Por Santiago Fraga

Domingo, una de la tarde. Entre los días fríos y lluviosos de invierno, justo en éste el sol se impone radiante sobre Rosario. En el barrio Sarmiento, en la zona Norte de la ciudad, un grupo de tres personas van prendiendo el fuego para un asado en un quincho semiconstruido en las parrillas de su querido club, mientras que afuera van dejando las latas de pintura que durante las próximas horas utilizarán, con los colores blanco y azul.

El lugar de encuentro no podría ser otro que el José Martín Olaeta, hogar actual del Club Atlético Argentino de Rosario. Esperan a otros más; algunos llegarán con el correr de las horas, al salir de sus respectivos trabajos o de cumplir con sus responsabilidades familiares; otros, lamentablemente, no podrán asistir. Aunque no haya campeonato y no sea día de partido, ellos se siguen juntando religiosamente todos los fines de semana a la tarde cada quince días, como si el Salaíto jugara de local, en la puerta de Víctor Mercante y Astrada.

Por fuera, la pared blanca luce ahora los contornos azules de las letras que componen la frase: “Salaíto hasta el final”, de la cual se encargarán de colorear en las horas restantes. Por dentro, el recientemente pintado mural que muestra a Fito, quizás uno de los más celebres hinchas del Sala, resplandece como si estuviera en una marquesina iluminada, aunque lo que reluce, en realidad, es la pasión tribunera que la misma evoca.

«Queremos que la gente que pase por esta calle se entere de que acá hay una cancha, que acá juega el club Argentino, que le dicen Salaíto y que sus colores son blanco y azul»

La onda es tratar de salvar el estadio del abandono”, explica Gabi, uno de los aproximadamente veinte hinchas que componen la Agrupación 1912, dedicada a hacer todo lo posible desde su lado de simpatizantes por ver al club Argentino de la mejor manera, como en sus mejores épocas. “Es la primera meta que nos propusimos y la estamos tratando de llevar en marcha”, agrega luego.

Cuando mediaba el pasado campeonato de Primera D, última división afiliada del fútbol argentino, en el que el equipo salió subcampeón, ellos contrataron a una persona para que cortara todos los yuyos del estadio, que a esa altura “parecía una selva”. Actualmente, se propusieron realizar pintadas y murales para recuperar la imagen de la cancha, que entre el despinte, las obras a medio terminar y la basura, muestra al mundo tanto por fuera como por dentro una triste señal de descuido, abandono y de añoranza de algún pasado mejor.

Queremos que la gente que pase por esta calle se entere de que acá hay una cancha, que acá juega el club Argentino, que le dicen Salaíto y que sus colores son blanco y azul”, afirma con una vehemencia admirable.

El “1912” del nombre de la agrupación responde al año fundacional del club, originalmente denominado “1º de Mayo”, luego “Embarcadero Córdoba-Rosario”, posteriormente “Nacional” y finalmente “Argentino”. Las raíces anarquistas y obreras, la mutación en el nombre y la mudanza de barrio (de Refinería por nacimiento, de Sarmiento por adopción), contribuyeron a la construcción de una identidad por fuera de la típica institución barrial, sino con otra impronta, tan mágica como venenosa.

Argentino no es un club de barrio, es un club de náufragos de toda la ciudad que recalan acá, acota Santi, quien llegó más tarde y está terminando de colorear las letras que ahora engalanan el afuera del Olaeta. Él es del centro de la ciudad; otro es de barrio Echesortu; alguno de Travesía, de Churrasco; algunos de zona Oeste, zona Sur, zona Norte.

Quizás la única coincidencia entre ellos es que son jóvenes, y que a muchos el amor por el Sala no les llegó de parte de sus padres. Gabi considera que ellos son “huérfanos” de esa pasión. A diferencia de otros clubes de la ciudad, muchos de los hinchas mayores u originales de Argentino han fallecido y no han podido transmitir ese amor por el club a sus descendientes. Allí radica otra lucha de este grupo de socios y simpatizantes: recuperar la identidad Salaíta.

Tanto los murales de Emilio Crisi como los trabajos y las pintadas que realizan los integrantes de la agrupación, desde quienes consiguen las latas de pintura hasta quienes le ponen la mano y el pecho a la obra, inspiran no sólo esa recuperación de la identidad hoy casi en agonía del club, sino que demuestran el corazón de un grupo de hinchas que se niegan a que una institución histórica caiga en el olvido.

«Argentino no es un club de barrio, es un club de náufragos de toda la ciudad que recalan acá»

Es algo muy natural. No sé si hay una forma de describirlo, porque es pasión. Al raciocinio común es incomprensible” afirma Gabriel, intentando encajar en palabras lo que significa la movida que están haciendo. “El otro día hablando con un chico me dice: ‘Tengo que dejar esto porque estoy más en el club que viendo a mi hija’”, cuenta, con la cuota de emotivididad que la escena exige y que hace esbozar una sonrisa a cualquier amante de la pasión del fútbol.

Y es que, también, el hincha de Argentino tiene un poco de eso. Ellos saben que, en este caso, la herencia es más complicada de transmitir; pero los hechos reales, las historias emotivas y el cariño con el que se le llenan los ojos cada vez que hablan del Salaíto con un tercero, son los responsables de que alguien ajeno le agarre, indefectiblemente, afecto al club.

