El músico británico Ed Sheeran dejó satisfechos a los fans que anoche colmaron el Campo Argentino de Polo, en el barrio porteño de Palermo, con un concierto en el que apostó a la sencillez de sus composiciones y a su imagen de antihéroe.

El tono del show, que formó parte de su “Divide Tour”, la gira iniciada en 2017 para apoyar su tercer disco, contrastó con la imponente puesta en escena, basada en enormes pantallas con impactantes imágenes y un gran despliegue lumínico

Con una gran simpatía y una gran humildad, el artista británico sostuvo dos horas de concierto sólo con distintas guitarras acústicas y una pedalera en la que grababa secuencias armónicas, percusiones sobre su instrumento, punteos y coros, un conjunto con el que construyó en vivo la instrumentación que lo acompañaba.

Este artilugio colaboró aún más en el tono cálido que puso en juego en el concierto, a través de sus canciones intimistas y su permanente ida y vuelta con el público.

Sheeran abrió el fuego con “Castle on the hill” y prácticamente no dejó fuera del listado ninguno de sus hits, por lo que no faltaron “Perfect”, “Photograph”, “Thinking out loud”, “Sing”, “Shape of you” y “You need me, I don’t need you”, con el que puso el broche final, entre otros.

En esta seguidilla, el músico dejó al descubierto su capacidad para crear románticas y pegadizas melodías que, en algunos momentos caían en un tono monocorde que se rompía con la irrupción de composiciones con tempos un poco más altos.

Curiosamente, en estos casos, el estilo de Sheeran pareciera deberle más al folk, al country e incluso al rap estadounidense, que a la estirpe creada por la profusa lista de grandes compositores que dio la música popular de su país.

Del mismo modo en que el tono de sus canciones resultaron monocordes promediando el show, el recurso de construir la instrumentación por capas a través de efectos que iba grabando se convirtió también en un recurso que fue perdiendo fuerza e hiciera extrañar la presencia de una banda sobre el escenario.

Estas cuestiones no opacaron las buenas intenciones de Sheeran, que se esforzó con creces por darle a sus fans todo aquello que se supone esperaban de él y que, a juzgar por sus reacciones, lo obtuvieron.

El grueso de este público estuvo compuesto por adolescentes y mujeres, estadística que lejos de ser un preconcepto fue confirmada en un divertido discurso del propio Sheeran en medio del show, cuando afirmó que entre quienes no bailaban ni coreaban sus canciones estaban “los novios” y “los superpadres”, a los que caracterizó más preocupados “por el tránsito” que habría al salir de allí y el “alto precio” de las remeras que se vendían.

A ellos en particular, el músico les agradeció su presencia y les pidió “colaboración”. “Bailen y canten igual. Imaginen su canción favorita, si quieren canten una de Metallica, pero canten igual”, bromeó.

Lo cierto es que entre la calidez de Sheeran, el condescendiente listado de canciones y la soberbia puesta en escena, se construyó una velada que ningún fan olvidará y, seguramente, quedará como una de las mejores performances del músico, comparadas con las ofrecidas en el Luna Park en 2015 y en el Estadio de La Plata en 2017.

Previamente, mientras caía una persistente llovizna, el músico británico Passanger desplegó un set también basado en canciones intimistas, que fue recibido de manera entusiasta por el público y sirvió de aperitivo para su presentación del próximo 7 de marzo en el Teatro Vorterix, del barrio porteño de Colegiales.