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Puertas cerradas, telones bajos, salas desiertas y escenarios vacíos ilustraron durante meses el paisaje de los teatros independientes rosarinos, los cuales –a raíz de las restricciones para contener el avance de la pandemia- debieron cerrar a mediados de marzo, lo que se sumó a la parálisis de actividad del año anterior. Si bien en los últimos días el gobierno de Santa Fe anunció la reapertura de estos espacios, referentes teatrales advirtieron que funcionar con un 30% de aforo no llega a saldar los gastos de un espectáculo.

Más allá de que el pasado viernes 9 de julio los teatros, centros culturales y cines -entre otros establecimientos artísticos- pudieron volver a funcionar, estos espacios transitaron meses de incertidumbre, ya que además de no saber cuándo podrían volver a abrir sus puertas, vieron considerablemente reducidos sus ingresos, lo que se tradujo en una gran dificultad para afrontar el pago de alquileres y salarios. 

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La crisis de estos sectores comenzó en marzo del 2020 cuando, ante la amenaza del Covid-19, el gobierno nacional suspendió los eventos públicos presenciales, entre ellos los espectáculos teatrales, musicales, de danza y otras expresiones artísticas. Al verse imposibilitados de trabajar, muchos espacios culturales y artistas de la ciudad decidieron agruparse bajo colectivos para discutir problemáticas, apoyarse y exigir medidas que posibiliten que el sector vuelva a la actividad bajo protocolos.

A pesar de que durante el verano, y gracias a una mejora en los indicadores sanitarios de la provincia, estos espacios pudieron reabrir sus puertas por algo más de tres meses, protagonistas de la actividad dramaturgia de la ciudad destacaron a Conclusión que los teatros independientes suelen ser lugares de una capacidad ya de por sí reducida, por lo que trabajar con un 30% de aforo en muchos casos ni siquiera justifica una apertura, ya que no alcanza a cubrir el costo que conlleva presentar un espectáculo.

Si bien hasta el día de hoy ningún teatro independiente rosarino se vio obligado a cerrar definitivamente y han llegado algunas ayudas, principalmente de parte del Instituto Nacional del Teatro, artistas locales cuestionaron las insuficientes medidas de asistencia del gobierno provincial y de la Municipalidad, y anticiparon que el retorno a la actividad necesitará políticas de fomento.

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A esto se suma una situación de malestar con el gobierno de Santa Fe, ya que a inicios de junio Nación autorizó el regreso de los espectáculos presenciales en todo el país, pero la provincia no adhirió a este decreto. Si bien hace semanas que gimnasios, iglesias y canchas de fútbol funcionan dentro del territorio satantafesino, los espacios culturales recién pudieron abrir sus puertas este viernes.

Para conocer en detalle la situación que atraviesan los espacios culturales, Conclusión dialogó con los referentes teatrales Mayra Sánchez, Nahuel Costa (de Sala Tandava), Laura Copello (del Teatro La Manzana) y Romina Mazzadi (de Espacio Bravo), quienes se desempeñan en distintos roles como la actuación, la dramaturgia, la dirección, la producción o la gestión.

En busca de soluciones colectivas

La incertidumbre de los últimos meses llevó a que los trabajadores del arte y la cultura se organicen en asamblea y conformen una multisectorial. Tras este encuentro, los referentes del teatro decidieron agruparse bajo el colectivo “Teatristas Independientes Autoconvocades”, para discutir las problemáticas en común que encontraba la actividad y construir posibles soluciones.

La dramaturga y encargada de la sala Espacio Bravo, Romina Mazzadi, señaló a Conclusión que en la Asociación de Teatros Independientes de Rosario (ATIR) están nucleadas unas diecinueve salas, que tienen una capacidad que oscila entre las 30 y las 80 personas, lo que significa que si funcionan con un 30% de aforo pueden recibir entre 10 y 25 espectadores por función, aproximadamente.

En relación al trabajo colectivo, la directora y actriz Mayra Sánchez explicó: “Lo que nos unió tiene que ver con la emergencia cultural, porque necesitamos políticas públicas de urgencia para atender esta situación”.

A su turno, y en relación a la demora para habilitar la repertura de espacios culturales, Laura Copello, del Teatro La Manzana, cuestionó: “Los teatros cerramos con la convicción de que era lo que teníamos que hacer para frenar el virus, pero entendemos que el esfuerzo tenía que ser equitativo. Nos molestó la asimetría en las decisiones. Iglesias abiertas, bares abiertos, gimnasios abiertos y teatros cerrados”.

