Rubén Alejandro Fraga

“Sal y obtén paz, piensa paz, vive paz y respira paz y la tendrás tan pronto como desees”. La cita es de John Lennon, el mítico líder de los cuatro de Liverpool, de cuyo asesinato se cumplen 39 años este domingo.

Poeta, soñador, pacífico y revolucionario, Lennon vivió “a mil” una existencia que empezó bajo un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial y terminó a balazos, poco después de cumplir los 40 años, la edad a la que había dicho que no quería morir.

“Cuando hagas algo noble y hermoso y nadie se dé cuenta, no estés triste. El amanecer es un espectáculo hermoso y sin embargo la mayor parte de la audiencia duerme todavía”, dijo una vez Lennon.

Había venido al mundo en el atardecer del miércoles 9 de octubre de 1940 en la maternidad de Liverpool, bajo la lluvia de bombas que la Luftwaffe alemana lanzaba sobre esa ciudad inglesa, portuaria y futbolera. Por entonces, la fuerza arrolladora del Tercer Reich alemán liderado por Adolf Hitler intentaba apoderarse también de Inglaterra.

Su madre, Julia Stanley, no dudó a la hora de bautizarlo: lo llamó John Winston Lennon. El segundo nombre se debió a la devoción que Julia sentía por el premier británico Winston Churchill, el “bulldog” que defendió a su país de las garras del nazismo a fuerza de sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas.

Su padre, Fred, un marino mercante, desertó y escapó a África, donde fue apresado. Para cuando pudo regresar a Gran Bretaña, Julia se había unido a otro hombre y había dejado al pequeño John al cuidado de su hermana, Mimi Stanley, con quien vivió su infancia y juventud.

Que sea rock

“De niño fui muy tímido porque no tenía a nadie con quien hablar. Era muy vergonzoso y lo que solía hacer era leer a Oscar Wilde y a Dylan Thomas, libros que mi tía tenía y que hablaban del sufrimiento provocado por las visiones”, recordaría John.

Cuando ingresó en la Escuela de Arte de Liverpool comenzó a escuchar el rock and roll norteamericano. “De todas las cosas que estaban pasando cuando tenía 15 años, la única que me hizo mella fue el rock. Entonces el rock era algo real; todo lo demás era irreal”, sostuvo Lennon.

Por esos años conoció a Cynthia Powell, quien con el tiempo sería su primera esposa –y le daría su primer hijo: Julian– y formó varias bandas como destacado guitarrista antes de llegar, finalmente, a Los Beatles, cuyo nombre ideó.

En 1956, mientras tocaba su guitarra en una iglesia, conoció a Paul McCartney. Más tarde entraron a la banda George Harrison y Pete Best, quien después sería reemplazado por Ringo Starr para así conformar la clásica alineación de Los Beatles.

 

El primer simple

En septiembre de 1962 salió el primer simple de Los Beatles, “Love me do”, y estuvo en el puesto 17 de las listas británicas de música pop. El segundo disco, “Please please me”, llegó al puesto 2.

A fines de 1963, Los Beatles ya eran los músicos más populares de la historia británica, con admiradores tan diversos como la reina madre y una legión de adolescentes histéricas.

Al año siguiente, cuando una gira por Estados Unidos –iniciada con dos apariciones en el “Ed Sullivan Show”– llevó la “beatlemanía” a ese país, la profecía del representante de los cuatro de Liverpool, Brian Epstein, se hizo realidad: el grupo era “más grande que Elvis Presley”. A partir de allí, Los Beatles revolucionaron el rock y se convirtieron en los músicos de la contracultura, en el contexto de los inolvidables años 60.

En 1966 John conoció en un museo a la artista japonesa Yoko Ono con quien contrajo matrimonio tras divorciarse de Cynthia. Con ella tuvo otro hijo: Sean. En 1970, tras la separación de Los Beatles, Lennon comenzó una carrera como solista nutrida de canciones clásicas, aunque nunca en una línea tan “comercial” como la de su colega McCartney.

“Creo en todo hasta que algo lo desmienta. Creo en hadas, en mitos, dragones. Todo existe, aunque sea en tu mente. ¿Quién va a decir que los sueños y pesadillas no son tan reales como el aquí y ahora? La realidad deja mucho para la imaginación”, expresó alguna vez el creador de Imagine.

