Newell’s Old Boys mostró señales de recuperación. Tras una semana difícil luego de lo que fue la derrota clásica y los entredichos entre el entrenador Gabriel Heinze y los directivos, apaciguó un poco la bronca de los hinchas con una actuación convincente, en la que se le dio todo lo que no venía ligando en la Copa de la Liga Profesional. Al margen de eso, el adversario fue propicio para ello y le entregó todas la ventajas para que el rojinegro se luciera y mostrara una versión diferente a los últimos partidos.

La Lepra salió al Nuevo Gasómetro con casi el mismo equipo del sábado pasado, con excepción de la inclusión de Ignacio Schor por Ramiro Sordo, signo de la ratificación del Gringo a sus dirigidos y a la idea. El 4-3-3 habitual, con Jorge Recalde de falso nueve tratando de asociarse y armar juego con los volantes y los extremos. Claro está, era necesario que este circuito estuviera fluido, como también que los laterales acompañaran con sus incursiones y la defensa en general estuviera concentrada.

Desde el arranque, el conjunto leproso se hizo de la posesión, y buscó a traves de Aguirre y Schor perforar por los costados azulgranas, sobre todo por el sector de Agustín Giay, de buenas proyecciones pero con dificultades en la marca. Por allí estuvo uno de las vías de ataque. La principal virtud estuvo en no apurarse con el balón, retenerlo y jugarlo con consciencia pero sin trasnformarse en una tenencia inocua, sino en algún momento cuando se liberara un espacio aprovechar para explotarlo.

En ese sentido, Iván Gómez y Juan Sforza fueron la clave de inicio del fútbol, ya que por sus pies pudieron buscar y conectar al resto del engranaje. Pero quien se mostró incisivo y picante desde el comienzo fue Cristian Ferreira, con intenciones de hacerse conductor, jugar y hacer jugar al resto, un signo premonitorio de lo que sería su tarde. De hecho, de sus pies nació el primer gol, cuando tras una peinada de Ángelo Martino, la pelota le quedó en el área, la controló y con una pirueta le dio de derecha para abrir el marcador.

Otro hombre clave en la tarde del Bajo Flores, como siempre, fue Gustavo Velázquez. El paraguayo cortó cada intento adversario, por arriba y por abajo, y hasta se animó a salir por abajo cuando la ocasión ameritaba, una auténtica muralla. A pesar de estar acompañado por Guillermo Ortíz en la zaga, el guaraní igual se las arregla para destacar, da igual el compañero que tenga en el fondo. Méndez y Martino también acompañaron cuando pudieron, siendo inteligentes en sus subidas y atentos a sus espaldas.

A San Lorenzo primer gol lo tumbó, nunca pudo reaccionar, peleó más de lo que jugó, estuvo desconectado, nervioso, molesto, impaciente, ello proyectó errores que estaba desacostumbrado a mostrar en el ciclo Ruben Insúa. Newell’s sacó provecho de cada fragilidad y, de entrada en el complemento, le asestó otro golpe de nocaut. Sordo desbordó por derecha y lanzó un centro preciso al medio, Recalde la dejó pasar y por atrás llegó Ferreira en soledad, quien llegó con envión y le dio como venía para ponerla en el ángulo izquierdo de Augusto Batalla para establecer el 2 a 0. Un golazo.

Ya con una ventaja importante, La Lepra jugó con la desesperación de un contrincante derrotado, se replegó al saber que ya no hacía falta controlar la pelota para lastimar y esperó una recuperación para salir lanzado a seguir dañando. Y así llegó el tercer tanto para poner el broche de oro, cuando Recalde sacó jugo de otra desinteligencia, aguantó y cedió de taco para Sordo, quien extendió un poco y sacó un latigazo rasante de zurda, mano a mano, que se le metió entre las piernas al arquero cuervo. Contundencia letal.

Newell’s se trajo un triunfazo en un escenario complicado. Supo dar vuelta la página rápido luego de unos días turbulento, sacó la cabeza a flote y demostró que, cuando está inspirado, puede ser un conjunto riesgoso para cualquiera. Hoy en Buenos Aires fue una de esas jornadas. La misión de ahora en adelante pasará por repetir más actuaciones como estas y menos como las que se vieron en el clásico o con Estudiantes. Volverse un equipo confiable requiere de estabilidad en el funcionamiento y también en los resultados. Un aspecto potencia y lleva al otro. Por lo pronto, volvió a dar un paso firme, con entereza, era lo mínimo que el hincha quería y merecía.