En este sentido, el secretario de Cultura de Rosario, Dante Taparelli, se refirió al tema en un diálogo que mantuvo este martes con Radio Sí 98.9, donde habló de la situación que atraviesa la cultura: “A los grupos de teatro les propuse ir de barrio en barrio haciendo una obra con los vecinos. Yo no quiero la obra de teatro, quiero el ejercicio del teatro, que es de cercanía, de reconocimiento con el otro. Dejémonos de tocar la pandereta y vamos por una épica, que sirva para algo”.

Además, y en relación a la reciente presentación de un proyecto de ordenanza que busca reconocer y regular a los espacios culturales independientes, consideró: “Regularizar los centros culturales significa tomarlos bajo el ala del Estado, y eso también es presupuesto”.

Golpe de pandemia y la necesidad de reinventarse

Tras nueve meses de persianas bajas, cuando los teatros pudieron volver a abrir sus puertas debieron hacerlo con una capacidad reducida, lo que vio limitado los ingresos económicos y la asistencia de público.

“Nuestros espacios fueron los últimos en abrir y los primeros en cerrar. Las salas de teatro independientes son pequeñas, y con el aforo de 30% la gran mayoría solamente puede meter entre 10 y 15 espectadores, con lo cual es más el gasto que el dinero que podría llegar a entrar, no solo para los actores, sino para quien hace las luces, para el boletero, para una cadena de trabajadores que está ahí y que generalmente son invisibilizados”, destacó Mayra Sánchez.

Por su parte, el actor, docente, director teatral y encargado de la Sala Tandava, Nahuel Costa, aclaró a Conclusión que para poder percibir algún ingreso durante los últimos meses se abocaron a sostener virtualmente los talleres de teatro, a pesar de que muchos alumnos prefirieron dejar de tomar sus clases para volver bajo un formato presencial.

“Uno de los mayores ingresos para nuestra sala independiente se genera con lo obtenido en cada función. Había épocas en que por semana presentábamos cuatro o cinco shows y pasar de eso a la nada misma te desestabiliza. Tuvimos que recortar gastos por todos lados, porque hay ciertas cosas que seguir pagando, como el alquiler o los impuestos”, agregó Costa.

La Sala Tandava funciona en un inmueble que es alquilado, lo que representa un considerable gasto mensual. “El año pasado durante cinco meses aproximadamente no abonamos alquiler, lo que nos generó una deuda que debemos financiar. Hay que tomar conciencia de que en estos espacios hay gente laburando y ganándose un sueldo digno para vivir”, detalló Costa.

A su turno, Mazzadi señaló a Conclusión que “Espacio Bravo abrió solo los meses de verano, con capacidad ínfima, y los talleres están al 20% y estuvieron cerrados por varias semanas”. Y aclaró: “Para la economía de los que vivimos de talleres y funciones, todo ayuda y nada alcanza”.

Por su parte, Copello indicó : “Desde marzo de 2020 se pone en juego el sentido de nuestros espacios. Nuestras necesidades son financieras, como el pago de alquileres, impuestos y servicios y el sostenimiento económico de quienes llevan adelante la actividad teatral. Las salas de Teatro Independiente en Rosario tienen una capacidad de entre 30 y 120 personas para las funciones y la posibilidad de trabajar al 50 o al 30% de la capacidad nos deja en un lugar incierto”.

Cultura en emergencia: ¿qué ocurre con las políticas de asistencia?

Si bien el último año agudizó aún más la crisis que viene padeciendo el teatro, la integrante de Teatristas Independientes Autoconvocades Mayra Sánchez detalló: “Durante mucho tiempo el teatro sintió la falta de público en las salas y la falta de fomento”.

Y agregó: “Se necesitan propuestas educativas y políticas de fondo que estimulen el consumo y la producción teatral local. Para nosotros es muy difícil competir con salas que traen obras porteñas. Necesitamos políticas que nos visibilicen, que nos enaltezcan, que nos den trabajo y que nos legitimen, para poder convertir a Rosario en un polo cultural y productivo más grande y más pujante”.

