Alejandro Agresti fue cálidamente recibido en la función de prensa de la mañana y en la gala que se desarrolló a la noche en la ciudad costera, en el marco de la 30° Edición del Festival de Cine.
La idea de la vuelta de Agresti, luego de su experiencia en Hollywood donde dirigió «La casa del lago», con protagónicos de Keanu Reeves y Sandra Bullock, es casi una figura discursiva porque el director de «Buenos Aires Vice Versa», «El viento se llevó lo que» y «Valentín» (que presentó en este festival en 2003) parece que, como Pichuco, siempre está llegando.
De hecho, dice estar a punto de abandonar su residencia en Holanda y mudarse definitivamente a la Argentina el año próximo, y algo de esta preferencia por lo propio se percibe en «Mecánica Popular», un filme con una fuerte carga dramática donde las palabras y las acentuaciones propias de la ciudad de Buenos Aires adquieren dimensión y resonancia.
«Cuando estás afuera -cuenta- el tema del habla adquiere otra dimensión, de tanto extrañarlo es como que le prestás mucha más atención que el tipo que vive acá, estás atento a sus ritmos, a sus giros, a la materia de que está hecho, le das más valor».
Consultado sobre la cuestión que pone en juego en «Mecánica Popular», dice que se trata del «esnobismo intelectual porteño» y aclara que «es algo que toqué en varios guiones pero de manera tangencial y que acá decidí que fuera el tema central».
«Hay gente que se viste con un traje Armani y otra gente se viste con libros, eso es lo que le pasa a Zavadikner (personaje que encarna Alejandro Awada) que hace como un balance en esa noche en que transcurre la película y del que en el barrio se podría decir que es un burgués intelectual, un tipo que en vez de comprarse un Mercedes se compró libros», dice Agresti en un charla con Télam en el Hotel Provincial de Mar del Plata, punto de encuentro con las figuras que participan del festival.
«Yo creo que los porteños somos un poco snobs, ser escritor, ser artista, ser psicoanalista puede ser como un barniz, un toque de distinción, a veces da la impresión de que como no tenemos plata para ser burgueses materiales somos burgueses intelectuales, que usamos a los filósofos para salir a pasear o presumir un estatus y la película apunta a interrogar si esta vinculación con lo intelectual es algo genuino o una pose», dice.
Profundizando la idea y yendo en parte al desarrollo discursivo del filme, que pone en juego cuestiones como la libertad creativa, los tutelajes que impone el mercado, el arte moderno y la manipulación de temas y estilos, Agresti dice que está con ganas de dedicarle la película a una mujer de la limpieza italiana que días atrás causó un escándalo cuando en el museo Bolzano de Milán barrió y tiró a la basura una obra de arte vanguardista que estaba en exposición creyendo que se trataba de restos de una noche de jolgorio y no una instalación plástica que representaba el hedonismo y la corrupción política de los años 80.
«Es un poco eso que te decía antes, te podés vestir con un Armani o te podés vestir con un Lacan», repite.
En «Mecánica Popular», que tiene previsto su estreno comercial en marzo del año próximo en Argentina, Agresti contó con un fuerte elenco liderado por Awada y que componen también Patricio Contreras, Romina Ricci y Marina Glezer, que convoca duelos y triángulos actorales en los que los cuatro se sacan astillas y que si bien arranca de mañana remite inmediatamente a la noche previa, donde accidentalmente se encuentran un editor desencantado con él mismo (Awada), una joven con aspiraciones a escritora que exige lean su primera novela al precio de suicidarse (Glezer), un extraño hombre de la seguridad (Contreras) y el fantasma de la ex mujer del editor (Ricci).
«Es una película de actores, ellos cuentan la historia, es conversacional de punta a punta, dramática y es también una película sobre palabras, que no quiere presumir de muda sino que dice y no evita la palabra pero que cuando dice también contradice, creando climas y atmósferas en las que el cine tiene mucho que aportar», asegura.
Discurriendo sobre idas y vueltas, sobre Hollywood y Argentina, Agresti dice que «acá hay más libertad si querés hacer algo alternativo o independiente pero si querés hacer dinero también tenés que recurrir a las fórmulas».
«En Hollywood -dice Agresti que además de dirigir «La casa del lago» trabajó mucho como escritor en la sombra de distintos guiones- tenés que cuidarte de no desaprender muchas cosas valiosas y de ser consciente de quién sos pero también hay cosas que aprendés».
«Yo aprendí, y ya de grande, a ser riguroso, te permiten tener tus formas y ser libre pero te exigen que seas extremadamente riguroso y que no te quedes con la primera idea sino que sigas y sigas trabajando, que reescribas hasta llegar a la mejor alternativa, es como que hay que todo es parte de un proceso y que hay seguir pensando hasta el final y eso es algo que te fortalece.»