«Piel» es el cuarto disco de Acorazado Potemkin, una banda que ya cumple 10 años y que ha entregado algunos de los mejores discos del rock argentino de los últimos tiempos.

La banda compuesta por Juan Pablo Fernández en guitarra y voz, Federico Ghazarossian en bajo y Luciano «Lulo» Esaín en batería y coros, nuevamente labró un conjunto de grandes canciones para finalizar este 2019.

Acompañados desde la producción por Manza Esaín, líder de Valle de Muñecas -otra de las buenas bandas que habitan la escena rockera argentina- Potemkin cultivó en algunas canciones su sonido y su lírica con una tendencia poética que va del tango a un rock visceral y en otras melodías abrió nuevos senderos sonoros.

El disco comienza con “Sheriff” con Juan Pablo Fernández entonando en estirpe tanguera, mientras la banda arma un riff bien de power trío al que luego viste muy bien con los acordes graves del violín de Christine Brebes y el piano de Elbi Olalla.

La sigue la rockera “A la encandilada” con el beat bien marchoso de Lulo Esain y con Fernández aportando una lograda lírica para darle forma a una canción que se sumara a la lista de clásicos de la banda.

“Pank” es pura rabia eléctrica con la banda lanzada con mucha fuerza hacia la nada o hacia el espacio, logrando dos minutos y pico de mucho vitalidad.

Luego llegan momentos de altísima calidad musical, con el rock denso, sombrío y guitarrero que envuelve la hermosa poesía de “María”, así como también en Calesita” que tiene un arranque milonguero y luego vira a un rico rock de pura cepa británica con Fernández desplegando belleza lírica.

Lulo Esaín aporrea a su batería casi como Maureen Tucker de Velvet Underground en el comienzo de “Una oración más” que tiene un emotivo desarrollo y un rico entramado instrumental.

“El arca” tiene un arranque marcial, casi de himno gracias a los toques que Fernández le arranca a su guitarra, volando gracias a al monolítico trabajo de la base Esain-Ghazarossian.

El rock británico regresa con sus mejores vestidos en “A tiempo”, una rica pieza pop. La electricidad es la clave en “Vecino” donde otra vez se lucen el bajo y la batería, mientras Fernández cruza a un cantante de tangos con un crooner americano con gran certeza.

“Pañuelos” marca el regreso de la furia que caracteriza a Potemkin con un pegadizo riff de Fernández.

“Umbral” le da un gran cierre el disco con una lograda instrumentación, una búsqueda sonora y una mejor poesía.