Por Gabriel Sánchez Sorondo / Télam

Un poeta-cronista, el que capta, el que irradia, el que canta porque ve, porque escucha; el que alza su voz y la convierte en plegaria de millones: es el León que abrió el pecho para recibir y lo resonó en sus cuerdas para hacerlo multitud. Y es, a su vez, quien lo cantó con sus pares, conectando, sembrando, multiplicando. Estas son sus melodías y sus versos, instalados para siempre en nosotros, a lo largo de un camino compartido.

En el país de la libertad

Tema uno del lado A (épocas de vinilo) que abre el primer disco del trovador, grabado en 1973 y titulado “León Gieco”. Raúl Alberto Antonio Gieco había llegado con dieciocho años desde su Cañada Rosquín natal, en la provincia de Santa Fe, poco tiempo antes de acceder a un estudio de grabación. Esta canción fue una de las que convenció a Litto Nebbia de que ese rubión ex folclorista merecía una mano. Participó del disco un precoz Ara Tokatlián, luego fundador de Arco Iris. Otro miembro de la misma banda, Gustavo Santaolalla, produjo el álbum, bautizando una sociedad que cumpliría décadas. En sus letras, el animismo y la protesta eran ya una marca propia en el contexto dictatorial, previo al regreso de Perón.

Hombres de hierro

Del mismo primer disco, una letra tan demoledora, como los verdugos a los que señalaba. Y con el alma empuñada, la poesía altísima: “Puntas agudas ensucian el cielo/ Como la sangre en la tierra (…) Gente que avanza se puede matar/ Pero los pensamientos quedarán”. Suele contar León, con humor y ternura ante su voraz juventud, que inconscientemente plagió en estos, los acordes de Dylan en “Blowind in the wind”. Pero lo cierto es que el argentino sopló todavía mucho más fuerte su verdad: se la gritaba a una dictadura que no quería irse y que pudo haberlo matado.

La mamá de Jimmy

Uno de los pocos rocanroles del cancionista con letra de agudo filo social de total vigencia: “La mamá de Jimmy es una inglesa/ que critica esta tierra/ pero no se da cuenta/ de que en el sur están sus ovejas”. Primer tema del primer lado del único disco (1976) del supergrupo “Porsuigieco” que impulsó Charly García. Allí, León tocó, además, con Raúl Porchetto, Nito Mestre y María Rosa Yorio.

La colina de la vida

Otra de las gemas versionadas por formaciones tan disímiles como Attaque 77, Las Pelotas, Pequeña Orquesta Reincidentes, entre otras. León la compuso en 1974 y la grabó por primera vez en el disco homónimo de Porsuigieco (1976). Una lírica particular, íntima y testimonial a la vez: “La realidad duerme sola en un entierro/ Y camina triste por el sueño del más bueno/ La realidad baila sola en la mentira/ Y en un bolsillo tiene amor y alegrías/ Un dios de fantasías/ La guerra y la poesía”. En este registro, a dúo con el enorme Víctor Heredia.

El Fantasma de Canterville

Única excepción en este seleccionado. Un regalo de Charly a su amigo, el trovador. No es de León, pero él supo hacerla suya hasta darle esencia de absoluta identidad. Tanto, que incluso tituló «El fantasma de Canterville» a su propio disco (el tercero) lanzado en 1977. La dictadura prohibió la primera versión grabada. León insistió, volvió a grabarlo y lo obligaron a reformular partes de la letra. Aquí, una gran versión grabada en 2015 junto a la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos en La Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner.

Sólo le pido a dios

Himno de himnos en el tiempo de sus tiempos. “Disco IV”, año 1978: en el corazón mismo de la dictadura más oscura, León clavo su plegaria y se volvió millones de voces contra el “monstruo grande” que pisaba tan fuerte y habló y cantó por “toda la pobre inocencia de la gente”. Aquí, haciéndola junto a Mercedes Sosa, quizás la más emotiva de las 37 versiones que se hicieron en el mundo de este tema, entre quienes se cuentan también las de Víctor Heredia, Bruce Springsteen, Pete Seeger, y la banda irlandesa U2, entre otros.

Cachito, campeón de Corrientes

Canción emblemática acerca de las ilusiones e impiedades del sistema. Basada en una historia real y versionada por infinidad de músicos, desde Javier Malosetti, hasta Tarragó Ros, pasando por formaciones de cumbia, bandas punk del suburbano bonaerense, grupos de chamamé, folcloristas y cantantes de géneros varios. Según el propio León, “Cachito” y “Sólo le pido a Dios” fueron de esas canciones “que salen en un día” y, de hecho, según le contó al medio uruguayo Montevideo.com.uy, concretamente esas dos obras fueron compuestas en el mismo día y ambas llegaron juntas a la grabación del famoso “4ºLP” de Gieco (1978).

