Por Florencia Vizzi

La primera cosa que uno podría decir sobre Billions, que ya va por su caurta temporada, es que es adictiva. Entonces, muchos se preguntarán como una serie sobre el mundo financiero puede resultar adictiva para los tristes mortales, tan lejanos a ese mundo.

Sin embargo, el mundo financiero no es lejano en absoluto. Eso es algo que muchos han comprendido a la fuerza en las debacles económicas de distintos países de los últimos 30 o 40 años. Como puede verse en uno de los tantos fascinantes capítulos de la serie que protagonizan magistralmente Damien Lewis y Paul Giamatti, tan sólo un rumor es, minutos después, noticia, la noticia es bola de nieve, y en pocos días la bola de nieve es un alud que derrumba un emprendimiento pujante que molesta un poquito a los popes de Wall Street.

Claro que la serie no va solo de eso, aunque lo deja muy en claro. No tiene intenciones de ser aleccionadora o moralista. Billions se adentra en los laberintos del poder. El fiscal general de Nueva York tiene un blanco que le permitirá dar un gran golpe y ascender políticamente, y ese blanco es Bobboy Axelroad, cabeza del gigante de Wall Street, AxeCapital. A partir de allí, la serie abre el juego y en ese profundo enfrentamiento entre ambos, en el cual se juegan muchas cosas, que el excelente guión ira develando poco a poco, no  hay buenos ni villanos. Todos son villanos, depende el rol que le toque jugar en cada momento. A veces pueden ser buenos también, pero en el momento que lo son, es porque sirve a sus propios intereses. Billions desnuda crudamente el gobierno del capitalismo financiero, su funcionamiento interno y la total subordinación del poder político que sólo tiene un menudo margen de acción que, generalmente, resulta poco eficaz.

Pero esa crítica feroz al sistema no deja ser fascinante, porque no se detiene en falsas moralinas o en la necesidad de «dar el mensaje». Todo está allí, cada uno sabrá qué tomar y como interpretarlo. Y lo que está allí es impecable, con un trabajo de guión sumamente complejo pero que funciona con la exactitud de un reloj suizo y que sorprende permanentemente con los giros sobre giros del relato y las trampas escondidas que, cuando son expuestas, inevitablemente arrancan una sonrisa al expectador.

La serie no pierde de vista la necesidad de entretener y combina geniales momentos de un humor irónico y filoso con ritmo vertiginoso y medido suspenso. Se toma además, el tiempo necesario para mostrar la complejidad de sus personajes, las luces y las sombras de cada uno de ellos, que no son expuestas de entrada, sino que se revelan de a poco logrando enriquecer el relato.

Párrafo aparte para el trabajo actoral, donde podrían marcarse muy pocas flaquezas. Más alla de Lewis y Giamatti, quienes han demostrado repetidamente sus talentos, Billions hace un despliegue de buenas interpretaciones, encabezadas por David Costabile, en el personaje de Wags, el hombre de confianza de Axe, Maggie Stiff como la psiquiatra motivadora de Axe Capital y a la vez esposa del implacable fiscal y Mailin Åkerman son sólo algunos de los nombres que hacen brillar a Billions.

Sólo queda por agregar el impecable trabajo técnico, en cuanto a ambientación, estética e iluminación. El lujo tal vez sea más sencillo de retratar, y está retratado hasta en los matices más sutiles, pero también logra, a través de ciertas composiciones y escenas, rasgar el velo y representar las miserias sin caer en obviedades. Billions es, simplemente, imperdible.