Por Guido Brunet

Fotos: @cecicordobaph- All Press Producciones

A diferencia de la gran mayoría de los shows en la actualidad, los celulares no inundaban el auditorio. En el Anfiteatro Municipal, a cuentagotas, los asistentes sacaban sus aparatos para grabar lo que estaba sucediendo. Y lo que pasaba era un demoledor espectáculo sonoro. Ciro y Los Persas, una de las bandas más aceitadas del rock en el país, daba una impecable muestra de virtuosismo en el escenario para ofrecer un show acorde a las expectativas del público, y más aún.

Pero los asistentes preferían no filmar cada segundo del evento. Es que son eran parte de una tradición en que los espectáculos se viven en el momento, no en diferido. Una generación que guarda registro, pero no ve el show a través de la pantalla, sino que lo disfruta mirando y escuchándolo directamente, sin la intermediación del celular.

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Es el mismo público que continúa entonando los cánticos hacia Los Piojos, que se separaron hace casi catorce años. Sin embargo, para esa gente, su público, Ciro siempre seguirá siendo el cantante de esa agrupación única que vino a cambiar el sonido del rock nacional. Y que fue imitado por decenas de artistas, que, una vez disuelta la banda del Palomar, ocuparon ese espacio en la escena del rock, pero de ninguna manera llegaron a cautivar de la misma manera al público.

Durante las casi dos horas de show en el que se vio a un Andrés Ciro Martínez que nunca defrauda como cantante y frontman; se mueve como pez en el agua sobre el rectángulo central, incluso se divirtió dando vueltas en bicicleta en el escenario. En la presentación se conjugaron los clásicos piojosos con las composiciones de esta etapa, que podría catalogarse como solista (a pesar del acompañamiento de los brillantes persas). Ante cada ataque de la guitarra, el público saltaba infinitamente para darle rienda a una alegría tan especial como genuina, la del disfrute de la música en vivo.

Promediando el show, un momento de reivindicación para uno de los grandes artistas locales (aunque roldanense, rosarino por adopción), ya que la estrella de la noche hizo subir al escenario a Ike Parodi, quien había actuado con Los Picantes en la previa del plato principal. Como anillo al dedo le quedó al ex Vudú la versión de La Rosa, que a dúo cantaron con Ciro, no sin antes que Martínez se deshiciera en elogios para el crédito de la ciudad.

Pero la participación rosarina no terminó allí, el guitarrista Palmo Addario también fue invitado para mostrar su infinidad de recursos ante el público piojoso, ya que días antes había sido parte de la banda en el espectáculo sinfónico de El Círculo, por la ausencia en aquella oportunidad del guitarrista Juan Gigena Ábalos, a causa del nacimiento de su hija.

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Los Piojos ya son parte imborrable de la memoria sonora del país. Y su máximo representante estaba en el escenario. ¿Cómo no invocar ese recuerdo? ¿Cómo no cerrar los ojos y en cada canción no viajar hacia esa época? A pesar de la precisión, contundencia y calidad de la agrupación actual, Los Piojos eran únicos. Pero si alguna banda puede hacerle honor es Los Persas.