Por Mario Luzuriaga

Leonardo D’Espósito es uno de los críticos de cine más respetados del país. Trabaja en reconocidos medios nacionales como la «revista Ñ», «El Amante/Cine», «Noticias»; y en medios internacionales como «Wired» y «Latin American Studies».

Ayer vino a la ciudad a presentar su tercer libro titulado «50 películas para ser feliz», en el bar El Cairo. D’Espósito tuvo la gentileza de dialogar con Conclusión, en la siguiente entrevista.

_¿Qué es lo que realmente te hace feliz?

_ La verdad no sé, hay una gran variedad de cosas. Lo que sí se es que la felicidad ocurre, pasa, o como decía Borges, sucede. Es una conjunción de momentos o de sensaciones que, incluso en el peor de los días, produce eso que es la felicidad. Es esta combinación de satisfacción y alegría; alegría por la satisfacción y satisfacción por la alegría. Se van retroalimentando y que puede ocurrir en cualquier momento y de cualquier manera  y no necesariamente por una causa en particular. El cine me hace feliz porque lo elegí como una forma de profesión, más allá de que no hago películas porque me produce felicidad. Pero creo que no tengo una fórmula precisa de qué es lo que me hace feliz, sino que tengo la certeza de que va a ocurrir.

_ ¿Sentís felicidad cuando entras a la sala de cine, por el solo hecho de lo que te vas a encontrar?

_ He tenido tres momentos en mi vida, el primero es saber que el aroma del cine ya te provocaba felicidad, entrar a esos cine clubes. Estás preparado para la felicidad, saber que algo nuevo va a pasar delante de tus ojos. El segundo es cuando el cine se volvió mi profesión, todo aquello que podría ser la fuerza feliz, decantó en una especie de costumbre querida y me ocasionaba felicidad.

Y el tercero, mi actual, volví a sentir la promesa de felicidad cuando entro a la sala. Es muy difícil de lograr sentir eso, cuando el cine se te vuelve como profesión; se pierda la inocencia, el descubrir. Pero en algún momento ese «saber» que uno va incorporando por capas genera la alegría y la satisfacción de la forma, entiendo esto y veo la belleza que hay detrás de la historia que me están contando.

_¿Crees que esta felicidad que tiene uno por el cine se ve opacada por el avance de la tecnología, a la hora de ver filtraciones por sitios webs?

_ Ni. Yo creo que hay un problema y es que hay que reducir el cine en sus componentes. Hubo una tradición de críticos en Argentina, y algunos lo siguen haciendo, que creen que el cine es una acumulación de capas. Actuación, música, fotografía, guión, dirección, etc; en la que elogian los componentes por separado como si realmente se pudiera contabilizar todo eso y no lo que realmente importa en una película que es la relación de todos esos elementos. Me parece que la sobreinformación sólo perjudica al nivel de la narración. Pero si nos quedamos con que sólo las películas son lo que nos cuentan, no estamos entendiendo nada porque el cine no es eso. Eso es una parte del cine y una parte sustancial del cine narrativo o de tradición clásica, que no es todo el cine. No podés explicar una película de Norman McLaren, no podes contar como si fuera un «cuentito» películas de Jean Luc Goddard. Tenés que verlo, es una experiencia del todo. Si alguien pierde el placer porque le cuentan el final de una película, como por ejemplo en de «Sexto Sentido», entonces no estás viendo la película. No ves los climas ni las relaciones que hay entre los elementos, no estás viendo el universo.

_¿En qué te inspiraste para escribir «50 películas para ser feliz»?

_ Hay motivos: el primero es personal porque quería escribir sobre las películas que más me gustaban, faltan algunas todavía. Quería sacarme las ganas, el crítico madura es el que escribe a favor y compartir sus hallazgos y su felicidad. La felicidad proviene de compartir algo querido. Y el otro es un motivo político, y no hablo de ideologías, que es defender lo que se llama «el final feliz». El «final feliz» es un arte muy difícil, porque el público tiene que creer que ese final es feliz y además porque la vida termina con la muerte. Tendemos a lo solemne, lo serio y lo triste porque nuestra vida no está llena de felicidad.

