fascistas, los “cerdos”, los profetas del odio, los Trump, los hacedores de guerras, los discriminadores, los dictadores, los genocidas, los pro-armas, los concentradores de capital y poder, la Iglesia en su rol de complicidad con el Estado y los contaminadores, entre otros, y un “nosotros” en donde él se posiciona y que tiene una única y clara consigna: resistir.

“Haven’t you heard it’s a battle of words? The poster bearer cried…”

En Argentina, el público en su mayoría se posicionó junto a Roger del lado del “nosotros”, pero en Brasil, cuando en su intermedio previo a interpretar “Dogs” y “Pigs (three different ones)” (del disco de Pink Floyd Animals, de 1977) calificó a Jair Bolsonaro de neo-fascista y adhirió a la consigna “#EleNão”, en la previa de las decisivas elecciones presidenciales, la gente se dividió en abucheos y aplausos por igual. Un adelanto de lo que iba a ser aquel desenlace. Una muestra de la actual sociedad brasileña. Un reflejo de la creciente ola de derechas que ensombrece Latinoamérica país por país.

Con referencias a la lucha de los pueblos originarios, de las madres de los fallecidos y desaparecidos en Malvinas y en la dictadura, y un llamado a la memoria, junto con un mensaje a una reflexión global y a una resistencia de acciones individuales concretas, el espectáculo de Roger Waters resulta una pieza fundamental en un contexto nacional y mundial sacudido por la incertidumbre y por las nuevas viejas tendencias.

“Listen son, said the man with the gun, there’s room for you inside…”

Ante un estadio Ciudad de La Plata colmado, el músico de 75 años montó un show imponente, con sonido cuadrafónico y una puesta en escena de características únicas en el mundo. Así como en 2012 había maravillado a los argentinos con los efectos y la escenografía montada para The Wall, este recital no fue la excepción.

Al igual que con la lista de temas, el espectáculo visual de Waters, marcado por una colosal pantalla de unos 80 metros, atravesó muchas de las etapas de Pink Floyd: desde la recreación de la Central Eléctrica de Battersea, protagonista en la tapa del disco Animals (1977) hasta una representación con lásers de la pirámide y la luna de The Dark Side of the Moon, siempre con imágenes que reflejan las principales problemáticas mundiales que busca mostrar el bajista en sus shows para alertarnos, como guerras, desigualdad, contaminación y pobreza.

“And who’ll deny it’s what the fighting’s all about?…”

El comienzo de la música llegó sobre las 20, con la actuación del grupo Puel Kona, de la Lof Newen Mapu de Neuquén, portadores de un sonido que combinó instrumentos típicos junto a ritmos como el ska-rock y el reggae, con letras en donde se mezclan el idioma mapuche (existen unos diez idiomas de pueblos originarios) con el español.

La naturaleza no necesita que la cuidemos, sino que dejemos de destruirla. Basta de megaminería, basta de fracking”, dijo Lefxaru Nawel, guitarra y voz, a un estadio que empezó dubitativo y terminó ovacionando a los músicos en cada tema e intervención. Con la palabra en su poder, también invitó a los “hermanos originarios” a que “se acerquen y no renieguen de sí” y agradeció a Roger Waters por invitarlos en un momento en donde “se están diciendo muchas mentiras del pueblo mapuche”.

El futuro se construye con verdad y justicia. Pedimos justicia por Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Los pueblos originarios no somos el problema, somos parte de la solución para un mundo mejor”, continuó Nawel. Luego de interpretar seis canciones, cuyas letras van desde su orgullo mapuche hasta la relación entre su lucha y el pueblo palestino (con un trazado transversal por la palabra clave de la noche: resistencia), se retiraron aplaudidos por un público que se quedó pidiendo “una más”.

“Down and out. It can be helped but there’s a lot of it about…”

Antes de que Waters abriera el show con los estremecedores “Speak to me / Breathe” (The Dark Side of the Moon, 1973), las gigantescas pantallas del estadio reprodujeron el videoclip de la canción “The Child Will Fly Away”, que el ex Pink Floyd grabó en Argentina en 2008 con el inolvidable Gustavo Cerati, además de otros enormes músicos como Eric Clapton, Pedro Aznar y Shakira.

El recorrido del músico comenzó con gran parte del disco de 1973, considerado uno de los mejores en la historia de la música y una pieza icónica en el rock progresivo. Luego de «One of These Days«, (Meddle, 1971), sonaron «Time» y «The Great Gig in the Sky«, para así pasar al clásico “Welcome to the Machine” (Wish You Were Here, 1975) y, con el público extasiado, dar inicio a una seguidilla de temas solistas, con un sonido cercano al Floyd de los 80’ y letras políticamente fuertes: “Déjà Vu”, «The Last Refugee» y “Picture That” (Is This The Life We Really Want?, 2017).

La imagen del sufrimiento; de la cara más cruel del terror; de las guerras, de los que lo perdieron todo, de los niños rodeados de bombas y balas; de la pobreza y de la contaminación; se fundían y se fusionaban con la estética de las distintas etapas floyderas y el envolvente sonido montado.