Expuesta la ya difícil situación prepandémica que atravesaban los teatros, con el cierre y la imposibilidad de ofrecer obras al público la crisis se agravó, por lo que estos espacios culturales necesitaron de la asistencia del Estado en sus diversos niveles.

El Instituto Nacional del Teatro, a través del Plan Podestá, asistió económicamente a varios grupos teatrales de la ciudad durante el 2020 y 2021. Sin embargo, los actores apuntaron contra el gobierno de Santa Fe y la Municipalidad de Rosario por sus tardías e insuficientes gestiones para atender las necesidades de los artistas.

“La Provincia hasta el momento no había dado ninguna asistencia al sector, recién ahora sacó la primera ayuda en pandemia, que consiste en un único pago de $30.000 para las salas y espacios culturales. La Municipalidad sólo asistió con bolsones esporádicos de trapos de piso y lavandina”, explicó Costa.

En sintonía, Copello agregó: “Nos sostenemos solidariamente, intentando pensar trabajos a futuro. Pero será necesario un plan articulado entre municipalidad, provincia y Nación para sostener nuestra actividad”.

Y completó: “En esta situación de emergencia tuvimos respuesta del Instituto Nacional del Teatro y es lo que nos permite seguir funcionando, aunque precariamente. El apoyo del Ministerio de Cultura de la Provincia y de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad llega a cuentagotas y nada sistematizado”.

En tanto, el argumento estatal desplegado por Taparelli sobre la eliminación de programas destinados a la cultura estuvo vinculado en la necesidad de atender la emergencia sanitaria. “El 70% del presupuesto total de la Municipalidad se derivó, por ley nacional, a Salud. A ese pedazo de milanesa que nos queda, tratamos de repartirlo lo mejor posible”, explicó.

Si bien el funcionario advirtió que el bajo presupuesto que actualmente recibe Cultura es “temporario”, aclaró que los subsidios que entrega la Secretaría que conduce “son chirolas” y no alcanzarán para combatir la crisis, pero señaló que todos los colectivos culturales son “oídos, escuchados y acompañados” por el Municipio.

¿Qué rol ocupa la cultura en la ciudad?

Los diferentes espacios teatrales también criticaron la eliminación de programas destinados a la cultura, como es el caso de la Comedia Municipal Norberto Campos, y manifestaron que tampoco se generan nuevas políticas orientadas a generar trabajo para los actores y actrices.

Al respecto, Mazzadi cuestionó: “La cartera municipal de Cultura ha desaparecido, desde el año pasado, para dedicarse a la atención de temas sanitarios. En la actividad cultural de la ciudad, la cual muchas veces es usada como bandera, la situación es de abandono total”.

Por su parte, Taparelli aseguró que no se ha disuelto ningún programa, pero aclaró que hay muchos que “eran caros” y que ya no podrán sostenerse en este contexto de crisis.

“Tengo cuarenta instituciones en la espalda, además de todos los colectivos que están por afuera. En este momento estoy tratando de que estos proyectos sean sustentables y para eso puse una oficina de sponsoreo para salir a buscar plata de los privados”, dijo el secretario rosarino, y luego reflexionó: “Imagináte las ganas que tengo de ser funcionario de Cultura cuando entro a la Secretaría, que parece un almacén con cajas de comida hasta el techo. ¿Sabés cómo me siento yo de que vengan estos buenos músicos y actores a hacer una cola para llevarse una caja con aceite y fideos? ¿Tenés idea lo que me pasa a mí moralmente?”.

Dante Taparelli.

De igual manera, es claro que esta problemática acerca de las políticas públicas relacionadas a espacios culturales no es nueva, y que incluso se ha ido profundizando a lo largo de las distintas gestiones municipales de las últimas décadas.

La irregularidad en la que se encuentran muchos espacios culturales por su propia condición (que no es la misma de un boliche ni la de un bar, pero la ley los obliga a tener que encuadrarse en uno u otro) es una deuda pendiente, sobre la que ya muchos colectivos que se han ido formando y disolviendo a lo largo de estos años han intentado luchar.

Esto repercute directamente en el movimiento artístico y en cada uno de los trabajadores de estos espacios culturales, ya que sufren numerosas trabas para poder sostener regularmente su fuente de trabajo. En ese contexto, la pandemia no hizo más que agravar profundamente todas esas faltas, que no pueden ocurrir en una ciudad que luego enarbola al mundo la bandera cultural.