Por José Odisio

Newell’s está en crisis. No hace falta ser muy sabio para darse cuenta. Basta con recorrer el club, ver las caras de los jugadores en Bella Vista, escuchar las declaraciones «fuertes» de ídolos que se fueron hace pocos días, mirar la caja fuerte y verla casi vacía, o simplemente conversar con algunos directivos para entender que la situación es complicada.

No hay plata, eso está más que claro, y la situación financiera provocó que se tomaran decisiones antipáticas de cara a los hinchas. Pero también hay una crisis política, institucional, que se percibe, que está latente. Esto no es solo falta de dinero en las arcas, Newell’s hoy es una olla a presión que anuncia con su silbido que en cualquier momento puede explotar, pero todos parecen mirarla de reojo en lugar de apagar el fuego.

Y uno de los principales problemas del mundo Newell’s en los últimos años es que nadie quiere asumir sus errores o responsabilidades. Y la solución parece ser pasarle la pelota al otro. Oficialismo, oposición, entrenadores, jugadores ídolos o simples ignotos, empleados, dirigentes, hinchas, todos sin excepción encuentran como la mejor solución cargarle la culpa al otro. Y así será difícil salir.

Tal vez el vicio de no asumir culpas sea producto de la nefasta era López. Por lógica, tras esos 14 años que destruyeron institucionalmente al club, la mejor respuesta era siempre «esto es lo que nos dejó López». Y esa política se hizo costumbre. Por eso no sorprende escuchar ahora «esto es lo que dejó Ricobelli», y luego será «esto es lo que dejó Bermúdez». Y si bien puede haber parte de verdad en estas frases, también es real que aquellos que asumieron dirigir el club y ganaron ese derecho en las urnas deben cumplir con ese mandato, el de «dirigir» y no quejarse, el de solucionar problemas y no esperar milagros o dádivas, el de asumir culpas y no tirar la pelota afuera cuando las cosas no salen bien.

Se fue Scocco, y el culpable fue el juez que «se puso exigente». Se fue Maxi, y el problema fue que Bermúdez no se juntó con él, cuando en realidad la sensación es que hay mucho más detrás de esa decisión que la Fiera demoró en tomar. No se pudo ingresar a la Libertadores, y Osella y el plantel endilgaron esa culpa a los problemas externos, que existieron y condicionaron, pero también sirvieron para tapar un bajón futbolístico que estuvo a la vista. Se debe plata a Agremiados, y la culpa es del dinero de la TV que no entra o de la cancelación abrupta que hizo AFA de la deuda, cuando en realidad habría que hacer un análisis más profundo de lo que se les pagó a jugadores que casi ni jugaron, o se debería gestionar ingresos extras que hoy no están. Se cuestiona mucho desde la oposición, pero no se reconoce que en las últimas elecciones no se pudieron poner de acuerdo en las ideas y hubo 6 listas en el cuarto oscuro.

La crisis está, es innegable. Hoy parece ser financiera e institucional, pero si no se actúa rápido pasará a ser futbolística. Es tiempo que cada uno asuma su culpa. De dejar de declarar y empezar a actuar. La tormenta se avecina. Y no siempre aparecerá un Martino o un Bielsa para enderezar el barco en medio de un posible naufragio.