Por Fabrizio Turturici

La pasión por el básquet se divide entre los que gozan jugarlo y los que disfrutan mirarlo. Pablo Favarel es ejemplo de lo segundo: tanto le gustaba estudiar este deporte que se terminó convirtiendo en coach técnico.

«Me gustaba jugarlo; pero más me gusta mirarlo, estudiarlo, leerlo y aprenderlo», confirma Favarel en mano a mano con Conclusión: «Jugaba de escolta hasta que mi entrenador en Gimnasia y Esgrima de Rosario (GER) se dio cuenta de esto y terminó ofreciéndome el trabajo de ayudante».

A pesar de su temprana edad, el rosarino tiene una larga trayectoria y una mayor proyección a futuro. Luego de dirigir las categorías formativas de GER por siete años, le llegó la oportunidad en el básquet profesional y no dudó en tomarla.

«Mi primer trabajo profesional fue en Dubai, con Daniel Maffei como entrenador», narra Favarel antes de contar cómo fue dicha experiencia: «Allá es poco popular el básquet: a los mismos jugadores no les interesa la actividad. Si bien es profesional y tienen un buen pasar económico, resulta más recreativo que competitivo. Aunque el nivel deportivo no era bueno, esta experiencia me permitió formar mis primeras armas en la dirección técnica», expresó.

Luego de la experiencia internacional, Favarel regresó a Argentina para irse con el mismo entrenador a Quilmes de Mar del Plata, club con el que se consagró en el Torneo Nacional de Ascenso (TNA) y ascendió a la primera categoría. «Inmediatamente me renovaron el contrato, pero no nos fue bien deportivamente y me fui con Fernando Duró a Olímpico de La Banda». Siguiendo el recorrido, trabajó en Libertad de Sunchales; en Regatas de Corrientes con Nicolás Casalánguida y «ahora me volvió a llamar Duró para trabajar en Olímpico, así que estoy yendo para allá en estos días».

A la hora de remarcar sus méritos como coach técnico y su filosofía del básquet, Favarel refirió que «este deporte es mi vida y le dedico todo el tiempo posible, dando mi mayor esfuerzo, para que rinda sus frutos. Mi mayor filosofía es el trabajo».

En otro sentido, este joven coach sueña con independizarse y «tener mi posibilidad como entrenador principal. No sé cuándo será: lo único que sé es que cuando llegue el momento, voy a estar preparado», avisó.

—¿Cuál es tu percepción del básquet a nivel nacional?

—Los argentinos tenemos buen nivel de competencia porque hay jugadores de buena técnica y entrenadores muy capacitados. El mayor escollo que tiene el básquet acá, es el que el fútbol es muy popular  y eso fagocita a los demás deportes. En resumen, estamos bien posicionados y tenemos buena materia prima.

—¿Y en cuanto a la infraestructura y financiamiento del deporte?

—En esa materia estamos muy atrasados. Aquí resulta claro que somos un país del tercer mundo: la infraestructura no es buena. Esto lo pude comparar trabajando en Dubai y haciendo capacitaciones en Estados Unidos y Europa. Nuestros estadios son chicos o viejos, es prácticamente imposible que tengan refrigeración o calefacción, los vestuarios están destruidos y muchas otras cosas en la que estamos alejados al primer mundo. En lo que refiere al financiamiento, también es complicado, porque el básquet es consumido por un público específico.

—No obstante, es un deporte que creció considerablemente en los últimos años…

—Se debe en gran parte al orgullo que significó en los más chicos nuestra selección argentina con «la generación dorada». Las grandes participaciones olímpicas y mundiales, más las individualidades que brillan en la NBA, generaron atracción a gente que no es del palo.

—Hay una camada de jugadores que evidentemente está en su ocaso, pero aparecen buenos valores que auguran un buen futuro. ¿Podría resurgir una nueva generación dorada?

—Creo que el hecho de haber tenido a jugadores como Ginóbili, Scola y Nocioni, puede ser irrepetible. No sé si Argentina volverá a tener jugadores de ese calibre, mucho menos que coincidan en su tiempo. De todas maneras, están apareciendo buenos juveniles como Nicolás Brussino y Patricio Garino que, a pesar de su corta edad, ya están en la NBA. Veremos, lo que está claro es que Argentina seguirá produciendo buenos jugadores.