Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale volvieron a emocionar anoche con sus particulares versiones de clásicos y no tanto del tango, en un cierre de año que los paseó por varios escenarios para celebrar el cuarto de siglo de tarea en común.

Esta vez fue la sala del porteño Centro Torquato Tasso la que quedó envuelta en la personal atmósfera que el dúo logra construir en cada encuentro, producto de la conmovedora combinación de la voz de Baglietto, probablemente una de las mejores del país, y la nunca obvia musicalización de Vitale, merecedor ya de un lugar entre los elegidos nacionales del piano.

“Gricel”, “Renaceré” y “Naranjo en flor” abrieron un porteñísimo repertorio, para el que el Tasso hasta pareció el escenario indicado, por esa mezcla de intimidad y medias luces que tiene el salón.

Sólo luego de interpretar también “Como dos extraños”, “Tarde” y “La última curda”, Baglietto se permitió un tímido “buenas noches”.

Si 20 años no son nada, 25 parecen bastante para la conjunción ideal que representan el rosarino y el tecladista: en cada canción los dos se miran, se divierten, juegan, se apoyan y hasta parecen alentarse a no errar en esas nuevas perspectivas que le encontraron a cada clásico.

Todo eso se vio en el mínimo set en el que se dedicaron a las canciones más antiguas y menos tangueras del repertorio de Baglietto: “Carta de un león a otro”, “Eclipse de mar” -cuando hasta actuaron de rockers y de jazzeros- y “En este barrio”.

En las puestas de Baglietto-Vitale la iluminación es un elemento más del espectáculo, plenamente integrado: por esos las luces y sombras para momentos de lucimientos, el “sol” que enfoca únicamente en el cantante cuando se debe, el rayo que el mismo maneja, los golpes de neón para seguir al pianista “volcado” sobre las teclas y el seguidor blanco que el rosarino maneja desde arriba para versos casi personalizados.

“Nuestra vida musical transcurrió entre la música rosarina y el tango y el folklore, al que un virtuoso como Lito se dedicó más. Hasta hacer algo como esto, con (Astor) Piazzolla y `Oblivión`”, dijo Baglietto antes de una conmovedora versión del instrumental del fallecido marplatense, momento de lucimiento en solitario de Vitale.

El cierre se fue acercando con otras interpretaciones de los primeros discos de Baglietto, como “Qué son esas palabras”, “Cuándo” e “Historia de mate cocido”.

Pero para el final, el dúo, vestido como siempre de negro, volvió al empedrado y el lamento porteño con “Garúa”, “Cambalache” y “Nada”, antes de regalar dos bises: “Nostalgia” y el ya clásico “No olvides que una vez tú fuiste sol”.

Ochenta y dos minutos después del primer acorde, corazones y pieles ya estaban por entonces alterados. Y satisfechos, porque la emoción, claro, es contagiosa.