Cumpleaños 95 de Carlitos Balá: el ídolo de todos los tiempos
Nació como Carlos Salim Balaá, pero para todo un país es Carlitos o Balá, a secas. Marca registrada vinculada a la infancia de varias generaciones, a ese humor naif que, como tal, aún hoy sigue despertando sonrisas.
- Espectáculos
- Ago 13, 2020
Carlitos Balá cumple 95 años. Aunque, a decir verdad, su porte, el eterno flequillo y las chaquetas con brillos de show se empecinan en desmentir tal cifra. De esos 95 años, tan solo unos pocos lo mantuvieron lejos del universo del espectáculo. Es que ni bien pudo empezó a hacer de las suyas. Es de los privilegiados que no tuvieron dudas vocacionales. Desarrolló y fue fiel a una sola vocación: hacer reír. Esa misma inspiración que, 95 años después, lo mantiene vigente.
Nació como Carlos Salim Balaá, pero para todo un país es Carlitos o Balá, a secas. Marca registrada vinculada a la infancia de varias generaciones, a ese humor naif que, como tal, aún hoy sigue despertando sonrisas. Creó un estilo con identidad propia. Logró lo que pocos.
De muy jovencito ya se subía a los colectivos de la línea 39 en Chacarita, su barrio. Los choferes lo conocían y muchos de los pasajeros también. En cuando se ponía primera por Federico Lacroze hacia Palermo, empezaba la función nómade. Carlitos comenzaba a desandar chistes, contar pequeñas historias, interpretar personajes y entablar un ida y vuelta genuino con ese público espontáneo y poco usual. Esa platea de 21 asientos que no imaginaba que estaba ante quien, con los años, se convertiría en la gran estrella del espectáculo para chicos y en el creador de frases que, con solo decirlas, remiten a él. «¿Qué gusto tiene la sala?», o un golpeteo que incita a una sola respuesta: «Balá». Todo dicho.
«Aún hoy, Carlitos juega como un chico. Se divierte como el primer día, no perdió su esencia», reconoce Laura Franco. La actriz, conocida por los chicos como Panam, invitó a Carlitos a sus espectáculos planteando el vínculo del artista con las nuevas generaciones. Este nuevo cumpleaños lo encuentra a Balá en una situación atípica. La pandemia y la consecuente cuarentena le impiden festejar como él acostumbra. Y, desde ya, le imposibilita seguir presentando su show en vivo o acompañar a Panam en sus espectáculos. «Papá está contento. Adentro, bien cuidado por mi mamá, por mí, y por mi hija María Laura que es chef y le cocina», explica Laura, hija del cómico.
Martha Venturiello es la mujer que acompaña a Balá con profundo enamoramiento y devoción. Admira a su marido, es la madre de Laura y Martín, y no duda en escoltar a su esposo a sus funciones o a los innumerables homenajes fruto de una trayectoria sin sobresaltos. Balá se ganó el cariño de la gente, el respeto del público y de los colegas. Jamás estuvo vinculado a un escándalo. Transparente. Sin doble faz. Así, como él, no son tantos en un mundo del espectáculo de egos sobresaltados y famas efímeras.
Aquí llegó Balá
Padre libanés y madre croata. Pero fue su tía Norma la que lo indujo a seguir el impulso de su vocación. Con cierto prejuicio generacional, los padres de Carlos no querían que su hijo pasase necesidades, por eso lo alentaban a seguir una carrera algo más estable, que no tuviera los vaivenes que suele conllevar la vida del artista. Muy jovencito, y temiendo a la reacción de su padre, se presentó en una audición radial con el seudónimo de Carlos Valdez. Ganó el concurso. Su papá, no podía ser de otra manera, estaba escuchando, pero no lo reconoció. Al tiempo decidió blanquear la situación y hasta presentarse con su nombre real, aunque el Balaá mutó en el más accesible Balá. No se equivocó.
Su primer personaje fue un hombre nervioso, que de tan crispado generaba risa. Muchos años después, esa creación seguía formando parte de su repertorio. A partir de 1958 se presentó integrando un trío junto a Jorge Marchesini y Alberto Locati. Aquellas participaciones en Radio El Mundo ya lo colocaban en un lugar destacado. La formación humorística sobrevivió hasta 1960, año en el que Balá inició su ascendente carrera personal.
La Telekermese musical y El Show de Antonio Prieto fueron algunos de los primeros programas de televisión en los que participó en aquellos tiempos iniciales. En esa época, además, se había convertido en una de las figuras de Radio Splendid y descollaba con su personaje Jacobo Gómez. En 1962 debutó en Telecómicos, por Canal 9. La propuesta fue un gran espaldarazo para su popularidad. Un año después llegó al teatro con Canuto Cañete, conscripto del siete. Fue tal el suceso que lo contrataron para tener su propio programa: Balamicina, con libros de Gerardo Sofovich. Al tiempo, filmaría la película Canuto Cañete y se sucederían varios programas exitosos como El soldado Balá, con libro de Abel Santa Cruz; El flequillo de Balá, con guiones de Aldo Cammarota; y El clan de Balá, con autoría compartida de Juan Carlos Mesa, Carlos Garaycochea y Jorge Basurto. Que su apellido figurase en el nombre de los programas eran una garantía de éxito.
Fue tal la repercusión de su personaje Canuto Cañete, acaso el primero que logró gran trascendencia de una galería de varios, que fue llevado al cine con diversas historias. Canuto Cañete y los 40 ladrones y Canuto Cañete detective privado conformaron la trilogía que se había iniciado con Canuto Cañete, conscripto del siete. Corría la primera mitad de la década del 60.
