Por Paulo Viglierchio

Rosario Central entró en un tobogán del que debe salir pronto. Las últimas tres actuaciones mostraron un conjunto que empezó a flaquear en lo que hace poco era una fortaleza. El interrogante sobre el aspecto físico del conjunto auriazul quedó en evidencia por la forma de sostener los resultados a favor. Defenderse no es malo, pero hay que saber como, ser inteligente.

El Canalla se propuso conservar el orden en el primer tiempo. Si bien al comienzo Boca le manejó la pelota, el equipo de Russo se fue acomodando y en base al esfuerzo colectivo logró emparejar las acciones, al menos desde el compromiso. Al faltar juego, sobresalió el espíritu de este equipo para pelear cada pelota como si fuera la última.

Durante los minutos iniciales, los de Almirón ejercieron dominio territorial y de posesión, en base a un manejo prolijo desde la mitad de la cancha. El canalla perdía esa zona (Varela y Pol Fernández tenían mucha libertad para recibir y distribuir) y la defensa quedaba mano a mano, con la espalda de Coyote Rodríguez como el costado más débil. Sin embargo, el Xeneize explotó poco esa zona y se inclinó más por lo que pudieran hacer Barco y Villa desde la izquierda.

Aun así, las más claras hasta el momento había sido un cabezazo de Veliz tras un córner que encontró una buena respuesta de Romero y una volea espectacular de Campaz que hizo lucir al ex arquero de la Selección Argentina. Boca llegó con remates de media distancia sin peligro salvo uno de Oscar Romero que encontró a un Broun resolviendo con dos maniobras. La principal arma para explotar era el retroceso de Barco, y Giaccone así lo entendió y ejecutó.

Precisamente, un golazo del juvenil de zurda, en el que enganchó dese la derecha hacia al medio y fusiló a Chiquito, rompió el molde. A partir de allí, Central llevó el encuentro a su terreno y tuvieron más protagonismo Montoya y Ortíz, en base a buenas decisiones con la pelota para clarificar el panorama. Faltó que se asociaran más Malcorra y Campaz para conectar con Veliz, más luchador que en encuentros anteriores pero lejos del arco. Así, el Canalla durmió el partido y se fue con la ventaja al descanso.

En el complemento, el equipo utilizó el libreto que venía desarrollando durante esa etapa, el de aguantar y meter. Una estrategia riesgosa por la jerarquía del rival, con jugadores para desnivelar en cualquier jugada. Tal fue así que la diferencia le duró poco, porque Boca lo empató por intermedio de Payero tras una combinación colectiva.

Central pudo reponerse del golpe, asumió la responsabilidad como local y lo fue a buscar. En base a empuje y garra, pudo volver a mandar en el marcador por intermedio de una aparición de Veliz en el área tras un buen centro de Coyote Rodríguez. Parecía que el partido otra vez se le presentaba propicio para jugar con el overol y sostenerse en pie.

Pero como le suele pasar al Canalla en los segundos tiempos, se quedó demasiado, con jugadores que no resistían su continuidad desde lo físico. A pesar de que a Boca le costaba profundizar, el equipo de Russo no estaba firme, al flaquear de nuevo en la mitad de la cancha, salvo por la tarea de Ortíz, el mejor del conjunto auriazul.

El encuentro entró en un limbo, se jugó poco y se discutió mucho, la moneda podía caer para cualquier lado. Los cambios en Central no funcionaron y lentamente se fue replegando cada vez más cerca de Broun, sin poder sostener la pelota ni ensayar algún contraataque permitiera un poco de alivio. Así, al igual que en Tucumán, en la última pelota del partido, Figal conectó de cabeza un centro de Villa y su remate se coló en el ángulo del uno canalla. Desazón y bronca por el esfuerzo, un castigo por el excesivo retraso en su postura en la segunda mitad.

Con esto, queda sentado el debate en torno a como manejar los partidos de la mejor manera para Central. ¿Sirve seguir cuidando el resultado cuando la diferencia es mínima? ¿Están las respuestas físicas para internar otras cosa? ¿Tiene Russo los intérpretes para llevar a cabo otra idea?