Por Elisa Soldano – 70/30

La fiesta de Momo, aquel Dios de la burla, el sarcasmo y la ironía, fue un jolgorio en el que tradicionalmente las mujeres no tenían voz, palabra, ni risa. Pero en tiempos de revolución, donde se tambalean las coronas y se desvanece lo sagrado, el monarca fue destronado. Huérfana de su divinidad, la crítica impertinente y el poder de hacer reír al pueblo necesitaban otras gargantas rebeldes que los empuñen. Y estaba claro: las herederas, tenían que ser mujeres.

La Murga “Las Herederas del Pomo” –que por sus iniciales también se hacen llamar HDP- surgió en el año 2017 y es la segunda integrada completamente por mujeres en Rosario. Esta formación rompe con las estructuras tradicionales del género, que históricamente estuvo reservado para los hombres y en el que aún hoy existen ciertas resistencias a la participación de mujeres. “Con la caída del patriarcado se murió Momo y nosotras, las herederas, heredamos el pomo”, explicó a 70/30 Luciana Casado, integrante de la misma.

HDP se trata de un grupo que pone la garganta y el corazón para denunciar situaciones que atraviesan al género femenino y se animan a jugar con el humor y a llevar el goce arriba del escenario. Así, ese conjunto de voces pasó a ocupar un lugar que tradicionalmente se les negó a las mujeres, desde donde denuncian lo que la murga siempre calló y ríen de situaciones con un desenfado que hace emocionar al Carnaval. También, son mujeres quienes llevan el ritmo: platillo, bombo y redoblante marcan los tiempos y ponen en movimiento al público.

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“La crítica al patriarcado va a estar siempre, porque somos mujeres y lo vivimos, lo palpamos, así que todo lo que digamos va en ese tinte, es algo en lo que vamos a caer siempre por gusto, por elección y porque nos traspasa. Pero también intentamos no caer en temas comunes, y sí jugar con el humor”, explicó la ‘heredera’.

Desde su génesis, la murga fue un instrumento de militancia que a través de la sátira y el humor denunciaba lo que aquejaba al pueblo y se reía de quienes tenían el poder. Pero en esta vorágine de transformaciones, donde las luchas sociales están en constante cambio, el género debió reinventarse para no perder el poder de generar crítica afilada y carcajada popular.

En religiones y creencias hegemónicas, la figura de Dios está tan ligada a lo masculino que para algunos resulta insoportable que Momo tenga voz de mujer. Sin embargo, la filosofía de este antihéroe -provocador por naturaleza- se materializa cuando una murga de minas se sube a los escenarios y, a través del canto empoderado, cuestionan estructuras y conductas sociales arcaicas. La murga molesta y las pibas se vuelven carnaval.

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Pero a pesar de que aún existen lugares y personas que se resisten a que en éstas agrupaciones artísticas participen mujeres, Rosario es una ciudad de avanzada en esta cuestión. La gran mayoría de las murgas estilo uruguayo de la ciudad (que se caracterizan por sus coros y letras con crítica social), son mixtas, es decir que están integradas por ambos géneros. Además de que existen dos conjuntos compuestos íntegramente por mujeres.

En este sentido, las murgas de la ciudad se organizaron bajo un colectivo (“Colectivo de murgas estilo uruguayo de Rosario”), el cual además de tener una comisión de género, creó un protocolo antiviolencia para los festivales que organizan desde la agrupación. En este sentido, cada conjunto que integra el colectivo organiza su corso en algún lugar público de la ciudad, a los cuales se puede asistir de manera gratuita. En tiempos de crisis cultural, se ofrecen espectáculos al pueblo, donde –en un acto salvador- el arte hace reír y reflexionar.

“La murga es una voz que tiene muchas cosas para decir. Son muchas gargantas queriendo decir algo. Es un gran instrumento y es fabuloso que lo podamos utilizar con total libertad”, concluyó la murguista. Y si la murga es un canto que empodera, que libera, grito de rebeldía que ríe y cuestiona, no había más opción: la voz del pueblo tenía que ser heredada por mujeres.

Fotos: Suyai Taboada

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