Pensar en nada

 

De su disco homónimo, grabado en 1981 e irradiado al circuito musical con alcances insospechados. Santaolalla, visionario, lo produjo y le confirió un sonido novedoso al hasta entonces dylanesco folk de León. Acá, una performance de colección, con Los piojos y Pappo, en el mismo año de su lanzamiento, aun en plena dictadura, cuando León no tenía empacho en cantarlo: “La ciudad se pone grande/ Y cada vez más peligrosa”.

Canción para Carito

Una gema en coautoría con Antonio Tarragó Ros (grabada en 1985 en De Ushuaia a La Quiaca) versionada en cantidad de idiomas, incluyendo el francés, inglés, italiano, hebreo. En este registro, los dos autores del tema suman a un invitado-admirador de la canción: David Byrne, el cantautor estadounidense que, artífice, otras cosas, de la banda Talking Heads. En este link de radio nacional, la preciosa historia de esa canción narrada por el propio Tarragó Ros.

Los salieris de Charly

En línea con la proverbial percepción del artista que toma el pulso colectivo, una confesión abierta: en este caso, asumiendo la voz no siempre dicha de los pares músicos y –a la vez– brindando un justo, merecido, homenaje al maestro. Lanzado con el disco “Mensajes del alma” (1992) el hitazo, además, marca el inicio de la relación compositiva con Luis Gurevich; una sociedad que se extendería desde entonces a la actualidad. En este registro histórico, del año 1993, apenas publicado el LP, León haciendo el tema en vivo, con el propio García, en el multitudinario show de Ferro.

Cinco siglos igual

Himno a lo propio, a la historia sudamericana, y, otra vez, una poesía apabullante: “Desamor desencuentro/ Perdón y olvido/Cuerpo con mineral/Pueblos trabajadores/Infancias pobres/ Cinco siglos igual” también del disco “Mensajes del alma”. En esta versión, con Abel Pintos y Andres Giménez (de la banda Animal) en Cosquín 2011.

Ojo con los Orozco

Corte de difusión del álbum “Orozco” (1997). Una suerte de rap criollo monoválico con la “o” como protagonista. Quizás, inconscientemente, Gieco se haya representado a sí mismo, en el personaje Rodolfo Orozco; el músico de su ficción y único hermano no corrupto de la siniestra familia que hace alusión ácida a un sector de la política local. «Yo pongo los votos solo por Rodolfo”, salva León en la letra. En el video oficial, otra vez, la galaxia Gieco y sus planetas convocados: Lalo Mir, Favio Posca, Dady Brieva Leonardo Sbaraglia, Antonio Gasalla, Darío Grandinetti , Miguel Ángel Solá y Enrique Pinti.

La memoria

Una de las perlas del disco Bandidos Rurales (grabado en el abismo de 2001) que engloba la historia misma de las injusticias y la imperiosa necesidad de recordar: “Todo está cargado en la memoria/ Arma de la vida y de la historia/ La memoria apunta hasta matar/ A los pueblos que la callan”. El propio disco, donde participaron Sixto Palavecino, Charly García, Víctor Heredia, Ricardo Iorio, los hermanos Fattoruso, Claudio Marciello, Andrés Giménez, Gustavo Santaolalla, Eduardo Rogatti, Chizzo Nápoli, entre otros, expresa el “universo Gieco” y sus mil colores tras una misma huella. Aquí, en su versión en apoyo a los familiares de víctimas del atentado a AMIA, junto a Liliana Herrero, Horacio Fontova, Verónica Condomi, Peteco Carabajal, Hilda Lizararzu, Charo Bogarín, Celeste Carballo, Rodolfo Mederos, Víctor Heredia, Luis Pesceti, Ligia Piro, Teresa Parodi, entre otros.

El ángel de la bicicleta

“Bajen las armas, que aquí solo hay pibes comiendo” dice el cronista-trovador en el disco “Por favor, perdón y gracias” (2005). Un verso con la síntesis poderosa de los grandes. La frase, que escenifica, testimonia, denuncia, la injusticia en carne viva, la violencia contra el hambre, pertenece a Claudio “Pocho” Lepratti (“El ángel de la bicicleta” al que alude el título) militante social asesinado por la policía santafesina durante la crisis de 2001 en Argentina. En esta versón, con la murga uruguaya Agarrate Catalina, León, otra vez, atento, permeable, perceptivo, toma ese grito combativo que sin embargo es un grito de paz, y al ponerlo en la canción, lo amplifica con el poder que cobra el arte potenciado en la palabra.