Por Alejandro Maidana

Las quemas de los humedales gozan de absoluta impunidad, mientras que quienes deben brindar respuestas continúan impertérritos ante la dantesca realidad, el ecocidio avanza al igual que las enfermedades respiratorias. El escenario es desolador, las respuestas son tan escasas como el agua que no llega gracias a los efectos de “la niña”. Mientras tanto, distintas organizaciones e investigadores siguen adelante con su trabajo de concientización y científico en pos de ponerle un freno a tamaña agresión ambiental.

Si bien circulan los nombres de quienes serían los empresarios vinculados a las quemas en las islas, la justicia parece encontrar permanentes escollos para poder avanzar contra los mismos. Situación que se repite una y otra vez cuando son los de arriba quienes deben ser interpelados por una justicia adicta al poder económico. Donde hubo fuego cenizas quedan, donde hubo fuego hay responsables, si bien parece ser que la cadena de complicidades es tan amplia cono transversal.

Aquello que se agigantó y descontroló en plena pandemia, hoy parece no tener vuelta atrás dejando en su camino un reguero de muerte y dolor. Prácticamente no queda nada orgánico pululando en las zonas de islas, la flora y la fauna han quedado acorraladas de tal manera que una última investigación ya se anima a sostener que estamos frente a la extinción local de algunas especies.

Te puede interesar: Denuncian que se generan contrafuegos innecesarios por “órdenes de arriba”

El pasado 13 de octubre Científicos del CONICET y Ambientalistas recorrieron zonas de islas con el fin de evaluar el impacto del fuego, allí pudieron contemplar el panorama desolador que atraviesa el Delta. La investigación consistió en tomar distintas muestras de suelo llevando adelante un importante relevamiento de la flora y fauna del lugar. El biólogo e Investigador Principal del CONICET Rafael Lajmanovich, brindó un detallado análisis sobre la experiencia transcurrida en una imprescindible charla con Conclusión.

“En muchas oportunidades oímos que del otro lado del mostrador sostienen que las organizaciones ambientalistas exageran cuando hablan de ecocidio, yo te puedo asegurar que incluso se quedan cortas en definir el horror que se vive en las islas del Delta del Paraná. Debido a mi actividad, he tenido la oportunidad de acceder a lugares en donde ni la gente, y menos aún los medios de comunicación pueden hacerlo, primero por lo inaccesible que resulta, y segundo porque la mayoría de los medios comunicación no están interesados en visibilizar ciertas cosas producto de lo condicionante que resulta la pauta oficial”.

Hay una parte interesada en que esta problemática no se resuelva y que sostiene que quienes trabajan y se paran en este lugar de la historia, generan ecoansiedad, así la definen, o en el peor de los casos, se los acusa de generar pánico social. “Esta es una manera de pedirnos silencio, que dejemos de molestar solicitando respuestas, queda demostrado lo poco que les importa el panorama desolador que hemos podido contemplar con distintos grupos de trabajo en el territorio. Días atrás estuvimos relevando un grupo de islas que se habían quemado no mucho tiempo atrás, más precisamente en el último fin de semana largo, estas islas están ubicadas frente a la ciudad de Paraná y se denominan Isla Santa Candida”, indicó Lajmanovich.

Te puede interesar: Preocupa el impacto de agroquímicos en el sistema reproductor e hígado de anfibios

Para que se pueda tener la magnitud real de los incendios en aquellas islas, basta con aseverar que las llamas iluminaban toda la ciudad de Paraná. Como dato no menor que nos invita a reflexionar sobre el innegable ocaso social, fue observar a las y los turistas sacarse fotos con el voraz incendio detrás. “Hemos llegado a un grado de locura y aceptación de esto que nos debería preocupar, han naturalizado el horror. Muchos dirán y a mi que me importa si se queman las islas, mientras no me llegue ese humo tan molesto, lo que no reparan es que quizás con el tiempo se le puedan manifestar una serie de enfermedades pulmonares relacionados con esto. Es más, para que se tenga noción de los impactos a la salud producto de las quemas, en lo particular cuando llego de alguna investigación de las zonas afectadas, estoy días sonándome los mocos como se dice vulgarmente, y en los mismos puedo observar las partículas de las cenizas manifestándose”.

