Hace 40 años, la banda británica The Clash publicaba su tercer disco de estudio «London calling», un trabajo clave que formalizó la apertura musical del punk rock, con la incorporación de una variada gama de estilos y letras que graficaban de manera muy clara el estado social en el que vivía la ciudad capital de ese país.

En momentos en que la ira adolescente, los ritmos elementales y la simpleza armónica que caracterizaron los inicios del género habían dado señales de haberse agotado, The Clash propuso abrir el abanico con una combinación que incluía reggae, ska, rockabilly y pop.

Canciones como la que le da el nombre al disco, «Brand new cadillac», «Jimmy jazz», Rudie can´t fail», «Lost in supermarket», «Guns of Brixton», «Revolution rock», «Spanish bombs» y «Train in vain», entre otras, daban cuenta de ello.

Además de darle una nueva vida al punk rock y de proyectar a la banda a nivel internacional, «London calling» es considerado un disco clave por haber paneado la música que iba a regir durante gran parte de la década del 80 que se avecinaba, así como el «Álbum Blanco» de The Beatles, había hecho lo propio en 1968.

Ocurre que si bien dentro de la escena punk ya había bandas que cultivaban los ritmos jamaiquinos, y había otras tantas que exploraban alternativas que permitieran una apertura musical, nadie había logrado hasta el momento hacer convivir todas estas vertientes en un mismo universo.

El disco fue el resultado de un momento bisagra en la historia del género y, en particular, de la banda integrada por Joe Strummer y Mick Jones, en guitarras y voces; Paul Simonon, en bajo; y Topper Headon, en batería; que al momento de empezar a trabajar en esa tercera placa atravesaba una crisis similar a la del punk rock.

Tras la explosión cultural que había ocurrido en Londres entre 1976 y 1977, con los Sex Pistols como principales voceros musicales, el género, al igual que esta banda insignia, comenzaba a dar señales de agotamiento y pedía a gritos una renovación que le diera nueva vida.

La icónica portada de «London calling», una foto de Simonon destruyendo su bajo contra el piso durante una actuación en Nueva York, es acaso el mayor símbolo del desencanto de las figuras del punk rock con el estancamiento del género y la forma en que se había convertido en una parodia de sí mismo.

Incluso, ese sentimiento recuerda al que en febrero de 1978 demostró Johnny Rotten, cantante de Sex Pistols, sobre un escenario de San Francisco, en lo que fuera el último concierto de esa banda.

No era muy diferente la situación de The Clash en ese momento que, luego de dos discos en los que había dado cuenta de un punk un poco más estilizado, pero no tan alejado del tradicional, pedía a gritos un nuevo rumbo que justificara su continuidad como grupo.

Alejados de su primer mánager, el problemático Bernie Rodhes, y con una compañía que le exigía un tercer trabajo, la banda pensó en el jamaiquino Lee Perry como productor, en lugar de Sandy Pearlman, que había trabajado en el disco anterior, pero no logró dar con él.

En su lugar apareció Guy Stevens, un excéntrico productor con problemas de alcohol y drogas, y un poco ortodoxo método de trabajo que consistía en arrojar de manera intempestiva sillas y mesas contra el suelo, o provocar a los integrantes de la banda mientras tocaban para generar un estado de tensión que se reflejara en las interpretaciones.

Ese nervio logró aparecer en el disco magistralmente administrado y realzó las letras de las canciones que describían los estragos sociales que el conservadurismo provocaba en la sociedad inglesa y, en particular, en la ciudad que poco más de una década antes había sido el escenario de un floreciente y festivo estilo que se conoció con el nombre de «Swinging London».

Curiosamente, «London calling» hizo trepar a The Clash al olimpo de los grandes grupos de la historia y la posicionó a nivel mundial, pero también, al ser el punto más alto de su carrera sería el punto en el que comenzaría un lento declive.

Luego de un siguiente trabajo, el ambicioso «Sandinista», también un gran éxito comercial y un hito en su historia, pero con un resultado final menos compacto que su antecesor, la vida musical de The Clash iba a iniciar un espiral descendente con la partida de algunos de sus miembros y su posterior separación en 1986.

El panorama musical planteado para los años por venir por The Clash en «London calling», días antes de iniciarse la década del 80, iba a comenzar a mutar en la segunda mitad de ese decenio, con la aparición de novedades impensables para finales de 1979.