Por Fabrizio Turturici

Cuando recibió el llamado para participar de la serie más grande de todos los tiempos, Fabian Wagner abandonó su vida real en Europa para adentrarse en un mundo de fantasía medieval donde el verano puede durar décadas y el invierno toda una vida, con dragones sobrevolando castillos, caminantes blancos acechando detrás del Muro y tiranos cuyas ambiciones los convierten en seres más peligrosos que cualquier criatura mágica.

Así, desde 2014 hasta hace algunos meses, el director de fotografía en cuestión pasó a vivir en Game of Thrones, el show televisivo sobre un universo ajeno que deslumbró como nunca antes a los mortales de esta Tierra. Y se acostumbró a andar bajo los toldos de Desembarco del Rey, las herrerías de Invernalia, la cultura marítima de Braavos y otras ciudades que, en líneas generales, poco se parecían a su Múnich natal.

Wagner se unió a la serie cuando transitaba la mitad de la cuarta temporada, pero terminó haciéndose cargo de los capítulos más importantes hacia el final junto al director argentino Miguel Sapochnik, pasando desde la batalla blanca de Hardhome hasta la guerra negra de The Long Night. Su cámara regaló planos inolvidables como el de Jon Snow -solo con su espada y su alma- haciendo frente al malón de Ramsay para liberar a su familia; o el de los Dothraki siendo tragados por la oscuridad del episodio más oscuro, en una decisión artística que generó un ambiente tan inquietante como aterrador, aunque le haya valido el descontento de la audiencia; o el del pequeño Tyrion Lannister caminando sobre los escombros de su destruida capital, aquella que tiempo atrás había brillado en manos de su familia; o la vertiginosa escena donde el traicionero Littlefinger empuja a Lysa Arryn por las Puertas de la Luna.

No obstante, la magnum opus de su cinematografía quedó demostrada en la explosión del episodio The Winds of Winter, cuando la temible Cersei hace volar por los aires el lugar más sagrado del continente -el Septo de Baelor- durante un juicio que le costó la vida a cientos de inocentes.

En resumen, Wagner fue parte de ocho capítulos a lo largo de la serie, tres de ellos con puntaje perfecto para la crítica, y se retiró con las dos grandes guerras de la última temporada, donde Arya Stark destruye al Rey de la Noche y donde Daenerys hace oídos sordos a las campanadas de rendición y con ayuda de su dragón reduce a Desembarco del Rey en un montón de cenizas, emulando una masacre digna de su padre El Rey Loco.

Asimismo, el cineasta de 41 años acumula en su currículum otros éxitos: la nominación a los Premios Emmy, su trabajo en la serie británica Sherlock y sus intervenciones en películas como Liga de la Justicia y El secreto de Churchill, entre otras. A continuación, se citan fragmentos de la conversación que mantuvo con Conclusión:

—¿Qué porcentaje del éxito de Game of Thrones le atribuirías al equipo gigante de producción que está detrás de cámara? Ellos mismos dijeron que la serie se terminaba porque ya era imposible hacerla más grande, ¿pero no pensás que quedó corta la última temporada?

—Creo que la serie debe su éxito a los guiones, inteligentes e intrigantes, lo cual hace que el espectador siempre esté queriendo ver más, algo poco común en este sentido. Por supuesto que los grandes actores y la producción que hubo detrás también sumaron al resultado final, pero en definitiva una buena historia y un atrapante libreto es lo que cuenta. Por otra parte, con respecto a tu última pregunta, creo que el show llegó a su final porque así debía ser.

—Te encargaste de las batallas más importantes de GoT, cada una de ellas con mayor despliegue y presupuesto que cualquier película. Según tu mirada, ¿cuál fue el mejor de esos episodios y por qué? ¿Cómo se hace para ordenar la composición en escenas tan caóticas?

—Detrás de todas las escenas de batalla hubo un gran presupuesto y producción pero no mayores al de cualquier película. No podría o no querría elegir un «mejor» capítulo a nivel creativo ya que son todos muy diferentes y eso es de lo que estoy más orgulloso. Cada episodio tiene su propia historia e imagen particular, y hemos trabajado duro para crear esas diferencias decisivas. Al caos lo organizan el director, el departamento de producción y el primer asistente de dirección: somos muy organizados y siempre sabemos qué tenemos que tener hecho al final del día.

—¿Cómo fue la tarea de recrear un mundo nuevo, sin tiempo ni espacio, que sólo existía en la imaginación de George R. R. Martin y sus lectores? ¿Qué diferencias hay entre trabajar en locaciones reales y sets armados como los de la última temporada?

—Yo me uní al programa recién en la cuarta temporada, por lo que ellos ya tenían una mirada bastante desarrollada con respecto a este mundo ficticio. En todas las temporadas ha habido rodajes en lugares reales así como también en estudios, cada cual con sus pros y contras: los estudios pueden ser completamente controlados y diseñados según la necesidad de esa escena, lo que es genial. Pero una gran parte de la temporada 8 fue filmada en lugares al aire libre, los cuales me apasionan porque siempre encuentras obstáculos o desafíos por superar, o momentos que no se pueden planificar.

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—Game of Thrones es una serie que no le teme a las sombras y a la oscuridad en sus tomas. ¿Te resultó sencillo iluminar en una época donde no existía la electricidad y todo debería simular luz natural o proveniente del fuego, o es mucho mas difícil?

—Una de las mejores cualidades del programa es su integridad con la cinematografía. La única luz disponible es la del sol, la luna o las llamas, lo cual no representa ningún desafío como tal, es simplemente un enfoque distinto.

—Fuiste parte del show más grande de la historia de la TV. Personalmente, ¿ese fue un proceso que disfrutaste o sufriste?

—Es un gran programa, con un libreto increíble, grandes actores y un equipo de producción fantástico. Amé cada minuto. Hubo días difíciles, por supuesto, como todo. Pero fue todo un gusto trabajar en ese programa y me siento orgulloso de haber sido parte de él. A su vez, estoy sumamente agradecido de haber tenido esa oportunidad.

—Por último, ¿cómo fue convivir con las críticas tanto positivas como negativas del público?

—En un programa como Game of Thrones siempre habrá cosas buenas y malas. No se puede conformar a todo el mundo, y está bien que así sea. Es algo normal y positivo recibir devoluciones de la audiencia. Aprecio tanto las críticas positivas como las negativas. Las positivas, porque siempre es lindo escuchar algo bueno. Las negativas, porque me hacen analizar mi trabajo desde otro ángulo y, de hecho, eso me brinda la oportunidad de aprender y mejorar. Lo triste últimamente es que algunas personas no ofrecen la tan valorada crítica constructiva. Sino que simplemente recurren a insultos, o utilizan lenguaje abusivo y primitivo. Y esa es la única finalidad que persiguen. Es la perdición de nuestros tiempos, creo.

Crédito de fotos: imdb.com, britishcinematographer.co.uk, instagram.com