Quienes llevaron adelante la investigación, han observado que los efectos son acumulativos, ya que se vienen incendiando los mismos sitios durante años. “Debemos aclarar que estas prácticas, la de prender fuego los pastizales para generar el rebrote, no son nuevas, ya que quienes habitan las islas desde siempre la practican con asiduidad, el tema es cuando esto se descontrola. El punto más álgido comenzó en el 2020, en plena pandemia, allí combinamos algo de la devolución que nos hizo la naturaleza, ya que todas las agresiones que recibe por parte de nuestra especie, tarde o temprano la devuelve y con creces. Otra de las experiencias sumamente dantescas que me tocó presenciar, fue la de Corrientes, kilómetros y kilómetros de quemas, claramente de esto ya no se habla más, y se volverán a plantar pinos para suplantar a los que se quemaron aguardando el próximo desastre”.

Te puede interesar: Trigo transgénico: un modelo de agricultura que profundiza la inequidad y daña al ambiente

“Nosotros hemos llevado adelante un relevamiento de esos territorios en torno a su fauna, más precisamente sobre un anfibio que se denomina sapito de las cuevas (Rhinella fernandezae), este es un bioindicador que nos permite tener un registro sobre los impactos que pueden existir en el resto de la fauna silvestre. En los incendios que se sucedieron el año pasado, y luego de realizar el relevamiento pertinente, podíamos encontrar entre unos 100 y 200 animales en un kilómetro a la redonda. Pero aquí surge una concreta preocupación, en el último muestreo y aunque cueste creerlo, solo encontramos uno en la misma cantidad de kilómetros relevados”, enfatizó el investigador del CONICET.

Es irrefutable la extinción a escala local que estamos contemplando, y esta es la manera como comienzan las extinciones a nivel mundial de distintas especies. “En lo particular estamos trabajando en algunos artículos derivados de nuestras investigaciones científicas que expliciten las extinciones ya confirmadas a nivel local. Esto debe quedar muy claro, desde el punto ecológico es extremadamente grave lo que está sucediendo con la fauna silvestre de las islas, ya que podemos saber cómo comienzan, pero nunca lo que pueden terminar desencadenando. Los procesos ecológicos son muy complejos, tan complejos que incluso pueden producir cuestiones como el covid-19, muchos a través de sus teorías intentan fortalecer la idea de que el virus es una cuestión médica, pero lo concreto y real es que el mismo es una cuestión ecológica en donde el ser humanos es el actor principal. La zoonosis que salta del animal al ser humano, tiene decididamente que ver con la ecología, si bien después se transforma en cuestión sanitaria. Insisto, la ecología es muy compleja, por ello cuando se sucede un desequilibrio tan grande como el que estamos observando con los incendios, no podemos saber en que puede terminar”.

Con respecto a los impactos en la flor, es preciso señalar que hay árboles que van a necesitar entre 20 y 30 años para volver a resurgir de las cenizas. “Cuando me preguntan si entre tanta desazón se puede tener un horizonte esperanzador, debo decir que no puedo observar nada favorable en un corto plazo, ya que nos encontramos librados al azar, habrá que ver si a futuro el paradigma actual se puede revertir. Hay que tener en cuenta que el extractivismo salvaje a ningún país lo ha llevado a buen puerto, y nosotros nos encontramos en ese proceso. Hasta que no tomemos la real conciencia de que el extractivismo nos va a hundir ambientalmente en algo muy oscuro, y hasta que eso no se asuma como algo cierto, no creo que pueda existir algún tipo de cambio”.