En sintonía, mientras los muchachos pintan entre charla y charla y el olor a las brazas de la parrilla comienza a sentirse desde la vereda, la conversación entre ellos se detiene un instante. Por unos segundos, y pese a haber una obra en construcción en frente, el único sonido perceptible en ese momento fue la música del celular que reposaba al costado de la lata de pintura azul. “…Y antes que nada argentino”, se escucha claramente, con la fuerza que sólo la voz de Rubén Patagonia puede darle a tal línea, perteneciente al tema “Cacique Yatel”.

Casi como si estuviera orquestado, como si ese silencio cómplice hubiera sido más que una coincidencia, esa frase demostraba aquello que Gabi contaba ratos antes, y todo lo que ellos ahí estaban plasmando: “Y antes que nada, Argentino”; antes que nada, el club. Todos ellos tienen otros trabajos, ocupaciones que a veces les demandan diez o más horas por día, y aún así sacrifican su descanso para cumplir con esa responsabilidad que sienten como hinchas.

Santiago, por ejemplo, los fines de semana se dedica a vender la revista que él junto con otras personas produce: la Apología. Él asegura que sábados y domingos son los días que mejores ventas tiene, pero con firmeza aclara que, sin dudar, a pintar viene igual. De hecho hasta se puede perder algún partido por ese motivo, pero no la oportunidad de darle una mano al club. “Sabemos que es la parte que tenemos que ocupar nosotros como hinchas”, remata Gabriel.

«No sé si hay una forma de describirlo, porque es pasión. Al raciocinio común es incomprensible»

Fito, Campanita y el viejo Prico

Entre los proyectos que tiene la Agrupación 1912, planean realizar tres murales dentro del estadio, en honor a los tres hinchas más simbólicos de la institución y quienes supieron transmitir ese legado que ellos captaron. “La mitad de los pibes de mi generación, hinchas de Argentino, los debe haber hecho hincha él”, cuenta Santiago al hablar de Fito Cavalli.

Cavalli, a quien describe como “un viejo re loco, re contra sufrido y re contra soñador”, es catalogado también como “el hincha más hincha de Argentino”. A sus 86 años, hoy tiene el lujo de poder ver el mural pintado por Emilio en honor a todo lo que le dio al club.

Yo me acuerdo cuando Argentino estaba en el Nacional B, de casualidad vine una tarde a mirar la cancha (venía siempre al club) y me quedé hablando con él. Ahí me contó que iba puerta por puerta haciendo socios, cobrando la cuota él y haciendo ‘3×1’ porque quería hacer un club lleno de gente, bajo el lema de ‘Por un Argentino grande’. Me contó que había hipotecado la casa para hacer una tribuna, y hasta tenía unos planos que eran un delirio de un arquitecto para hacer que la tribuna llegue hasta donde empieza hoy la vereda. Plantó todos estos árboles (los de la calle Víctor Mercante) y los de calle Sorrento porque quería tener un bosque alrededor de la cancha. Por todo eso lo tenemos en el mural”, relata el jóven, con una inocultable sonrisa. Y es que Fito no necesita más que esas descripciones. Un hombre que no solo dio todo por ver un Salaíto popular, sino todo un evangelizador de los colores a la máxima expresión.

Además de él, cuyo dibujo ya luce en una de las paredes casi a la entrada del club, van a estar el de otro ícono de la tribuna como Campanita, un vendedor ambulante que vendía maníes y tocaba una campana imitando al viejo “Salaíto”, aquel andaluz que vendía lupines y salaítos y le terminaría dando el apodo de toda la vida al club; y el de Santiago Prico, el socio vitalicio número uno, y que fue de todo en el club menos presidente: técnico, jugador, canchero, utilero, cobrador y hasta vocal. “Era más viejo que el club, y vivió como hasta los cien años”, recuerda.

Para ellos, la idea es que el hincha que vaya a la cancha tenga más presente la historia del club, que es un club que tiene mucha historia pero por ahí las dirigencias no le dan bola”. “Si no nos encargamos de rescatarla nosotros, vamos a perder la identidad. Entonces, como toda esa información está, y yo los conocí, está bueno poder ir transmitiéndoselo también a los demás”, afirma Santiago, quien luego agrega que estas movidas que realizan son, en cierta manera, una forma de hacer política sin hacer política. “A lo mejor no es una política ventajista, pero es una política de que los espacios comunes del club tengan identidad, y no quede solamente en el resultado del sábado a la tarde”, concluye.

Y queda más que demostrado que para ellos el sentido de pertenencia como hinchas no termina cuando el árbitro hace sonar su silbato los sábados a la tarde cada dos semanas. A esta altura, la pared ya luce terminada la frase “Salaíto hasta el final!!!”, lírica con la que termina la marcha oficial de Argentino. Al comienzo de la calle, pintarán de igual manera las palabras que dan inicio al himno: “Salud, viejo Embarcadero”.

A buen ritmo pero sin apuro, esperan tener sus objetivos cumplidos para el 15 de enero, cuando el club cumplirá 105 años. Para ello, también invitan a sumarse a todo aquel hincha o simpatizante Salaíto, como así también a cualquier persona o empresa que quiera colaborar con la agrupación, ya sea con materia prima u ofreciéndose a ir a realizar estos trabajos en el club, comunicándose con el número 0341-153709418.