Por Santiago Fraga

“El clásico rosarino volvió a terminar en empate, con un juego mediocre a la vista y un árbitro nefastamente protagonista por sus errores”. Tranquilamente, a esta altura de la historia, un periodista ya podría comenzar a escribir su crónica sobre un partido entre Central y Newell’s con esa oración previamente tipeada hasta días antes del encuentro.

El miedo a perder y la dramática situación que los equipos rosarinos viven con los promedios incrementaron de forma exponencial este domingo todas las falencias del partido más apasionante de la ciudad, en lo que para el espectador neutral terminó resultando en un bodrio mayúsculo y para el parcial en una danza de nervios que durante 90 minutos tiene hasta al ser humano más fitness al borde del infarto.

Sin embargo, más allá de las amplias generalidades de cada encuentro, cada derby tiene su particularidad y sus motivos, y los nóveles Frank Kudelka y Diego Cocca hicieron que este empate no tenga en realidad similitud con aquella igualdad en cero de febrero de este año.

Por el lado de Newell’s Old Boys, la renovada actitud que el equipo demostró a lo largo de las primeras jornadas de esta Superliga la dispuso nuevamente en este choque ante el máximo rival, intercambiando los roles de un enfrentamiento que en el historial reciente siempre tuvo a Central como el equipo con más cuota de fuerza y al rojinegro intentando con otros recursos.

Este ejercicio que Frank Kudelka trabajó desde el primer día sobre la moral de sus jugadores termina siendo fundamental hoy en un partido que ya por naturaleza no deja lugar al buen fútbol o a las estrategias refinadas. Aquello, sumado a la enorme evolución que tuvo Newell’s en su juego de pelota parada, terminó por resultar en la fórmula más potable que disponía el rojinegro para abrir el marcador y tener chances de llevarse un triunfo de Arroyito.

Apostando por momentos a mantener la posesión de la pelota y por otros a pelotazos en búsqueda de que Lucas Albertengo consiga un foul cercano al área, el primer tiempo terminó con el visitante como el equipo que tuvo las ocasiones más claras de gol (un zurdazo al travesaño de Denis Rodríguez y una pelota que no pudo controlar Alexis abajo del arco), pero con el cero en el marcador.

No obstante, el primer tramo del complemento trajo más de un dolor de cabeza para el rojinegro, ya que Central salió motivado y durante varios minutos se llevó por delante al equipo de Kudelka, generando nuevas dudas sobre cuál podría ser el desenlace de la historia.

Ahí, en ese momento de mayor nerviosismo, es cuando el hecho de tener una carta de gol como lo es la pelota parada termina resultando un verdadero ancho de espadas. No importa el desarrollo del partido, ni quién es superior, ni quién está teniendo más chances: si hay un tiro libre o un córner, se siente como medio gol.

Así lo siente Newell’s, y así lo siente Cristian Lema, que con el rostro emparchado a los 21 minutos del complemento metió un frentazo bárbaro tras un gran córner de Mariano Bittolo para poner el 1 a 0 en el marcador, en una imagen que a algunos leprosos le habrá hecho acordar a un gol de Santiago Salcedo en ese mismo escenario, once años atrás.

El gran problema que tiene este renovado equipo rojinegro es que, así como el fondo te aporta una enorme seguridad y te garantiza peso ofensivo en área rival, también viene garantizando al menos una desinteligencia por partido -producto de la sobreexigencia que por momentos le recae-. En encuentros anteriores, analizábamos que la Lepra tenía esos errores defensivos pero hasta el momento no habían podido ser aprovechados por los rivales, y esa ocasión llegó justo hoy, con la defensa y Alan Aguerre como protagonistas.

Como virtud a destacar, luego del mazazo que significó el empate de Claudio Riaño, Newell’s lejos de desmoralizarse -como venía siendo costumbre en los últimos torneos cada vez que le convertían- mantuvo la compostura y volvió a bajar los decibeles del encuentro para mantener el juego al ritmo que Kudelka buscaba, siendo esa otra de las grandes razones por las que el partido volvió a su cauce normal y terminó en empate.

Los párrafos finales se los lleva el protagonista más nefasto de la jornada: Andrés Merlos. El sanrafaelino, que ya había sido suspendido en julio por su polémico arbitraje en un San Lorenzo – Godoy Cruz, volvió a dar la mala nota en el partido más importante de la fecha, con una serie de errores que demostraron un mal manejo del encuentro.

En febrero, Diego Abal había cumplido una actuación paupérrima en el empate 0 a 0 en el Coloso del Parque, apostando a cobrar absolutamente cualquier roce y sacando tarjetas fáciles, lo que terminó con un partido cortado, que nunca llegó a cuajarse y que le quitó posibilidades a ambos equipos de proponer su fútbol.

En este caso, Merlos dispuso que su forma de controlar el partido sea dejando que los jugadores se golpeen, pero sin aplicar ningún criterio arbitral. Patadas y codazos se repartieron a diestra y siniestra, sin que el árbitro se dignara en ningún momento a sacar tarjeta alguna y teniendo que haber terminado ya el primer tiempo con al menos un jugador menos en el campo de juego. Apostando a ese falso libertinaje el partido se le terminó yendo de las manos, finalizando los 90 minutos con muchas polémicas.

Si bien quizás algún leproso podría haber dicho que firmaba el empate antes del encuentro, lo cierto es que la sensación para los dirigidos por Frank Kudelka es la de haber perdido dos puntos, y que los resultados de los demás equipos que pelean con los rosarinos el descenso hacen que ese punto conseguido no le valga a ninguno de los dos. Mientras tanto, también, el rojinegro deberá intentar romper de una vez esa mala racha que no le deja ganar fuera de casa.