Festivo, enérgico, poderoso, alegre y con mucha buena onda. El universo peyotero se compone de canciones que nacen desde el corazón y que, sumadas a un profesionalismo que perfeccionaron con los años, los llevan a ser una de las bandas rosarinas con mayor proyección en los últimos tiempos.

Mamita Peyote es el grupo que protagoniza la segunda edición de 70/30, la nueva publicación transmedia del Diario Digital Conclusión, pensada especialmente para la difusión de la rica y vasta cultura rosarina, incorporando elementos en diversos formatos.

Dentro de las distintas producciones realizadas en esta edición, una de ellas es el #2 de la revista en formato papel, que será distribuida a los asistentes del show que la banda dará en la Sala de las Artes el sábado 11 de mayo de 2019, en su «Festín Peyotero».

Para leer todos los contenidos, podes acceder a la edición digital de la misma.

Temprano amaneció (escucha el ritmo)

Por Facundo Díaz D’Alessandro

Como dos sables redentores, que fraguan y agrietan al indio americano, la existencia y el tiempo se ciernen sobre él, desde el minuto cero, al inevitablemente ser y estar. La tiniebla, que puebla todo a su manera inanimada, alcanza así a colarse en el nacimiento de esa esencia. En esta tierra mestiza, que asume naturalmente a su contrario, en un probablemente pretencioso (pero más pragmático que negarlo) afán de confirmar su dualidad, la humanidad se invierte, para superar la contradicción en su envés.

Así profana las tumbas que en sus rituales consagra (y mantiene) en riguroso equilibrio, con vida a su antagonismo: la natura misma, él. Hacerse cargo de ésta forma de ser hijo bastardo del matrimonio del cielo y el infierno, por supuesto que no es gratuito al espíritu, que debe hallarse, así, jugando siempre de visitante en las arenas de la consciencia; sobre todo en las costas que baña la mar cristalina, que inspira al más derrotado pero también obnubila con su gigante misterio. Al adquirir esa condición, atrincherado, termina siempre resolviendo por el lado más bestia (que, paradójicamente, es el correcto).

En la región más árida de la profunda América, donde casi todos los intentos de amor vegetal son yermos, y hasta la forajida más obstinada ve a su valentía flaquear, cunde la sangre galvanizada en herrumbres reyertas, sobre la tierra que por divino respeto no ha sido regada, sino entregada al oscuro anhelo del aislamiento (artificio imposible).

Como representantes abnegados de ese mandato tramposo, que busca perpetuar a las especies, en secos suelos crecen los cardos más hermosamente amorfos, espinosos, letales. Imposibles de pasar por alto. Al amparo de la estrategia, el más sagrado de la familia florece una vez cada muchos años (así nos enseña la condición fractal del tiempo) y se refugia, postulándose a la ejecución selectiva del devenir, pero con la intención verdadera de marcar tendencia. O al menos torcerla. Gastar bien sus balas de plata. Por definición (mal de formación), puede adquirir tres tonos: ser peyote conspicuo, asesino o hedonista. Útil para dar un paseo por cada patio al que algún día iremos, disgregados, a parar.

En el carácter dado de esta alquimia bruta, yace el cadáver extenuado de extranjeras entelequias, sobre la sangre, el vino, el río, la plata y todo mito fundante: la mamita del ritual. Conociéndose el lado enérgico, podría decirse, de esta manera tan tribal, es natural la preferencia histórica a la magia por sobre la ciencia (como forma de relato y no de resolución). Así, lanzado a la aventura pragmática de latir, con las puertas de la ciudad rodeadas, el niño sigue el pulso, contenido e inspirado, que le traduce el canto maternal y pone en colores las noches de luna llena.

Mientras amanece, descubre el rumor de las calles (y más de un tesoro inadvertido) mientras viaja por los atajos de la urbe dormida. Emocionado, escucha el ritmo y retoma su vuelo de vuelta, con la mochila llena de piedras, que le servirán para advertir a los habitantes de la caverna. Allí trasunta su runfla, a salvo de los rayos dorados de la consciencia, que muestran el brillo del espejo, pero no pueden reflejar la lucidez de la calavera, que no chilla: despierta voseando una canción de amor.

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Galardonados y agradecidos

Por Santiago A. Fraga

El 2019 llegó para Mamita Peyote de una forma inmejorable. Si bien en la música los premios no son ninguna vara y lo verdaderamente importante pasa por otro plano, los reconocimientos nunca están de más y a la banda le llegaron con creces. “Runfla Calavera”, el último disco del grupo, lanzado en 2018, recibió tres nominaciones a distintos premios: uno local, uno nacional y uno internacional.

Por un lado, a nivel ciudad fueron ternados a Mejor disco de reggae/ska/funk en los premios Rosario Edita, que finalmente ganó Kunyaza por “Partes del fuego”. En lo nacional, fueron nominados por segunda vez (la primera en 2015) a los renombrados Premios Gardel, donde competirán con artistas del nivel de Hugo Lobo y Dread Mar I. La frutilla del postre llegaría a fines de abril, con la nominación mundial a los Independent Music Awards de Nueva York, en la categoría Reggae, Ska & Dancehall.

