-Por Alejandro Maidana

Quién visita y goza de los placeres que brinda el río desde sus primeros años de vida, conoce a ciencia cierta que la vida del mismo ha mutado de sobremanera. La biodiversidad, una característica notable a la hora de referenciar las bondades de las islas y sus humedales, se ha convertido en un material histórico que busca vencer a la desmemoria en los relatos familiares que trascienden generaciones.

Para aquellos que transitan de manera incesante, por oficio o esparcimiento, las marrones aguas del Paraná, el impacto que viene padeciendo el cauce producto de la acción de distintos tipos de químicos se manifiesta de manera explícita. Ningún análisis científico podría ser más certero que la visión de un pescador, de un hombre de río, de aquel que ha conocido las manifestaciones del agua a lo largo y ancho de su vida.

Es innegable que desde la irrupción del modelo de producción transgénico y su paquete tecnológico, la ruralidad ha cambiado su fisonomía de manera escabrosa. La diversidad ecosistémica se ha fundido al calor de los agrotóxicos y la desertificación de los suelos impermeabilizados por los plaguicidas. Una realidad que viene gritando su calvario desde el estoicismo de los pueblos fumigados, y aquellos que debieron abandonar su tierra en una interminable migración interna.

Pero claro, los suelos castigados por la siembra directa ya no absorben el agua de lluvia cuando esta llega en importantes proporciones. Entonces ¿Hacia dónde va la misma? ¿Qué cursos de agua reciben todo tipo de pesticidas utilizados en los campos? ¿Qué impactos pueden ocasionar en los ecosistemas fluviales? ¿Puede la fauna ictícola estar afectada por los químicos del agro? ¿Los mejillones dorados se han convertido en un problema para las especies que los consumen?

Los ecosistemas fluviales se encuentran hoy en día entre los ecosistemas más amenazados del planeta. Actualmente, más de un tercio de los mismos se encuentran en un estado de degradación muy elevado, tanto en su estructura y composición, como en la calidad de sus aguas. La necesidad de recuperar y conservar estos ecosistemas es, hoy en día, un objetivo ampliamente aceptado en todo el mundo. Pero ¿Al estado argentino le interesa su realidad o más bien todo lo contrario?

Por lo pronto, en la ley ómnibus enviada para su tratamiento express por parte del presidente Javier Milei, confeso negacionista del cambio climático, al que definió como un “invento del socialismo”, figuran polémicas modificaciones vinculadas al cuidado del medio ambiente como la Ley de Glaciares, la Ley de Bosques y la Ley de Protección Ambiental para Control de Actividades de Quema.

El río Paraná, blanco de distintos agentes contaminantes  

Es evidente que los estudios que realiza el ministerio de Ambiente de Santa Fe, no resultan suficientes para determinar la presencia de contaminación por agroquímicos en las aguas del río Paraná. Se estima que las evaluaciones que se realizan, desde hace más de una década 10 años, no los incluye y menos aún, se encargan de visibilizarlos. Cabe destacar que un convenio realizado con el INA (Instituto Nacional del Agua), sí pudo evaluar la presencia de Glifosato y AMPA, pero se aplicó solo a los arroyos Saladillo y Carcarañá, quedando fuera del mismo el cauce del Paraná y 27 afluentes.

“Pedidos para el monitoreo de peces existen desde el 2006, pero lamentablemente el Estado se rehusó a realizarlos. No obstante, existen algunos informes publicados por la Universidad Nacional del Litoral sobre el monitoreo en peces y el efecto de los pesticidas, pero no dejan de ser estudios aislados”, reflexionaba en uno de los tantos diálogos con Conclusión Eduardo Rossi, Técnico en Inmuno Hemoterapia y Epidemiología, y miembro activo de “Paren de Fumigar” Santa Fe.

Tanto Eduardo Rossi, como el recordado e imprescindible doctor en Química y especialista del CONICET Damián Marino, fallecido recientemente, han llevado adelante estudios tan resonantes como demoledores. Ambos profesionales han transitado un camino espinoso y repleto de descrédito, ya que desde el Estado la respuesta siempre escapó por la tangente. Cuando la mortandad de peces se da en invierno, para ellos es por el frío, y cuando la misma sucede en verano, es por el efecto del calor y la falta de oxígeno.

