Nuevo disco de la notable solista argentina, tras cuatro de años de silencio, que en estas canciones se puso en manos de Lisandro Artistimuño, quien hizo confluir su banda con la de Cantilo y de esa amalgama publicar 12 canciones nuevas.

El disco abre suave con la voz de Fabiana cantando sobre un piano a los que lentamente se van sumando una batería seca, interesantes punteos de guitarras a cargo de Ricardo Mollo que luego mete arreglos con el efecto ebow. Las cuerdas de Leila Cherro, Lucas Argomedo y Pablo Jivotovschi, integrantes de la banda de Aristimuño, se suman en épicos arreglos.

“Girasoles” arranca acústica, con arreglos de programaciones electrónicas a cargo de Aristimuño, que además se suma a los coros, y todas las partes terminan armando una canción pop con ricos elementos del folclore argentino.

La mayoría de las canciones fueron armadas por Cantilo y Aristimuño en una intimidad de dúo que generó un choque de planetas y de propuestas fructífero como en la balada “Terra”, donde los chelistas y el violinista empujan la voz de una de las figuras femeninas más importantes del rock argentino, hacia caminos que merecían que ella los recorriera.

“Payaso” arranco con un beat más rockero, la guitarra distorsionada a cargo de Aristimuño que también dispara los samplers de unos vientos, y la canción trae de vuelta esos hits de Cantilo, donde la vocalista saldaba cuentas con algún novio, por su corazón roto.

“Superamor” es una gran balada despojada, desnuda, solo unos arreglos de espaciales de sintetizadores, la batería bien al frente de Martín Casado. La melodía recuerda grandes canciones como “Siempre puedes olvidar” que compuso junto a Charly García.

“Tren (volar en círculos)” puro pop procesado por maquinas, donde la voz de Cantilo arranca procesada por un megáfono, sobre un groove de bajo y batería, hasta que el estribillo toma fuerza con el apoyo de la guitarra y la voz se pone más nítida.

“Capsula de escape” también tiene una base orgánica, cubierta por ruiditos de maquinas y una voz de Cantilo susurrante, mientras las cuerdas la van envolviendo en un clima otoñal. “Escritos del mar” es un pop más tradicional, mientras que en “Bailarines de cartón” Cantilo retoma toda la influencia de su admirada Joni Mitchell para entregar una hermosa balada acústica tipo beatle, rodeada de cuerdas.

“Miedo” arranca oscura, con acoples de guitarra, la voz procesada de Fabiana rodeada por toda su banda, mientras Mollo mete todo tipo de guitarras, juega con ellas, las azota, a otras les saca una melodía con un ebow, para cargar de dramatismo y climas agitados la canción.

El disco se va cerrando con “Rocktradición” donde Cantilo hace un balance rockero de su vida, celebra su recuperación, no se lamenta de las noches salvajes vividas y hasta se da el lujo de dejar su voz toda desnuda, sin el menor efecto, transmitiendo su experiencia y emociones.

El mar, la libertad, el viento, las maquinas suaves y la voz de Cantilo son el leit motiv de “Delfines” la última canción del disco.