El show ya comenzó
Luego de participar en Sábados circulares, con la conducción de Pipo Mancera, comenzaría a desarrollar el show que lo convirtió en la estrella del público infantil. A partir de la década del 70, su programa apeló a una fórmula basada en canciones, sketches y juegos con los niños que visitaban los estudios de Canal 13 o de ATC, donde el formato se consolidó a lo largo de varias temporadas.
Fue en su programa donde se hicieron populares personajes como Petronilo, ese que se repetía a sí mismo: «pega la vuelta, la Argentina te queda chica, necesitás dos números más», o El indeciso. El perro Angueto era invisible, pero acompañaba a Carlitos en su disparate. Y si el humor era un pilar, la música era otro. En cada programa, como repetía en sus presentaciones en teatros y circos, Carlitos cantaba aquellos hits como «Aquí llegó Balá», «Hagamos un gestito de idea»,»Hormigas trabajando», «La carrindanga», «El profesor distraído» o «Felicidad empieza con Fe». El que esté libre de cantarlos, que tire la primera piedra.
Los programas de Balá se sostenían en la inocencia. No apuraban los tiempos de la infancia. Y siempre contenían algún tono didáctico a través de enseñanzas o acciones colectivas como la que se concretaba en el famoso Chupetómetro, aquel gigante recipiente vertical donde los niños dejaban sus chupetes, cuando ya no era edad para tenerlos en la boca. Las cartas que el ídolo recibía se podían contar por miles cada semana. Contenían mensajes y, sobre todo, dibujos de su público. Buena parte de ese acervo, el actor lo conserva en prolijos biblioratos en el escritorio de su piso de la avenida Las Heras, donde vive desde hace años con una vista inmaculada al Río de la Plata. Mientras desarrollaba su show televisivo, Balá también participaba de películas familiares junto a figuras populares como Palito Ortega o Las Trillizas de Oro. Así, estelarizó Dos locos en el aire o El tío disparate, entre tantos otros títulos que siempre contaron con favor del público.
«Hizo una carrera espectacular. Hizo una comicidad sana, sketches, canciones, un montón de películas. Toda la vida se dedicó a su público. Siempre trabajó para la familia. Ese fue su público», reconoce su hija Laura.
«El humor de Carlitos sigue vigente. Lo disfrutan los chicos más chiquitos que lo descubren y los adultos que son los papás de esos nenes, pero que recuerdan su infancia junto a Balá», explica Panam, quien, en los últimos años, contó con Carlitos como estrella invitada de sus espectáculos teatrales. El buen vínculo de ambos artistas los llevó a grabar la canción y el clip de «Cuento con vos» o «El gallo», registrado poco antes de la actual pandemia que sacude al mundo. Allí se lo ve a Balá junto a varias figuras invitadas. «Una vez que terminó la canción, Carlitos seguía emitiendo los sonidos de un gallo. Era tan simpático que decidimos dejarlo en el video», recuerda Panam.
Un gestito de idea
Lejos de pensar en el retiro, siempre se las ingenió para estar de gira con su show, acompañar a Panam, presentarse en diversos programas como invitado y celebrar los reconocimientos que, en esta etapa de la vida, está cosechando. Carlos Balá fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura, lo ha reconocido el Senado Nacional y hasta atravesó la estética de bandas como Los Auténticos Decadentes o Los Piojos, que no dudaron en festejarlo. La clásica pizzería Imperio de Chacarita, en la esquina de Federico Lacroze y Corrientes, tiene su foto en la marquesina y una escultura en tamaño real para que los fans posen junto a ella.
Logró trascendencia siendo fiel a su deseo y a un estilo propio. No se dejó llevar por modas ni influencias. Fue él. Y ahí reside, seguramente, gran parte de su éxito. Hasta se dio el lujo de tener lenguaje propio: «Señoras y señores y por qué no lactántricos, tengan ustedes muy buenas tardes. Aquí estamos para hacerlos divertir sanamente y en familia. Haremos lo imposible para que ustedes lo pasen un kilo y dos pancitos. Pero como el movimiento se demuestra andando, andemos. Nos vemos, eaeapepe». Lo que podría resultar inentendible y falto de lógica, Carlitos se encargó que fuese comprendido por todos. Eso solo lo puedo lograr una figura con una profunda injerencia en su audiencia. «Sumbudrule», «zazaza zazaza», «ya mismo y sin cambiar de andén», «duerma sin frazada», «escúcheme una situación», «que lindoooo», un argot propio compartido entre los entendidos del universo Balá.
Panam lamenta no poder festejar hoy el cumpleaños de su amigo, ni compartir el próximo Día del niño con él: «A pesar de todo estoy cerca de ellos. Son una familia hermosa. Martita es una reina. Los amo». Hoy, a sus 95 años, Carlitos sigue soñando con volver a colocarse su chaqueta roja con brillos y el pantalón y los zapatos blancos. Peinar ese flequillo que solo él puede llevar con hidalguía. Y volver a cantar frente a los chicos. Esos que tienen 5 años o 50. «Él está muy agradecido por todo el amor y el cariño que recibe de la gente, que es inmenso. Todos los días lo vemos en sus redes sociales. Lo admiro. No solo como artista, sino como ser humano, y por todos los valores que me inculcó», concluye su hija quien también se ilusiona que pronto su padre vuelva a preguntar sobre un escenario a modo de bienvenida: «¿Qué gusto tiene la sal?» y una hora después saludar a todos con su más profundo deseo: «Nos vemos, eaeapepe».