Rossi recordó y resaltó la mortandad el 2005, donde se había realizado un estudio profundo en el cual había intervenido Nación, allí se encontró una bacteria saprófita, pero el final es el mismo, nunca se profundizó la investigación. En el 2007 hubo otra muy grande, allí se lo achacaron a un hongo, en ese momento acerqué expedientes por todos lados. “Le aconsejé a la Defensoría del Pueblo de Santa Fe que era necesario que se profundice el análisis, ya que en la muerte de los armados del 2005 se había detectado endosulfán (insecticida)”, supo decirle a este medio el profesional.

El técnico epidemiólogo indicó que al alto índice de contaminación a la que están expuestas las aguas del Paraná y arroyos aledaños producto de agrotóxicos y efluentes industriales, habría que agregarlas las que llegaron desde el norte por las inundaciones, lugar en donde las fumigaciones también son moneda corriente generando un efecto de concentración.

Como sostiene Rafael Lajmanovich, investigador del CONICET, el Paraná está en agonía por la deforestación, los arroyos clandestinos que producen bajantes en los humedales, concentrando aún más los venenos. Cabe destacar que los agrotóxicos, pero principalmente el glifosato, cuando se degrada produce una gran carga de fosfato que genera una importante disminución del oxígeno. Esto sumado a la gran cantidad de fertilizantes nitrogenados que también colaboran para que el pez diga basta y finalmente muera.

En la Provincia de Santa Fe y en gran parte de Córdoba, no encontramos una perdiz, no encontramos nada, con los agrotóxicos no ha quedado nada con vida pululando por los campos. En la provincia hermana de Entre Ríos, y si bien se trata de uno de los lugares más fumigados del mundo, se preserva el bosque nativo, y este al no ser asperjado con venenos, sirve de refugio para distintas especies de animales.

Todo espacio verde ha sido invadido por la soja transgénica, y por añadidura, su receta química. Prácticamente no quedan jilgueros, carpechos ni perdices ¿Recuerdan la cantidad de pechos colorados (colorados) que había en los trigales? Hoy se encuentran prácticamente extintos en nuestra provincia, y habría que buscar algún montecito sobreviviente a la mano del hombre para poder contemplar alguna bandada de cardenales, si bien hoy resulta menos utópico poder divisar una nave tripulada por extraterrestres.

Tierra y agua, dos elementos acorralados por la desidia de un modelo productivo que solo conoce de devastación y brotes verdes. “Yo peleo siempre desde el Consejo Pesquero, pero debo admitir que nunca nos escucharon, ya que siempre van detrás de la plata del agronegocio. Es innegable que cuando llega una lluvia grande, el enjuague de esos campos que están envenenados llegan a las zanjas o zanjones, luego a los arroyos para terminar en el río Paraná”, indicó Edgardo Orellano en dialogo con Conclusión.

Este pescador que conoce como las palmas callosas de sus manos los movimientos del río, no duda en sostener que la gran mortandad de peces tiene una correlación con lo antes mencionado. “Desde el estado niegan todo tipo de análisis que llevan adelante distintas investigaciones científicas, lo niegan enfáticamente, pero la realidad es que en el Paraná hay glifosato en cada rincón de su cauce. El río que contemplamos cotidianamente y disfrutamos, tiene un alto contenido de herbicidas, desde Timbúes hasta Buenos Aires, toda la costa del continente, se encuentra totalmente contaminada y repleta de venenos. Esto es debido al accionar de los puertos, por el enjuague de los cereales que cae al río y es altamente venenoso, al igual que el polvillo que se desprende de esa actividad”.

A lo largo de 40 km, el 75% de las costas se encuentra en manos de capitales privados. Industrias que de manera sistemática derraman sus desechos sobre las aguas del majestuoso Paraná. El área mencionada está comprendida desde Timbúes, pasando por Puerto General San Martín, San Lorenzo, Fray Luis Beltrán y Capitán Bermúdez en el departamento San Lorenzo, y Granadero Baigorria del departamento Rosario, todas ellas ubicadas sobre la costa a lo largo del Río Paraná en la provincia de Santa Fe.

La vida de la fauna ictícola se encuentra en riesgo, si bien existen especies más resistentes a los impactos, otras han comenzado a transitar sus últimos días ante la mirada impertérrita de quienes deberían velar por su conservación. “El armado está prácticamente extinto, no hay más armados, se ven muy pocos al igual que las bogas, dos especies que abundaban en esta parte del Paraná. Con el dorado se da otra situación, ya que se trata de un pez cazador que se alimenta de otros peces, no come granos ni yuyos, tampoco duraznillos ni musgo de ninguna planta. Por ello el dorado está sobreviviendo más a la contaminación, parece mentira, pero es así. Otro que se está salvando es el surubí, pero los peces que como el sábalo, que tienen otro tipo de alimentación, padecen grandes mortandades como las del río Salado. Esto es debido al enjuague de los campos que arrastran los herbicidas, yo estoy cansado de denunciarlo, pero no hay interés en revertir esta preocupante situación ya que para los peritos de la provincia no hay contaminación”.

