MIéRCOLES, 27 DE NOV

Dolina: «La radio me permitió salir de territorios que me frustraban»

El genial autor y conductor radial se presentó con su programa "La Venganza será terrible". Pero en su paso por la ciudad dialogó con Conclusión.

Por Mario Luzuriaga

Autor, músico, conductor, actor; hay muchos adjetivos para calificar a Alejandro Dolina, pero el que le queda como anillo al dedo es el de artista.

Hace treinta años que sigue vigente con su programa radial «La Venganza será terrible», en el que sus seguidores se hacen presente noche tras noche y forman parte de este espectáculo en donde el humor, la historia, la poesía y la música confluyen en un solo lugar.

El sábado se presentó en el teatro Broadway haciendo su programa acompañado de Patricio Barton y toda la música, a cargo del trío «Sin nombre».

Conclusión dialogó con Alejandro Dolina en una entrevista en donde repasó sus inicios, su ciclo radial, su paso por la televisión,del cine,  su relación con Diego Maradona y el amor.

—¿Cuál es la fórmula para que «La Venganza será terrible» se mantenga vigente luego de 30 años?

—No hay fórmula porque sino ningún programa duraría menos de de treinta años. No lo sé, lo que hay es lo que ha ocurrido. Hemos tenido un programa que se ha ido modificando a lo largo de los años y se fue convirtiendo en otro; ha cambiado sus integrantes, otros son los mismos pero han modificado sus personas. Todo eso ocurrió sin obedecer a plan ninguno, fue lo mejor que pudimos hacer y hasta aquí llegamos.

—¿Siente que faltaron algunas cosas por hacer?

No sucedieron otras cosas, por ejemplo una propuesta mejor que cambiara nuestra vida como trabajar en España, o por ejemplo dedicarnos a la televisión. Entre algunas cosas que sucedieron y otras que no arribamos a éste fenómeno, y nos preguntamos «¿Cuál ha sido la forma?» y la verdad que ninguna. A lo mejor un examen retrospectivo podría engañarnos mostrándonos algunos patrones o conductas recurrentes y prendernos de eso y decir que «el programa duró 30 años porque nosotros lo hemos hecho o no con público o porque hemos mantenido o no el horario». Pero eso es una tendencia que tiene la gente, especialmente en Argentina, que tiende a confundir correlatividad con lo que tiene una relación de causa y efecto.

—¿Que piensa cuando ve que padres que escuchan su programa van con sus hijos a verlo en sus presentaciones?

—Me gusta mucho, yo siento una gran emoción. Esto empezó a ocurrir en tiempos temprano de «La Venganza…». Ahora son los padres que traen a los hijos, pero me tocó presenciar cómo los hijos traían a sus padres. En una oportunidad me lo encontré en el público a un gran escritor argentino que yo solo lo conocía un poco nada más, que era Pedro Orgambide y venía con el hijo. Estaban muy contentos y muy felices, no por el programa, sino que encontraron un lugar para ir juntos.

«La radio vino a salvarme la vida, vino a darme una actividad nueva y creo que vino, principalmente, a alejarme para siempre de los trabajos que venía haciendo para ganarme la vida»

—En su último libro hace un repaso de los 30 años del programa…

—En realidad no es un libro mío, la editorial Planeta lo editó con una multiplicidad de autores.

—Pero allí me llamó la atención una frase suya. ¿A qué se refiere cuando dijo que la radio le salvó la vida?

—Yo creo que hay mucho de verdad en esa frase que parece un poco demasiada drástica. Pero la verdad es que yo padezco de insomnio y nunca pude desempeñarme bien en los trabajos que conseguía, que naturalmente tenían lugar en horarios de oficina. Yo he sido redactor publicitario y sufría mucho eso; y también sufría una situación vocacional porque, habiéndome preparado para escribir básicamente, con un poco menos de intensidad para la música y la situación teatral, había dado en los andurriales de la publicidad. Pero cuando apareció la radio pude articular algunas destrezas que estaban dormidas por falta de ejercicio. No tanto la de la narrativa porque yo seguía escribiendo, lo hacía en la revista «Humor». Incluso de esos artículos publicados en la revista, estaba por aparecer mi primer libro «Crónicas del Ángel Gris». Pero sí toda vocación musical, teatral y desde luego actoral había desaparecido.

La radio apareció con una hospitalidad para todas esas cosas y también para la narrativa. Y ahí encontré también un horario que me permitía normalizar mi vida, abandonar los territorios publicitarios que tanto me frustraban y retomar mi contacto con la música. En varios aspectos la radio vino a salvarme la vida, vino a darme una actividad nueva y creo que vino, principalmente, a alejarme para siempre de los trabajos que venía haciendo para ganarme la vida.

—Usted habló de perfeccionarse y pudo hacerlo a medida que realizaba el programa.

—Y también para el estudio. Porque fíjese que para llevar una charla diaria, por más que fuese liviana, siempre tenía algo de didáctico o algo relacionado con el pensamiento y yo tenía que prepararlo. Para eso tenía que consultar muchos libros y empecé a leer mucho más de lo que yo ya estaba leyendo. La radio hizo que retome ese contacto con la lectura y empecé a leer de nuevo, no sólo por gusto, sino por necesidad.

«Para mí el amor es lo más importante del mundo»

—Gracias a sus recomendaciones hizo que muchos se interesen y descubran nuevas piezas literarias.

