Por Facundo Díaz D’Alessandro

Como un oso blanco sentado en el medio de tu living, o el ruido de una grúa diciendo lo que siento al caminar por la calle, un show de Louta está diagramado al detalle para la sorpresa y el placer del público.

El artista (dicen que se llama originariamente Jaime James), pasó por Rosario para presentar su último trabajo (“Enchastre”) este sábado, donde brindó un espectáculo intenso de algo más de una hora, en Sala de las Artes, un lugar cuya renovación tras el cambio de nombre (solía ser Willie Dixon, “el templo del rock rosarino») parece caber justo en la concepción de alguien que provoca y pide, en una de sus canciones, “una base de Miranda para el rock y una frase de Atahualpa para el pop”.

Es que Louta interpela, busca hablarle a alguien, desde la letra y desde la música, provocando o persuadiendo dulcemente, retransmite cosas que le pasan a los pibes y pibas que ahora son jóvenes, y no a rockeros nostálgicos que no escucharon nada más después de Pink Floyd o Led Zeppelin (dos bandas alucinantes pero anacrónicas).

En esa tónica arrancó el show, pasadas las 22.30, al ritmo frenético de “Todos con el celu”, cuyas líneas, en un remanso vía teclas, aseguran que “están vendiendo el cielo” mientras todos agachamos la cabeza para leer un mensaje de whatsapp o subir una historia crocante por fuera y blandita por dentro.

Bien arriba siguió con canciones como “Somos tan intensos” y “Sigo sin entenderte”, para luego bajar un poco con “Alto uach”, en la que el performer canta desde una ventana del cielo.

Louta sin dudas tiene el aeropuerto y el pasaporte, es dueño de la llave y de la cerradura que abre las puertas de la percepción.

Eso quedó claro el sábado, ya que otra de las características del show tiene que ver con lo escénico: entran y salen bailarines, que se suman al cantante en coreografías exigentes, se incorporan elementos al stage como la mencionada ventana, osos con cabeza de bola espejada que se besan o un banco de plaza floral para cantar a dúo «Ayer te vi» junto a la talentosa Lucia Rodríguez.

Sin duda el punto más alto de ese despliegue se da al sonar “Un lugar adentro”, que Louta entona precisamente desde adentro de una burbuja lumínica que flota sobre el público.

Otros momentos que rankean alto, se dieron en “Cuentitos”, un tema muy enérgico, o cuando determinada canción se deformó en alguna melodía bolichera, adaptada al sonido conceptual, para que todos bailen, por ejemplo, al ritmo del “meneaito”.

El artista, poco a poco y tras abrir su corazón (como un profesional), abdujo al público hacia el clima pretendido, con lo cual luego de “Puede ser” y “Que bien que estoy” (en el que se intenta que “la fuerza de los jóvenes se escuche en todo el mundo”) se esperaba un final bien arriba.

Pero Louta, se dijo, siempre tiene una finta a mano. Luego de un pequeño bis, salió y cantó una versión dulcísima (sólo teclas y voz) de “Palmeras”, y se retiró demostrando que, a pesar de toda su arquitectura moderna, sabe (como sabían los de antes) que sólo el amor puede sostener.