Por Mario Luzuriaga

Nacido en la villa Carlos Gardel, César González tuvo una juventud difícil, donde cayó en las drogas y la delincuencia. Ingresó en reformatorios y en el año 2005, con 16 años, se encontró primero en el Instituto de Menores Luis Agote y luego en la cárcel de Marcos Paz, entre otros institutos, purgando una condena como cómplice de un secuestro extorsivo. Fue en ese momento que, mediante la ayuda de Patricio Montesano, una persona que dictaba talleres en la prisión, comenzó a acercarse a la lectura y a interesarse por temas políticos, filosóficos y por obras poéticas. Conclusión dialogó con el realizador que presentó su película «Exomologesis», en Distrito Siete.

_¿Cómo te sentís de presentar tu película»Exomologesis» en Rosario?

_ Muy contento porque ya es la sexta vez que vengo a Distrito Siete. Vengo desde el 2010, cuando presenté mi primer libro y después todos mis libros y largometrajes los estrené acá. Creo que después de Buenos Aires, Rosario es una ciudad en la que más he estado.

_¿Cómo fueron tus inicios tanto en la literatura como en el cine?

_ Yo empecé estando preso a leer y a escribir y lo del cine fue posterior, una vez que salí de la cárcel, hace unos siete años.

_ Después de salir de la cárcel, esas vivencias previas, ¿Te inspiraron para escribir o filmar?

_ Si totalmente, yo empecé a escribir estando encerrado, rodeado de paredes, después de una requisa y tortura incluida. Era paralelo y simultaneo a lo que vivía e iba escribiendo.

_¿Quién fue tu maestro a la hora de la escritura?

_ Es un profesor que se llama Patricio Montesano, que es un hermano y un amigo hasta el día de hoy. El iba a dar talleres en la cárcel  y fue el que me transmitió la inquietud y la curiosidad por el arte; y a la vez, la persona que me hizo descubrir las causas que hacen que un pibe termine en la cárcel. Saber que no había sido por casualidad que cayera, sino que tenía una explicación.

_ ¿Se estigmatiza mucho a los chicos que por su status social no pueden expresarse culturalmente?

_ Si, la estigmatización ya está desde el momento que naciste. Si te toca en una villa o en un barrio pobre ya vas a cargar con el estigma. Si vamos a la raíz de la palabra, son esas marcas que le aparecían a los cristianos supuestamente y que llevaban toda su vida. Es así lo que lleva un pibe una carga, como dice Foucault son un peligro biológico y la sociedad cree que eliminándolos o apartándolos se erradica el problema. Pero sabemos que es todo lo contrario.

_¿Cómo fue pasar de la escritura al cine?

_ Yo no lo veo como un paso, sino como una continuidad, yo creo que el cine también es poesía y cuando estoy filmando siento lo mismo como cuando estoy escribiendo. No es que dejé de escribir y hago cine, sigo haciendo las dos cosas en paralelo. Y tengo grandes referentes a la hora de hacer cine como John Cassavettes, Jean Luc Goddard, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Vittorio De Sica, Stanley Kubrick, entre otros. Y en lo nacional Raymundo Gleyzer y Leonardo Favio.

_ ¿»Exomologesis» habla del como funcionan las personas que trabajan dentro de el Estado?

_ Es la lectura que haces es válida, pero la película atraviesa la vida de los sujetos que están insertos dentro de la institución, en lo que se transforman o se convierten. Personas que son inquietas e insubordinadas se empiezan a volverse una masa fría, homogénea e insensible. Transcurre dentro de un departamento, que es una metáfora o una alegoría que puede representar desde la caverna de Platón, una cárcel, un centro de rehabilitación, una escuela o en una casa.

_ ¿Cómo fue trabajar con actores como Juan Minujín y Sofía Castiglione?

_ Fue muy fácil porque, primero y principal, hay una relación humana entre ellos. No con todos los actores construí esta relación humana como con Sofía, Juan y otro gran actor que se llama Gustavo Pardi. Primero lo que nos acercó fue el vínculo afectivo y después con ellos trabaje mi método, lo que yo buscaba, de qué se trataba y lo entendieron. Estoy muy agradecido porque son actores que tiene mucho trabajo y se hicieron un hueco para estar en la película sin cobrar un peso. No porque era una postura, sino porque realmente no había. Me interesa la vida del actor y generar un vínculo humano y afectivo, una vez que eso esté fortalecido enciendo la cámara.