Roberto Goyeneche no siempre fue el personaje que le dio la fama. Nació el 29 de enero de 1926 en un hogar muy humilde de Saavedra. Hincha fanático de Platense, desde su infancia mostró su pasión por los colores y por la música. Trabajador de polioficio: mecánico, taxista, chofer de colectivo. Incluso siguió manejando el colectivo cuando comenzó a cantar profesionalmente.

A los 18 años, Goyeneche ya sabía que quería dedicarse al canto y participó de un concurso de nuevas voces organizado por el club Federal Argentino, lo que lo llevó directamente a la orquesta del violinista Raúl Kaplúm en 1944.

Pasaron ocho años para que el maestro Horacio Salgán lo llame en reemplazo de su cantante. Solo tuvo que abrir su boca, poner a vibrar las cuerdas vocales, para que un público efervescente se enamore de su voz. Es en 1952 que nace El Polaco.

Solo transcurrieron cuatro años para que El Polaco, se sume a la orquesta del gran Anibal Troilo y profundizara en su rol de cantor, con su fraseo como perfume de suaves y melancólicas melodías que vibraban en el bronce de ese bandoneón histórico. Roberto era la voz porteña por excelencia. Todo Buenos Aires lo amaba.

Roberto Goyeneche ya era muy conocido. Comenzó su carrera solista. Lo tenía merecido, según Pichuco Troilo. En el año 1969, graba junto al bandeonista Astor Piazolla Balada para un loco, confluencia que volvería a jugar en la gran liga en 1982, cuando se unió al quinteto de Astor y grabaron el incomparable álbum en vivo en el teatro Regina.

El Polaco fue avanzando sobre el terreno cultural y de las nuevas generaciones. La década del ´80 lo consagra como referente musical de los artistas del rock, quienes tenían gran admiración y respeto por el Cantor Porteño.

Tango porteño y rosarino

Pino Solanas filma y dirige la película Sur en el año ´88 y fue el responsable del encuentro de dos inmensos artistas: el porteño Goyeneche y el rosarino Paez.

Un profundo amor sería profesado por la cultura del rock hacia El Polaco, desde Fito Páez, hasta cualquier banda emergente que siguiera esa línea musical.

El protagonismo que tuvo en la producción de Solanas fue una especie de puente cultural que hizo que el tango quebrara el muro que se había impuesto para quedar del otro lado del rock.

En la película comparte solo una escena con Fito, pero después del rodaje, la amistad que consumaron era cercana a la de un padre y un hijo. Siempre mantuvieron su amistad y su amor por la música.

El Polaco logró trascender y significar tango del puro en formato de inspiración para esos jovenes de pelo largo que accionaron sobre un género que tiene mucho del tanguero en sus letras y música.

Éxitos por doquier

El Polaco seguía cosechando admiradores y traspasando fronteras mentales: participó en Yo canto tangos (1989), álbum del cantante español Dyango. Cantó junto a Mercedes Sosa —cantaron Los mareados, en 1994—y también había grabado con Litto Nebbia, en 1993. Y no se achicó a los programas que lideraban el ráting en televisión.

Entre 1985 y 1987 estuvo los programas televisivos Operación Porcel y en Las gatitas y ratones de Porcel, ambos encabezados por el humorista Jorge Porcel.

No es casualidad que por respeto y amor al Polaco, la tribuna popular del Estadio Ciudad de Vicente López se llama Roberto Goyeneche al igual que una avenida del barrio de Saavedra, en la ciudad de Buenos Aires; como también el paso bajo nivel ubicado en la Av. Balbín debajo de la Estación Saavedra del Ferrocarril Mitre (Goyeneche-Gatica). Y por supuesto al estatua en tamaño real del histórico Parque Sarmiento.

Definitivamente, el Polaco fue un fenómeno musical y cultural para los porteños, pero mucho más para una generación que comprendió que podía ser amigo del tango. La simpleza, la pasión y esos arreglos que solo el corazón puede sentir cuando escucha ese loco fraseo enamorado, pero con vestigios de ese barrio que lo vio nacer. Por favor, “Polaco Goyeneche, cantate un tango más».