El artista tucumano Gabriel Chaile repasó cómo su primerísima historia personal y la educación sentimental que signó su trabajo fue su abuela materna, “una mujer indígena, artesana y peronista” su único anclaje con el arte, “una mujer que hacía lo que sabía y quería y eso le daba sustentabilidad y respeto en el pueblo” y la que le dio “sustento” a su “convicción de artista”.

La historia se remonta a Trancas, de donde son sus padres, “campesinos trabajadores de terratenientes sin acceso a tierras propias porque sus patrones los tienen dentro de sus propiedades -explica-, pero uno de mis abuelos logró tomar tierras y hacerlas suyas durante el peronismo histórico: la tierra es de quien la trabaja y eso permitió que, una vez fallecido el abuelo, mi familia buscara un lugar en la capital porque pensaba que ahí habría un mejor futuro”.

“Venían de mudanza en mudanza y habían vivido en Tafí Viejo, una ciudad pegada a la capital donde desaparecieron muchas personas durante la última dictadura. De chico escuchaba sus historias sobre militares pateando puertas y arrebatando vecinos, en esa tuvieron que enterrar las fotos de Perón y Evita. Y yo nací en San Miguel de Tucumán, con estos padres protestantes, muy estudiosos de la Biblia y enterándome de esas historias, en especial la de mi abuela materna Rosario Liendro, una mujer indígena, artesana y peronista que fue mi único anclaje con el arte. Una mujer que hacía lo que sabía y quería y eso le daba sustentabilidad y respeto”.

“Te cuento esta historia anterior -aclara- porque es la que le dio sustento a mi convicción de artista, aunque mi vínculo con el arte siempre estuvo. Tengo recuerdos muy buenos de siempre estar dibujando, mi familia dice que jamás soltaba el cuaderno de dibujo. Además, me gustaba armar cosas: inventamos un circo, una casa de árbol, un taller científico, una biblioteca, teníamos un programa de televisión con mi hermana y amigos del barrio, festejábamos los cumpleaños con cualquier cosa. Cada vez que moría un animal (teníamos muchos) me dejaban abrirlo para ver de que había muerto y yo me hacía el que daba diagnóstico”.

También tenía una colección de recortes de diarios que contaban la historia del pasado de Tucumán, “pura aristocracia -dice Chaile-, me encantaba ir a un lugar lleno de basura cerca de casa y así fui armando mi biblioteca, todavía tengo algunos libros de ahí. Recuerdo que mi hermano compró un diccionario, estos de las enciclopedias, y yo lo leí. Me encantaba que tenía muchas imágenes y contaba cosas de diferentes lugares, cuando estaba aburrido leía el diccionario”.

En los veranos le gustaba hacer escultura, cuenta, “o tratar de restaurar alguna cosa que encontraba en la calle, me imaginaba que la iba a dejar increíble pero como no teníamos tantas herramientas muchas veces fallaba. Todo eso me vinculaba al arte, a la inventiva; me contaban que antes vivía otra familia en nuestro terreno y yo regaba todo el tiempo el fondo porque así se iba encontrando cosas enterradas. Y me imaginaba cómo habría sido la vida de esos otros”.

“Así nació mi pasión por la arqueología, mi profesora de arte le recomendó a mi madre que me mandara a la Escuela de Arte. Repetí primer grado y la única materia en que destacaba era dibujo. Después me adapté pero siempre seguí dibujando, amaba las ferias de ciencia porque ahí se mostraba lo que hacíamos en el año, me gané un premio con un dibujo hecho con clorofila, no tenía colores y me las ingenié. Soy el menor de ocho hermanos que me protegieron mucho y no dejaron que hiciera trabajos que ellos si hacían, pero yo vi todas esas luchas”, concluye.

Acerca de Chaile

En 2021 el proyecto del artista tucumano «Me hablan de oscuridad pero yo estoy encandilado», que incluye esculturas, dibujos sobre papel y otros soportes se presentó en Heni Artists Agency, Londres;  Melides Art, Portugal y BARRO, Nueva York.

“Con ascendencia afro-árabe, española y de la comunidad indígena candelaria, Chaile, nacido en Tucumán en 1985, es el menor de ocho hermanos. Sus padres, analfabetos, vendían pan que preparaban en un horno de barro, como el que el artista hizo en la Semana Art Basel Cities en Buenos Aires, en 2018, en La Boca, muy cerca de su taller y a pasos de Proa. En ese horno con forma biomorfa, en homenaje a Diego Núñez, víctima del gatillo fácil, cocinó y compartió alimentos con integrantes del mundo del arte, vecinos del barrio, y familiares y amigos de Núñez.

Tan solo con adobe y ladrillos, Chaile, el alquimista, crea objetos escultóricos que remiten a la alimentación y al trabajo, necesidades básicas, vitales, ineludibles, que construyen identidad. Convirtió el pan amasado, hecho en horno de barro con formas vinculadas a las culturas autóctonas, y compartido con desconocidos, en un gesto artístico y social potente”, escribió la periodista Marina Oybin para Arte Online.