 

“Si pudiera ser un maldito pescador lo sería. Si tuviera la capacidad de ser cualquier cosa menos lo que soy, lo sería. No es divertido ser un artista. Es una tortura”. Así pensaba Lennon, quien cayó ante los cinco balazos que le descerrajó un maniático que dijo haber seguido “las instrucciones de Dios”.

Poco antes de las 11 de la noche del lunes 8 de diciembre de 1980, Mark David Chapman, un lunático de 25 años a quien unas horas antes Lennon le había firmado un autógrafo, le disparó a quemarropa por la espalda frente a las puertas del domicilio del artista, el edificio Dakota de Nueva York, cuando el ex Beatle regresaba de una sesión de grabación junto a Yoko Ono.

Durante el juicio en el que se lo condenó a cadena perpetua, el agresor –un cristiano devoto, oriundo de Decatur, Georgia– explicó que vio en el asesinato la posibilidad de adquirir fama. Y dijo que se había sentido ofendido por las críticas de Lennon a la religión cuando el músico había proclamado que Los Beatles eran “más populares que Jesús”.

A 39 años del crimen, la leyenda de Lennon aún vive y a Chapman sólo le resta esperar que llegue el día en que la muerte lo visite en la cárcel.

El cinismo de un asesino

Chapman fue condenado a prisión de por vida. Le dieron la posibilidad de pedir por su libertad condicional una vez que hubiera cumplido 20 años de sentencia. Desde entonces pide cada año ese beneficio. Nunca se lo otorgaron. En agosto de 2018 fue la última vez que lo hizo, con idéntico resultado.

Durante esa audiencia, el homicida de Lennon debió relatar cómo fueron esos momentos en que decidió terminar con la vida del artista. Frente al comité examinador encargado de decidir sobre su libertad condicional, Chapman hizo una revelación cínica: dijo que utilizó una munición especial para asegurarse de que el ex Beatle muriera y no sufriera.

“Cargué esas balas para asegurarme de que estaría muerto”, dijo Chapman a la junta. “Fue inmediatamente después del crimen que me preocupé de que él no sufriera”.

Luego, contó, lo invadió un remordimiento inmediato. El mismo que lo persigue hasta ahora. “Cada año que pasa siento más y más remordimiento”, expresó el asesino, quien ya intentó 10 veces obtener el beneficio de la libertad condicional, sin tener éxito.

Chapman prosiguió: «Estaba demasiado lejos. Recuerdo haber pensado: ‘Oye, ya tienes el álbum, mira esto, lo firmó, solo ve a casa’. Pero no había forma de que fuera a casa».

El análisis balístico de la policía describió al arma como un revólver calibre .38 Special de Charter Armas con evidencia de descarga en las cinco cámaras. El cargador estaba vacío con sus vainas descargadas. El arma fue probada como operable. Las balas eran de punta hueca diseñadas para ser especialmente destructivas.

Yoko, en el medio de la polémica

A 39 años de aquellos cinco disparos de un demente que estallaron en la fría noche neoyorquina no quedan dudas de que la genialidad de John Lennon venció ampliamente a la muerte. Un legado enorme pero no exento de agrias polémicas entre familiares y fans del legendario músico.

La japonesa Yoko Ono, de 86 años, fue señalada muchas veces como la mujer que desmembró a Los Beatles, alejando a John Lennon de la mítica banda, llevándolo hacia la música experimental, alentando su hábito de consumo de drogas y poniendo fin, así, a una de las más grandes sociedades del pop, compartida con Paul McCartney.

Lennon se mostró muy susceptible frente a esas acusaciones antes de su prematura muerte, declarando en una entrevista concedida en 1970 que con Yoko estaban “muy dolidos” por el modo en que otros integrantes de la banda trataron a la pareja.

Sin dudas, Ono fue una fuente de tensión entre los miembros del grupo, impulsando a Lennon a decir que Los Beatles se “hartaron” de McCartney después de la muerte del manager de la banda, Brian Epstein.

Pero mientras muchos lamentan el día en que ella y John se conocieron y la acusan de haber vuelto a escribir la historia jugando con su música, otros argumentan que si no hubiera sido por su firme vigilancia y, en ocasiones, gracias a su promoción, no habría legado alguno.