La voz de Edgardo Orellano se funde entre la indignación reinante, y la angustia generada por una situación apocalíptica generada por un modelo de producción que oficia de yunque para todo atisbo de vida. “En lo particular me ha tocado escuchar de todo en distintas reuniones ya que participamos al Consejo Pesquero y a la cooperativa Siglo XX, te aseguro que después de plantear lo mismo que en esta nota, tratan de no invitarnos si bien tienen la obligación de hacerlo. En una de las reuniones nos acercaron un estudio, habían hecho un análisis del río y lo único que encontraron en el Paraná fue viagra, pero que no había glifosato. Mirá, le dijimos de todo, después de eso no nos invitaron más, nos habían tomado el pelo de una manera notable. Es innegable que el viagra es una droga sintética que se elimina por la orina y va a parar al río porque no hay tratamientos cloacales, entonces, como se trata de una droga sintética no se diluye en agua. Digamos, si vos sacas una muestra de agua del Paraná con seguridad vas a encontrar restos de viagra, ibuprofeno y cualquier tipo de drogas sintéticas. Pero ojo, lo que más abunda es glifosato, y lo niegan”, enfatizó Orellano.

Otro de los agentes contaminantes que ha invadido y acorralado la vida del Paraná, son los mejillones dorados, los mismos llegan a estas aguas a través del lastre de los barcos chinos. “El armado se alimenta de ese mejillón, por eso vemos de manera recurrente la gran mortandad de esta especie que prácticamente ha desaparecido del río. Te digo más, la conchilla dorada absorbe absolutamente todo, arsénico, mercurio, todo eso que absorbe la conchilla. Para que puedan graficarse de que se trata, las podemos ver en los pilotes de los puertos, por ejemplo, en los quebrachos o en algún hierro o material que se encuentre en el gua. Son muy venenosos, la presencia del mismo se debe a la falta de control, ya que ingresa con el lastre de los barcos, estas embarcaciones deben largar el mismo antes de ingresar al Río de la Plata y cambiar el agua dentro de las 200 millas marinas. Esto nos comunicaron desde prefectura, los controles no se llevan adelante porque demanda de la inversión de mucho dinero. De cada 10 barcos que llegan en búsqueda de soja, controlan tan solo uno, y por ahí nueve pasan con estos mejillones dorados que vienen dentro del agua del lastre de la nave. Reitero, el mejillón dorado es altamente contaminante, se trata de una plaga muy difícil de combatir. Por otro lado, cuando hay grandes lluvias en Catamarca, Salta, Jujuy, pero por sobre todo en Catamarca y Salta, la contaminación por la descontrolada actividad minera, baja a través del río Bermejo desde Formosa, desembocando en el río Paraguay para luego hacerlo en el Paraná. Puede resultar inverosímil, pero es la cruda realidad, la contaminación de los cordones montañosos llega a estas aguas, la he denunciado un montón de veces y a nadie le interesa, nadie le da pelota”.

Habitamos un país en donde el Estado siente un profundo desprecio por todo lo que refiere a lo ambiental, no duda en minimizar y camuflar los distintos agentes contaminantes que se desprenden de la actividad industrial. “Me tocó participar de reuniones en la UNR con la cúpula de prefectura y Enrique Font, quién se encontraba a cargo de la inteligencia de la unidad. Cuando los de prefectura exponían los análisis que ellos venían realizando, yo les iba tirando datos que desconocían, como por ejemplo lo de las cianobacterias que venían bajando desde el río Bermejo cuando se secaba el Paraná. Debido a las lluvias río arriba, venían bajando cianobacterias, estas se forman por las altas temperaturas y el agua está estancada, desde prefectura venían analizando el agua y desconocían lo mencionado. No dude en hacerles una pregunta ¿Como puede ser que ustedes desconozcan esto? Luego de esa reunión, tres o cuatro días después, se difundió la noticia de que no se podía consumir agua del río en Chaco porque la misma tenía cianobacterias. Varias localidades de Chaco no podían consumir agua del río Paraná porque estaban las cianobacterias, ahora, cuando yo alerté a los científicos de prefectura, me lo negaron. Al estado no le interesa en absoluto el impacto ambiental que padecemos, niegan lo que se manifiesta ante la vista, imaginemos aquello que lo hace desde las profundidades”.