Publicada por Sudamericana, la última novela de Antonio Dal Masetto, el escritor  italiano nacionalizado argentino, retoma el tópico del viaje en dos sentidos: el interior, que hace el protagonista buscando una forma de redención; y el exterior, donde extraños personajes se cruzan en su camino, con una crisis social de fondo.

Con el estilo claro, directo y reflexivo que lo caracteriza, Dal Masetto presenta al narrador: «Hacía mucho, no sabía cuánto, que vivía a los tumbos, sin ideas claras, sin alicientes, sin entusiasmos. Y así andaba por los días, conviviendo con ese algo sin nombre, mirando las cosas y la gente casi sin verlas, empujando un pie delante del otro sin ir a ninguna parte».

«Me parecía verme en las diferentes etapas de mi vida agobiado por una sucesión de deudas, siempre imprecisas, sin definiciones posibles, nunca resueltas, acumuladas unas contra otras y presionando ahora sobre esta última», ilustra el conflicto en las primeras páginas.

Y resuelve la acción: «No se me ocurría otra cosa que empezar a correr en cualquier dirección, alejarme de todo, de mi vida habitual, de las pocas personas que frecuentaba. Meterme en un tren, en un ómnibus, dejarme llevar, devorar kilómetros. Imaginaba la distancia, cierta forma de velocidad y de vértigo que relacionaba con tomar distancia, como un baño purificador y rescatador».

También, en otra parte, se destaca su capacidad de observación: «Anduve un rato más, vi personas marchando a buen ritmo con su ropa deportiva, vi un grupito sentado en el pasto tomando mate, fui catalogando mentalmente las distintas clases de árboles del parque, me detuve ante algunos cuyos nombres desconocía y después me dirigí a mi propio refugio, cargando con mi propia cosa».

Dal Masetto (Intra, Italia, 1938), hijo de padres campesinos que emigraron a la Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, creció en Salto, provincia de Buenos Aires, donde aprendió el castellano a través de los libros que conseguía al azar en la biblioteca del pueblo.

Para sobrevivir, en su juventud, trabajó como pintor de paredes, vendedor ambulante, heladero, empleado público y obrero en fábricas. Con su primer libro de cuentos, «Lacre», obtuvo en 1964 la primera mención en el concurso Casa de las Américas de La Habana, Cuba.

Autor de una vasta obra atravesada por el desarraigo, la memoria, la soledad, la amistad y los viajes, entre sus libros se destacan «La tierra incomparable», «Siete de oro», «Siempre es difícil volver a casa», «Amores», «Gente del Bajo», «Hay unos tipos abajo», «La culpa» y «Fuego a discreción».

En una entrevista con Télam, Dal Masetto afirmó: «El viaje es la historia. Sin viaje no hay historia. ‘La Odisea’, ‘Moby Dick’, Verne, Salgari, las grandes historias son sobre viajes. El viaje está incorporado en la vida del ser humano, todo el tiempo estamos viajando hacia alguna parte».

«En casi todos mis libros está el tema del viaje. Hubo uno central en mi vida: el de Italia a Argentina, que selló una historia para siempre. Tal vez eso haya incidido para que después se repitan viajes, de alguna manera, reiterando o añorando desde la literatura», sostuvo en ese entonces el escritor.

Sobre su forma de abordar la escritura, dijo: «Es a través del desorden, no tengo otra manera de acercarme a un proyecto literario. El desorden me da libertad. No tengo obligaciones ni estructuras, tiro material y después de abundar mucho en ese desorden, viene un paso posterior de ordenamiento».

«En mi cabeza la escritura tiene mucho que ver con la arquitectura. Cuando imagino un texto lo pienso desde el punto de vista estructural, como un edificio: para que sea coherente, bello y sólido tiene que estar bien armado; un texto está sometido a las mismas leyes», sostuvo el autor de «Oscuramente fuerte es la vida».