—Puede ser que haya ocurrido eso y en tal caso sería, creo yo, mi mejor logro. En cierta ocasión hablamos del libro «Vida y opiniones» de Tristram Shandy, un libro raro y habiendo sido escrito en el siglo XVII, tiene unos recursos humorísticos y de estructura muy contemporáneos. Y un día pasamos junto a Jorge Dorio por la librería de Elvio Vitale y nos preguntó si habíamos hablado de Shandy, cosa que afirmamos, y comentó que la gente había agotado todos los libros de es autor (risas). Me puse muy contento.

—Sabemos que es un apasionado del cine, ¿cómo fueron sus experiencias en el séptimo arte?

—Son todos muy malos (risas). Tengo recuerdos muy lindos de amistades que se formaron en los rodajes, pero las dos fueron películas muy malas, en ambas aparecí como actor y no responsable de ningún tipo de creación. Lo considero como una de mis grandes frustraciones que ninguno de mis textos, le ha servido a ningún director. Así que el mundo del cine no se ha interesado en que escriba algo y si se interesaron lo hicieron de manera lateral, incluso no recuerdo haber cobrado nada por la primera, pero si por la segunda. Era una película que en su relato tenía costados muy atractivos, pero sin embargo no se terminó de escribir el guión ni terminar de hacerse, porque Diego (Maradona) tuvo que marcharse y se modificaron los planes de filmación.

—Pero se dio el gusto de estar compartiendo escenas con el futbolista más grande de todos los tiempos.

—Sí, claro, nosotros hemos desarrollado una gran simpatía. Cada tanto nos vemos y son encuentros muy emotivos, llenos de lágrimas y parecemos dos borrachos rencontrándose (risas). No tenemos un proyecto juntos, pero cada vez que nos encontramos hay siempre gestos de gran simpatía. Y escribió un texto muy cariñoso para éste libro de los 30 años.

—Recuerdo también esas palabras que tuvo para con Diego, cuando fue sacado del mundial 94.

—Yo no lo conocía en ese momento, pero me agradeció mucho esas palabras. Después nos divertimos mucho en la filmación de la película, el estaba parando en Punta del Este, donde se filmó. Hacía un frío terrible, era invierno, y entonces recorríamos una Punta del Este desierta, parecía un pueblo fantasma. Y Diego siempre decía: «Fracaso total de la temporada» (risas).

«El artista tiene un sesgo de manipulación, una manipulación deseable, que conduce al placer y a la saciedad del destinatario»

—También hizo su paso en televisión con «La barra de Dolina», «Bar, el infierno» y «Recordando el show de Alejandro Molina».

—Tengo mejores recuerdos con el show de Molina, que fue el único que tiene un valor artístico. Los otros apenas registraban algún tipo de acierto parcial, pero nos divertimos durante un tiempito. Hemos cantado un poco e hicimos algunas comedias musicales, pero nadie se dio mucha gente.

—Pero con «el show de Molina» fue su regreso a la tele.

—Sí, pero el público reaccionó de igual manera que con los anteriores (risas). Ese estaba bien hecho y lo puedo defender. De todos modos no estoy muy interesado, se lo digo con sinceridad, de cautivar a las muchedumbres ni a los medios, ni a los hombres sabios de la Argentina; porque son mentes que no deseo cautivar. En cambio sí, cuando uno se dedica a hacer una obra artística, creo que deseo interesar a las mentes complejas. Hay un mundo que no me interesa como los de la farándula, dueños de los medios de comunicación, con los que no he tenido ni siquiera un conocido. No estoy interesado estar con gente que no lo estuvo conmigo. No tengo ningún tipo de resentimiento con ellos, ni tampoco me levantaría de esta silla en la que estoy sentado, para agradarles.

—Sólo agradarle a sus seguidores…

—Si es que hay alguno (risas).

—Hablando de agradar o encantar, ¿cuán importante es el amor para Alejandro Dolina?

—Como para cualquiera, el amor es lo más importante de la vida. Como digo siempre cambio al mejor de mis amigos por media novia (risas).

—El tango también es otra de sus pasiones, ¿cree que hay alguna posibilidad de un resurgimiento del género en nuestro tiempo?

—Ojalá, tiene que renacer con otra identidad. Nadie retrocede los tiempos, es una de las peores noticias del universo, pero es la verdadera. La única manera de resucitar o renacer es ser hombre, esa es la única forma. Sería como recuperar a una antigua novia en otra mujer. Yo creo que esa clase de música, compleja e interesante, puede resurgir pero tiene que encontrar una nueva forma discursiva. Mire últimamente todos los fenómenos que relacionados con la nube, con la red, con Internet; nos llama la atención con algo que las mentes más despiertas ya empezaron a pensar. Cómo se construye la verdad, el pensamiento; cómo se constituye un «meme», todo eso debe ser tomado en cuenta por el artista. No necesariamente esa forma de penetración o viralización, tiene que estar siempre ligado con intereses espurios, estafas o manipulaciones en el peor sentido de la palabra. El artista tiene un sesgo de manipulación, se puede ver cuando el actor lo hace arriba de un escenario cautivando al público, el mago y el músico también lo es. Esa manipulación es deseable, conduce al placer y a la saciedad del destinatario y en eso tenemos que pensar.

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