MIéRCOLES, 27 DE NOV

Gracias al invencible Pedro Aznar, Serú Girán reapareció en escena en el Colón

El ex bajista de Serú se presentó en el histórico teatro porteño y convocó primero a Lebón y García para tocar por separado para, finalmente, desembocar en un efímero retorno que atizó la sensibilidad de un público que no estaba avisado de semejante fotografía.

Como quien se propone vencer al tiempo, Pedro Aznar provocó este miércoles por la noche un reencuentro con Charly García y David Lebón, otrora integrantes de Serú Girán, una de las formaciones más influyentes de la historia del rock argentino, en el escenario del Teatro Colón, como parte del cierre de su gira «Resonancia».

Aznar invocó en el Colón, en su presentación programada para el Festival Únicos, la herencia musical de la formación que enriqueció el lenguaje del rock nacional y que, tras su disruptivo tránsito entre 1978 y 1982, se despidió –luego de un complejo retorno- por segunda vez en 1992.

El ex bajista de Serú convocó primero a Lebón y García para tocar por separado para, finalmente, desembocar en un efímero retorno que atizó la sensibilidad de un público que no estaba avisado de semejante fotografía.

Cuando promediaba el concierto David Lebón irrumpió en escena para tocar «Dos edificios dorados», en el presunto plan de Aznar por presentar citas cronológicas de su carrera musical, que ostenta 18 discos solistas. Hasta entonces, un guiño previsible.

Tras un breve interregno («Lina de luto»), el invitado al escenario fue Charly García para ofrecer una versión a dúo de «Confesiones de Invierno» en la que Aznar ofició de guía y que García acompañó, lejos de cualquier despliegue físico o técnico, pero con un sentido de la musicalidad invencible.

El terreno estaba demarcado. Y una ovación se desató cuando Lebón regresó al escenario para, ya de a tres (con la obvia ausencia del fallecido baterista Oscar Moro), reeditar la formación de Serú y entregar una versión de corte clásico de «A cada hombre a cada mujer».

Por un momento pareció que la noche debía terminar allí, sin más, a medio programa. Sin embargo Aznar enseguida consiguió retomar el clima de un concierto propio con las armas más sencillas: un ejercicio de canto con caja y el texto despojado de «Tan alta que está la luna».

Aun dejando a un lado el impacto del reencuentro de los ex Serú, hubo otro recorrido que, en sí mismo, justificó la noche, que se completó –más tarde- con un concierto de Gustavo Santaolalla en la doble jornada del Colón.

Habrá que reconocer que dentro del variopinto universo de artistas convocados por el Festival Únicos, que presenta en el Colón artistas inusuales para su programación, Azar demostró ser dúctil para acomodarse (y sacar provecho) de las condiciones de escucha de la sala.

Eligió una amplificación mínima y fue edificando capas sonoras diferentes para cada tema, tocando primero las bases y luego duplicando el instrumento (o engarzándolo con otro de contraste) para trabajar sobre el matiz. El plus de la reverberación larga de sala fue puesta a prueba en el final de

«Buenos Aires», aquella pieza edificada sobre textos de Jorge Luis Borges y que Aznar supo grabar, con otro arreglo, a finales de los ’90.

Hubo tiempo para una cita a Atahualpa Yupanqui, para la convocatoria a otra invitada de jerarquía –la mexicana Lila Downs- y una larga sección de bises que dijo adiós con «Y no hay forma de pedir perdón».

Aznar cerrará su participación en el Festival Únicos con un último concierto el domingo a las 22 ¿Producirá otro capítulo de este regreso?.

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