Los momentos felices son escasos, los hay siempre. Mala noticia: no se puede ser feliz todo el tiempo; buena noticia: la felicidad ocurre en cualquier momento. Encontrar filmes y que lleguen limpiamente a un final feliz, con armas nobles y coherentes, es muy difícil. Hay que reivindicar el sentido del final feliz, acabar con esa falsa intelectualidad de que «si termina mal, está bien»; o «no me gustó porque la gente termina contenta». Es una confusión lingüística porque se confunde la seriedad con la solemnidad.

_Un ejemplo que se me ocurre al respecto es que Christopher Nolan equivocó estos conceptos a la hora de hacer la trilogía de Batman…

_ Yo creo la última, «Batman: el caballero de la noche asciende», es muy desmañada.  Esterilizó al personaje de algo que muchos que quieren hacer algo serio con la historieta, pero la realidad es que el cómic es siempre satírico. El término viene de tiras cómicas que venían en los diarios. Siempre se tiene algo de surrealista, de desbordado, de satírico y de absurdo. Cuando vos tratas de volver realista o hiper realista algo de eso siempre hay algo que choca. En la segunda película, sin embargo, hay un estado de gracia de todos los actores, y no sólo de Heath Ledger, sino de todos. Fue una película política en donde se enfrentaban el caos y el orden; y que el triunfo del orden siempre es provisorio. John Carpenter lo tiene claro en sus cintas, en la que luego el caos reina y más en la película «Escape de Los Ángeles»; donde se termina todo. Lo de Nolan era una solemnidad sobrecargada y se olvida de su película.

_ Se puede ser serio con otros personajes sin caer en esa solemnidad.

_ Para mí «Guardianes de la Galaxia» es una obra maestra y muy seria. Un ejemplo claro es la película «El espejo» de Jafar Panahi, que está en el libro, es una película que en un momento vuelca a lo absurdo y la convierte en una aventura divertida por un gesto y en ningún momento deja de ser seria. Muestra las relaciones que hay entre la realidad y la ficción por ejemplo o lo que realmente vivían los iraníes a la hora de hacer cine para evitar la censura. «Amarcord» es una película seria, a pesar de que en cada secuencia uno se ríe y emociona. Se cuenta el pasado de manera seria. «Toy Story» también porque habla de la futilidad de los objetos, del paso del tiempo, de la aceptación del mundo tal cual es.

_ Hay algo que llama la atención en libro, que es la incorporación de la película argentina «El telo y la tele».

_ Yo sé que parece un chiste haberla incorporado, pero no lo es. En los ochenta el cine argentino hacía pocas y malas películas, recaudando mucho porque todavía el video cassette no estaba en su auge. Se hacía cualquier cosa y de mala calidad, se hacían alrededor de 20 películas por año; hoy hablamos de más de 100 películas. Recordemos que en el año 90 sólo se hicieron 12. En esa época de los ochenta se había terminado la dictadura y se vino el gran destape. Cuando ganó Alfonsín tenía 15 años y con mis amigos fuimos a ver el «Decamerón» de Passolini y me hicieron devolver las entradas porque pensaron que iban a ver cuerpos desnudos (risas), y terminamos yendo a ver «El telo y la tele».

Es una peli llena de mujeres desnudas y de sexo, que no es pornográfica, porque el sexo está tomado de forma absurda y cotidiana que reflejaba bien lo que eran esos ochenta post-dictadura. Y además está hecha con mucha alegría, porque se nota que se divierten al hacerla. La película es mala, no la reivindico como buena, técnicamente es horrible. Tiene algunos hallazgos con la actuación de Carmen Barbieri , o Guillermo Francella y Thelma Stefani donde era una pareja que iba a tener sexo pero eran militantes peronistas y radicales. Era muy absurda, pero reflejaba bien de que se acabó el miedo de que la felicidad está a la vuelta de la esquina. Yo la recomiendo para que la vean porque no es misógina, a pesar que digan lo contrario, es una peli con todo el humor porteño que venía retraído y vale la pena ver reflejada esa alegría que se vivía y es un fiel retrato de la Argentina.