Por Pablo Bloise

El árbitro rosarino Sergio Pezzotta tuvo la tarea de dirigir uno de los partidos más trascendentales de la historia del fútbol argentino: impartió justicia nada menos que en el partido de River ante Belgrano de Córdoba, cotejo en el que el Millonario descendió a la Primera B Nacional.

Si esto sale mal, nos cuelgan del Obelisco”. Pezzotta asegura que esa frase que le dijo Julio Humberto Grondona en la previa del partido le quedó grabada a fuego. El ya difunto ex mandatario de la AFA le comunicó al juez rosarino que era el encargado de dirigir el cotejo y finalizó: “Estoy en tus manos”.

La presión era mucha. Desde los organismos del gobierno nacional consideraban como “una catástrofe” que River pierda la categoría. Y así fue. Por lo menos para Pezzotta. En el entretiempo, ingresaron unos “doce tipos a apretarme en el vestuario”, y a partir de ahí, comenzó la pesadilla.

“La pasé muy feo, pensé que no iba a poder salir adelante. No me gusta hablar de esa situación porque ya no me quiero ni acordar”, le dijo a Conclusión.

¿Qué es lo que pasa por tu mente hoy, después de tanto tiempo?

— Poco a poco lo voy superando. La verdad es que son situaciones muy estresantes. Me costó una enormidad salir de eso. Sinceramente pensé que nunca iba a poder. Se me pasaron miles de cosas por la cabeza. Mi familia, mi casa, todo. Pero por suerte las voy dejando atrás.

¿Cómo fueron los días posteriores?

— Yo estaba en la Copa América. Llegué a mi casa y enseguida partí para Córdoba para ya quedarme allá y dirigir. Lo más duro fue dejar a mi familia. Se fueron a Victoria, Entre Ríos, y se quedaron ahí. Por supuesto que en ese momento la cabeza me iba a mil, pero intenté despojarme del tema lo máximo posible para hacer bien mi trabajo.

¿Ya contaste todo, o quedó algo pendiente que te lo vas a guardar para vos?

— Es que no hubo mucho más que eso. Las palabras de Grondona me quedaron grabadas en aquel momento. Pero son sensaciones que me quedaron a mí. Por suerte, cada vez lo voy superando un poquito más.

¿Cómo lograste salir adelante? 

— La ayuda psicológica es fundamental para un árbitro, y para mí, en este caso, fue vital. Siempre es necesario. Es un consejo que les doy a los más jóvenes. Un árbitro profesional tiene que estar preparado y apoyado también por profesionales.

¿Cómo estás hoy?

— Normal. Me estoy entrenando para dejar atrás una lesión que me tuvo a maltraer en este último tiempo. Pero estoy tranquilo, focalizado en volver a dirigir lo antes posible.

¿Cómo es el trato con los hinchas de acá? ¿Caminás tranquilo por la ciudad?

— Sí, la verdad que nunca tuve ningún problema. Tuve la suerte de dirigirlos a ambos en primera división en el comienzo de mi carrera. Obviamente, la deuda que me quedará pendiente es dirigir un clásico.

¿Qué pensás sobre eso? ¿Por qué los árbitros rosarinos no pueden dirigir un clásico?

— Sinceramente no lo sé. No le encuentro sentido tampoco. Uno es profesional en lo que hace, y no le pesaría dirigir un encuentro entre dos equipos de su ciudad. Pero lamentablemente eso no cambió mientras estuve yo. Ojalá cambie.