Por Mario Luzuriaga

Con gran expectativa, anoche se realizó la avant premiere de la película «El peso de la ley», opera prima de Fernán Mirás protagonizada por Paola Barrientos, Darío Grandinetti y María Onetto. El estreno tuvo como escenario a un cine céntrico y luego de la proyección Grandinetti y Mirás dialogaron con la prensa.

La historia está basada en un caso real, uno de esos que en cualquier tribunal del país es ignorado por ser menor y sobretodo por la negligencia que tienen alguna de las personas que trabajan dentro del sistema judicial. Mirás dialogó en exclusiva con Conclusión acerca de su ópera prima y qué lo motivó hacerla.

—Fue una apuesta muy arriesgada por ser tu primer película…

—Me parece que sí, pero no sé si soy yo el que lo tendría que decir. Pero sí hubo un momento en el cual, ahora es fácil decirlo porque la peli está hecha, pero había una combinación de cuestiones que uno no puede revelar. Marcelo Piñeyro me decía que mi película toma cosas de los hermanos Cohen con temas sociales (risas).

—Será por la complejidad que tienen los personajes…

—A mí me interesaba mucho la cuestión del pueblo que fue abandonado por la civilización y yo sentía mucho eso de la historia. Más allá del trabajo del guión, cuando empecé a trabajar en la dirección supe que la película podía mostrar a la civilización en esas oficinas de justicia y un pueblo abandonado por esa civilización. El pueblo original no es así, parece que le cayó una bomba nuclear y no hay nadie; y cuando va avanzando la película, el pueblo parece más civilizado que estos abogados que se sacan los ojos y están más preocupados por otras cuestiones. Me gustaba eso y el contraste visual entre esos dos mundos es muy interesante. Por otro lado cuando accedí a ese mundo, y no tengo nada que ver con ese tema legal, el co-guionista es abogado y lo que me interesaba de nuestro trabajo era mi ingenuidad frente a lo que al él le parecía obvio. Lo primero que aprendés en Derecho es que la Justicia no existe, sino lo que se puede probar y no lo entendía. Esa especie de reducción lo que me revelaba mi ingenuidad como ciudadano frente al sistema judicial. De alguna manera yo sentía que mi visión frente a ese expediente y la experiencia de mi co-guionista fue lo que transformó a la historia.

—¿Te costó mucho armar estos personajes?

—Muchas actitudes de abogados que entrevisté tenían un humor muy particular y combiné esas cosas y le dieron un tono a la película, a la hora de editar, no sabía hasta dónde resistir. Me sorprendió sentir que lo resistía y hoy en día mi viaje más maravilloso es ver esa combinación en la que la gente se ría y se calle y se vuelva a reír es para mi es gratificante.

—Hay ciertos momentos en los cuales no es para reír…

—Pero te diría otra cosa más curiosa que para mí tiene que ver con el germen del proyecto de manera rara de como se da. El que lleva el tema al director es el guionista y elige un tema, y esa visión queda expuesta. Yo he visto películas en la que vos sentís que ese director no se da cuenta que baja lineamiento con su película. Me ha pasado con películas norteamericanas donde decís «qué me estás vendiendo», sos muy responsable de tus ideas sin darte cuenta. A mí me parecía que yo era consciente de esto y lo curioso es que el germen de ese expediente es que son tan patéticos y graciosos; y los abogados los tienen fotocopiados para reírse y es gravísimo. Mi co-guionista se recibió hace más de veinte años y usó ese expediente como tesis y para mí la mirada que él tenía de un expediente era que todos se reían, eso de alguna manera le dio el tono a la historia. Te podés reír de este expediente o te puede parecer algo horroroso.