“Es todo muy surrealista. Estamos muy contentos. Lo estamos viviendo con mucha intensidad y estamos muy agradecidos. Primero con el público, a la gente que hace conexión con nuestras canciones, que es lo fundamental. Cuando el artista se expresa a través de la música está contando quién es, entonces, con un universo tan variado, tan vasto, tan enorme de propuestas, encontrar gente que se cope y conecte con eso que vos tenés para decir, con esa melodía o esa armonía que te sale de la nada, es maravilloso, y esa es la magia que nos propulsa”, dijo Eugenia Craviotto Carafa a 70/30.

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Discografía 

Contada por Eugenia Craviotto Carafa, cantante

Mamita Peyote (2015)

“Mamita Peyote” nos trajo muchas satisfacciones y fue el primero en el que muchos de nosotros nos aventuramos a hacer un disco. Era la primera vez que grababa y que escribía mis propias canciones. Estuvo nominado a los Premios Gardel de ese año, compartiendo terna con Gondwana y Dread Mar I (obviamente, ellos lo ganaron). Lo grabamos en Blueroom con Carlos Altolaguirre y nosotros éramos nuestros propios productores. Comparando ahora, luego de haber hecho otros y relajados, siempre sale el balance de que lo hicimos así medio “a la que te criaste” (diría un profesor mío). Muchos músicos que ya no están con nosotros en la banda entraron al estudio sin saber qué hacer, estábamos todos ahí como “que salga lo que Dios quiera”, y por suerte salió todo lindo. Algo particular de este disco fue que lo pudimos grabar gracias a ganar un concurso: siempre, como buenos autogestionados, nos metemos y aplicamos para todo concurso que ande dando vueltas para conseguir recursos que de otra manera sería difícil conseguir. Nos anotamos en uno del Ministerio de Cultura de la Nación, lo ganamos, fuimos uno de los 50 entre 11 mil proyectos que quedaron, y lo que ganabas eran cuatro fechas, que te pagaban por cada una. Con esa plata pudimos grabar el disco. También presentamos “Consentimiento” en la tira Viudas e Hijas del Rock and Roll, donde participamos por otro concurso que ganamos con un jurado compuesto por Mex Urtizberea, Sebastián Ortega y Antonio Birabent. Está en nuestra memoria gratamente este disco.

Versiones Acústicas (2016)

A nosotros nos gusta siempre decir que tenemos dos discos y medio porque este lo hicimos como muy caseramente. No lo editamos de forma profesional, y surge porque nos invitan a hacer un recital acústico. Nos copamos muchísimo haciéndolo, eran las canciones del primer disco pero las reinventamos, por decirlo de alguna manera. En algunos casos, también las resignificamos, y nos divertimos dándoles un nuevo sentido, un nuevo gustito. Nos gustaron tanto cómo se dieron que dijimos “Ya fue, vamos a grabarlo en vivo”. Lo grabamos, lo editamos caseramente y salió. Tiene dos versiones acústicas que a mí particularmente me dejaron conformes (algo que para uno con su trabajo siempre es difícil) que son “Jamaican in New York”, que es una mezcla de Sting y Shinehead, y “Redemption Song” de Bob Marley.

Runfla Calavera (2018)

No podemos creer lo que está sucediendo con este disco la verdad. Estamos tan pero tan contentos más que nada porque fue terrible buscar los recursos. De hecho, me senté un día en el Banco Municipal, con un número, para hablar con una ejecutiva de cuentas a pedirle un préstamo para grabar un disco. Claramente, como a cualquier músico, me dijo “no sos apta”. Empezamos a buscar por otro lado y encontramos el crowdfunding, o financiamiento colectivo. Descubrimos esa herramienta maravillosa que es LA herramienta de la autogestión, porque te permite una total libertad. Los fans compraron el disco por adelantado y de esa manera pudimos grabarlo, sino no podíamos. Y acá está “Runfla Calavera”, cosechando este año un montón de cosas. Lo grabamos en Penny Lane, con el mismo equipo de grabación que al anterior con Blueroom (Carlos Altolaguirre), y en este fue muy importante el trabajo de mis compañeros Charly Bertolín y Alejandro Machuca que se pusieron al hombro todo el trabajo de producción. Ellos eran los que definían la dinámica de la canción, la estructura, la textura del sonido, absolutamente todo, y la verdad que no lo podemos creer. Primero el maravilloso trabajo que han hecho, chapeau a los dos, y después todo lo que está sucediendo. Fue nominado a los Premios Gardel nuevamente en la categoría Mejor Álbum Reggae (capaz que lo gana Dread Mar I pero está todo bien, ya estar nominados es un mimo para la autogestión; el premio no te hace más ni mejor que nadie, pero cuando la venís remando como loco un reconocimiento de algo que haces con pasión y sacrificio es lindo), y la frutilla del postre fue hace un par de días enterarnos que estamos nominados a los Independent Music Awards en Nueva York, un premio independiente que se entrega allá y como jurado están Tom Waits, Keith Richards, el cantante de The Cure, Ziggy Marley, y un montón que van rotando. Runfla Calavera nos está trayendo todas estas gratificaciones y cosas hermosas que estamos disfrutando.

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Foto de tapa: Florencia Vizzi

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