Por Marcelo Chibotta

Los micrófonos del estudio de televisión tomaban el sonido de los cubiertos sobre los platos, como tantas veces, como tantos años, mientras el periodista Luis Novaresio le preguntaba con mirada de asombro: “¿Una dictadura?”.

La respuesta de la reina de los almuerzos no se hizo esperar: “Si señor, sí señor, si, si, una dictadura. ¡Todo pasa por sus manos! ¡Todo, todo, todo, absolutamente todo! Los ministros, todos consultan a la presidenta, ella da las órdenes, ella manda, los tutea, vos vení, hacé esto, lo otro. No, no, no, no, es terrible, es terrible, es una mujer…es una dictadora”.

Quien respondió de esa manera no necesita ser mencionada, como con poca gente pasa. Si hay un permiso, una licencia permitida a la hora de narrar, ella la otorga por el solo hecho de recorrer momentos de su historia.

Si de dictadura se trata, tuvo consideraciones al respecto, cuando apenas había terminado el Mundial 78 de Argentina, en pleno gobierno de facto: “Lo que estamos viviendo ahora es una campaña organizada. Hace poco, aquí, estuvieron invitados el príncipe de Orleans y Jean Cacharel, el famoso Cacharel, que vinieron con una delegación francesa para advertir u observar un poco de cerca qué es lo que pasaba en la Argentina, estuvieron aquí con nosotros y yo en uno de los momentos les dije que lo único que les pedía es que realmente reflejaran lo que habían visto, lo que habían visto y vivido en nuestro país”.

Más adelante, y en esos diálogos que aún brotan en sus mesas glamorosamente preparadas, habló de ese mundial de fútbol: “Nos argentinizó… yo fui a ver el último partido… todos llorábamos… el presidente Videla también lloraba. ¡Yo lo vi al presidente Videla con lágrimas en los ojos!”.

Como si esas afirmaciones fueran insuficientes, durante una entrevista en la revista Radiolandia 2000, en 1981, declaró: «Yo apoyé mucho al proceso porque nos estaban liberando de algo que yo consideraba fatal para nuestro modo de pensar y de vivir. Nos han liberado de la subversión».

En contraposición, ya en el año 2017 y mirando las cámaras, no dudó en afirmar: “Yo jamás apoyé a la dicta… trabajé en esa época, como toda la Argentina, pero jamás ayudé. Terminen con esto ya porque me molesta muchísimo”.

La diva de las mesas televisadas también transitó por caminos que van más allá de las palabras y la cuentan como protagonista. Una encantadora sonrisa y una mirada en pleno éxtasis le dieron contexto a su mano extendida hacia el criminal Alfredo Astiz, pero lejos de admitir lo que la foto revela, su respuesta fue en busca de culpar a un fotógrafo que lejos de hacer su trabajo, le “tendió una trampa”.

Así fue y es la Chiqui, la que no solo coqueteó con sus “rosas rococó rosadas”, sino también la que piropeó a Carlos Menem, a quien más allá de calificarlo por las políticas que llevaba adelante, se ocupó de elogiarlo en términos personales: “Usted es un presidente atípico, totalmente atípico, no se parece a ninguno ¿Quiere que le diga? ¡Nos encanta a los argentinos, a mí personalmente me encanta! Pilotea autos, maneja, pilotea aviones también, baila… tenis, fútbol, básquet…»

En otro momento, y recurriendo su habitual prédica autoelogiosa, expuso: “Intento ser absolutamente natural y auténtica, pero no se puede ser en televisión totalmente auténtica, y natural, y transparente… pero yo trato de serlo”.

No obstante, la poca delicadeza expuesta a la hora de constituirse en una buena anfitriona, mostraba su pensamiento con un amargo gesto, a la actriz Cecilia Rosetto: “Estás muy politizada y defendés cosas que ya pasaron de moda, como el comunismo. Cada vez que te invito, en lugar de hablar de vos y de tu carrera, no hacés más que hablar de política. ¿No será por eso que la televisión no te toma en cuenta? ¿No estás descuidando tu profesión?”.

No contenta con eso, la oriunda de Villa Cañás sí se permitió hablar de política en infinidad de ocasiones, olvidando su reproche a la artista: “Voy a volver a votar a Macri con tal de que no vuelva el kirchnerismo. Daría mi vida para que no vuelva el kirchnerismo”.

Otras perlas, y de las más recordadas, son las que exhibió en 1999 cuando invitó a Domingo Cavallo y apeló a su muletilla: “Me encuentro con gente que me dice ¿sabés a quien voy a votar?, a Cavallo… Estuve en un desfile de Roberto Giordano, que usted se presentó y que a usted los aplausos cuando usted apareció, fue una cosa impresionante”.

O en 2003, cuando el dueño de sus aterciopelados conceptos fue Ricardo López Murphy, el ex ministro de Economía que rebajó los sueldos de los jubilados, estatales y docentes bajo el gobierno de Fernando de la Rúa: “Le voy a contar lo que dice la gente… es excelente como ministro de economía y demás. ¿A usted le sorprendió que yo lo iba a votar? Usted es un hombre nuevo, honesto, sincero, me parece que además su plataforma política es muy atractiva, muy atrayente, entonces ¿por qué no lo vamos a votar?

Aun así, siempre hay lugar para las sorpresas agradables en la vida de las personas y Rosa María Juana tuvo un notable gesto cuando murió el ex presidente Néstor Kirchner. Sus palabras fueron provistas de una extraña contemplación hacia Cristina Kirchner: “Hemos vivido días de duelo, este es momento de concordia para toda la Argentina y que de verdad estemos al lado de nuestra presidenta…. Admiro su fortaleza, su entereza y lo digna que ha sido en el velatorio”.

La que nunca dudó en reclamar respeto, la que siempre insistió con una moral ultramontana que no se condice con su prédica, la que hizo un culto del autoelogio durante años, la que representa muchos vicios de un tiempo en el que no pocos valoraban la muerte y la opresión de los más débiles, cumple hoy 93 años.

Nada más oportuno y menos original para describir a Rosa María: “Lo que no es, puede llegar a ser. Como te ven te tratan, y si te ven mal, te maltratan y si te ven bien, te contratan».