Llegó el momento de los primeros grandes hits de la noche, con una emotiva presentación de “Wish You Were Here” (del disco homónimo) para luego empezar el recorrido por The Wall (1979) con «The Happiest Days of Our Lives» y uno de los temas más reconocidos de la historia: “Another Brick In The Wall” (Partes 2 y 3), que contó con una deslumbrante puesta en escena y un coro de niños de Buenos Aires, que ingresaron disfrazados como rehenes con la cabeza tapada y en el transcurso del tema fueron empoderándose, puño en alto, hasta terminar enseñando unas remeras con la palabra “Resist”.

En el primer intervalo del recital, de aproximadamente media hora de duración, la colosal pantalla montada fue reproduciendo distintas frases, siempre encabezadas con aquella misma palabra que los chicos portaban en letras rojas sobre sus remeras negras. Allí, luego de cantar en contra del presidente Mauricio Macri, el público fue aplaudiendo con mayor y menor intensidad con cada uno de los llamados de resistencia que compartió el músico, para volver a lo grande con el tema “Dogs” (Animals, 1977).

En ese momento, por detrás de la megapantalla comenzaron a erigirse las torres de la Central Eléctrica de Battersea, mientras el característico cerdo que Waters utiliza en sus recitales se inflaba presto a recorrer de punta a punta el campo a lo ancho, con el lema “Stay humans / Sean humanos”. Esa, además, fue la antesala para “Pigs (Three different ones)” (Animals, 1977), donde el músico y la banda se calzaron máscaras de puercos, teatralizando un brindis con champagne.

Big man! Pig man! Ha ha, charade you are!” (¡Gran hombre! ¡Hombre cerdo! ¡Ja ja, éres una farsa!). Mientras las primeras estrofas de la canción sonaban, las pantallas mostraban a un Donald Trump feroz y ridiculizado a cada extremo, con un Roger gigante en el medio burlándolo. La crítica más directa que vio la noche de La Plata, testigo también de cómo un tema con 41 años de antigüedad no sólo sigue vigente, sino que se resignifica constantemente.

Pigs rules the world”… “Fuck the pigs”, rezaban unos carteles que Waters iba levantando a medida que la canción de más de once minutos continuaba su curso, finalizando con la frase a pantalla completa “Trump es un cerdo”.

Como no podía ser de otra manera, en la lista siguió “Money” (The Dark Side of the Moon, 1973), que además del actual mandatario estadounidense mostró imágenes de otros líderes mundiales como Vladimir Putin, Mariano Rajoy, George Bush, Benjamin Netanyahu o Silvio Berlusconi, entre muchos otros.

Continuó “Us and Them” (The Dark Side of the Moon, 1973), el tema compuesto por él y Rick Wright que da nombre a la gira, seguido del solista “Smell The Roses” (Is This The Life We Really Want?, 2017), y de “Brain Damage” y “Eclipse” (The Dark Side…). Con este último, un juego de lásers formaron por sobre el público ubicado en el campo vip la pirámide con el arcoíris del icónico disco de Pink Floyd, con una luna flotando a su alrededor.

“And after all we’re only ordinary men…”

Con ese panorama visual, Waters se tomó su tiempo en el último intervalo de la noche para hablar sobre lo que le había ocurrido en Brasil, sobre los pueblos originarios y Puel Kona, sobre la contaminación ambiental, y en especial sobre las madres de los fallecidos en Malvinas y en la dictadura.

El bajista desde hace años se encuentra comprometido con la causa de que los 122 soldados caídos en Malvinas, enterrados en el cementerio de Darwin bajo la frase “Soldado argentino sólo conocido por Dios”, puedan ser identificados y tener su despedida digna. En la previa del show en La Plata, el músico volvió a encontrarse con los familiares de aquellas víctimas y fue allí que la hermana de uno de los caídos le regaló un poncho blanco con detalles negros. “Sólo se hicieron dos ponchos de este estilo. Uno está en la tumba del joven soldado, y el otro está aquí conmigo”, cuenta al público un Waters al borde de las lágrimas, fuertemente emocionado.

En sus palabras, Roger Waters recordó la importancia de mantener vivo el pedido de justicia, los recuerdos, los pensamientos y la memoria… precisamente, con su celular reproduciría un minuto del tema “La Memoria”, de León Gieco. “Quería que estuviera en mi show, pero no pudimos contactarlo”, contó el ex Pink Floyd. La emoción que flotaba en el ambiente ya era total.

El próximo tema va para todas aquellas madres, y en especial para la mía”, dijo Roger, y comenzó con “Mother” (The Wall, 1979).

Por último, un cierre con la contundencia que el recital ameritaba llegó de la mano de “Comfortably Numb” (The Dark Side…), desatando una serie de explosiones delante de la pantalla y con un Waters que, a sus 75 años, se mostró tan vital como para recorrer el escenario de punta a punta y bajar a saludar al público.

La despedida, finalmente, fue con un Roger Waters con el poncho puesto, abrazado a los músicos que merecen un párrafo aparte, desde Jonathan Wilson (guitarra y voz), haciendo las veces de David Gilmour, hasta las impresionantes voces de las imponentes Jess Wolfe y Holly Laessig (coristas), pasando por Joey Waronker (batería), Ian Ritchie (saxo), Jon Carin (guitarras y coros), Dave Kilminster (guitarra) y Drew Erickson (teclados).

El próximo 10 de noviembre el músico volverá a presentarse en el Ciudad de La Plata, pero ya dejó marcada a fuego su presencia con un recital inolvidable.

«Us and Them…»