Por Santiago Fraga

Nada pasa por casualidad. Mismas fórmulas atraen mismos resultados y Newell’s, sin haber cambiado demasiado, volvió a brindar una pálida imagen, solamente camuflada por un planteo mezquino del rival en el segundo tiempo que le otorgó al local la pelota y un momento para ilusionarse con un milagro.

El problema es cuando uno no hace méritos ni siquiera para merecer la suerte, y los repetidos errores de conceptos valieron que el rojinegro, por más que tuviera la posesión, terminara mostrando en cada avance y cada retroceso la impotencia propia de la falta de herramientas para cambiar el curso del partido.

Si teniendo un jugador tan claro técnicamente como Pablo Pérez quien más termina trasladando la pelota es el cinco de marca, hay un claro problema. Si a ello le sumas la enorme distancia de un mediocampo partido entre el doble cinco y Maxi Rodríguez, hay otro. Si a eso le sumas que los laterales no se proyectan y cuando lo hacen no se animan a superar la posición del extremo para hacer el 2-1, hay otro más. Si a eso le sumas que tu jugador más peligroso en ataque termina opacado y sin la pelota por ese método de ataque, hay otro. Si a eso le sumas la enorme cantidad de pases fallados y decisiones mal tomadas en todo sector de la cancha, hay otro, y otro, y otro, y otro. Si a eso le sumas que todos esos errores ya habían ocurrido los partidos anteriores… bueno.

Con tantos errores en la ofensiva, no sorprende que Independiente haya apostado por cederle la pelota a la Lepra, esperando al error y aprovechando como oro cada contragolpe en la potencia física de jugadores como Sebastián Palacios o Fabricio Bustos.

Ese error finalmente llegaría y no solamente en repetidas oportunidades, sino también con Cristian Lema, el mejor en la faceta defensiva del equipo, como (no único) protagonista. El primer gol se da luego de una salida suya en la que en su afán por quitarle la pelota a Palacios termina superando la línea de mitad de cancha y dejando el hueco en su puesto, y el segundo luego de chocarse infantilmente junto a Manuel Capasso y ceder la posición en la que terminaría Bustos superando a Matías Orihuela y luego a Alan Aguerre.

Sin cambiar el guión, Independiente salió con un juego mucho más defensivo a la segunda parte, regalando por completo la pelota a Newell’s, y es esa posesión total la que termina dando la sensación de que el equipo no estuvo tan mal o que aunque sea terminó jugando una carta de valentía sobre el final.

A Frank Kudelka siempre se le recordará con cariño y con los honores del caso su gran temporada inicial, clave en un momento difícil del club, pero la sensación que dejan estos últimos encuentros es, aunque él no quiera decirlo, la de un ciclo agotado.

No caben dudas de que los jugadores apoyan al director técnico, pero con eso solo no basta y hoy Kudelka no parece tener las respuestas a las preguntas que el equipo despierta.

Lo cierto, también, es que si su salida es la única sería de una gran injusticia, al punto de que difícilmente se cambie la realidad solamente con su partida, como así también nada cambió con la ida de Manuel Guanini como chivo expiatorio de un torneo nefasto.

Los problemas para parar el equipo, estos pésimos partidos y la escasez de alternativas son producto de una muy mala gestión de la dirección deportiva del club, a cargo de Sebastián Peratta, quien en los años que ha durado su gestión ha demostrado que el puesto le ha quedado bastante grande, con algunas pocas excepciones en refuerzos que luego ante la ida de los mismos no supo reemplazar (Cristian Lema y Sebastián Palacios).

Pese a que Kudelka no lo haya expresado, en la tardía conferencia de prensa brindada esta noche dio la misma sensación de estar vencido que el equipo demostró en la cancha. Quizás insistir parezca en vano, pero al mismo tiempo la pregunta que debe hacerse es qué entrenador está a la altura de lo que necesita el equipo en este momento, donde quizás no tenga problemas con el descenso pero sí dos copas por afrontar en las que, con un mínimo de orden, puede aspirar a algo.