Por Osvaldo Laspina

Cuando el arte -sumado a la pasión por la música- no tiene fronteras ni límites que condicionen sus expresiones artísticas, se dan situaciones jamás pensadas. Es que Roberto Rocha, el muchacho que comenzó a transitar con su guitarra en las plazas y espacios públicos años atrás, hoy enseña en forma individual y grupal a tocar ese instrumento.

En el año 2015, Roberto y “Jerge” se conocieron en los talleres de música del club Sparta y luego, en el distrito Norte de Villa Hortensia, sabiendo que los unía el mismo estilo musical, estudiaban juntos con el profesor Hugo García y se quedaban después de hora haciendo temas de Sui Generis y los Beatles.

«En Villa Hortensia empezamos a progresar y me puse mucho las pilas para seguir perfeccionando mi estilo», contó Roberto a Conclusión.

«Tocamos en las paradas de los colectivos y en la plaza Alberdi, lo hacemos a la gorra y así nació el dúo «Rocksarinos», destacó el artista rosarino.

Luego de sus apariciones en algunos programas de radio y en los bares de Pichincha, el público comenzó a conocerlos.

El universo elegido para seleccionar los temas es mayormente el rock nacional. «Lo mejor de nuestras presentaciones era hacer participar al público en general, vamos a cumpleaños, asados, fiestas con el único objetivo de llevar un poco de alegría a la gente», dijo por su parte Jorge Emanuel Andrada, “Jerge” para los amigos.

En plena pandemia y con los cuidados sanitarios ya conocidos, estuvieron junto a Hugo García, su profesor, en el Refugio Sol de Noche.

Entre palabras que iban y venían, un atardecer como tantos otros y un paisaje natural como el que ofrece el río Paraná, la gente detenía su caminata en Costanera Norte para escuchar al dúo con algunos temas de los 80 y 90.

«A los 5 años empecé a cantar y tocar la guitarra en casa de mis abuelos. Allí, siempre se respiraba todo tipo de géneros musicales y del cancionero popular», enfatizó Jerge. Y destacó que a los 11 años, al ser un poco más popular, «ya cantaba en los actos patrios en la escuela y en el coro».

«Con respecto a la gente que no conocemos o al público, cuando nos miran jamás nos da vergüenza porque hacemos algo que nos hace felices y queremos transmitir la misma sensación. No sabemos quién es más feliz, si el que aplaude o nosotros que recibimos ese premio. Nuestro sueño es subir a un escenario mayor, ser profesionales, seguir haciendo y sintiendo lo que somos: músicos callejeros”, concluyó.