Por Santiago Fraga

Una frase que se ha de repetir hasta el hartazgo en el mundo fútbol es que “el club está por encima de los nombres”. Aunque noble, el problema con ella es que así como es utilizada típicamente en los momentos malos o con personajes controversiales, para remarcar la importancia de una institución y su peso histórico, a veces también es aplicada -aunque sea por parte de los menos- para desprestigiar a quienes verdaderamente ameritan un reconocimiento.

Que Newell’s está por sobre todas las cosas es algo de lo que ningún socio, hincha, dirigente o jugador rojinegro debería dudar nunca. Ahora bien, que Newell’s sea lo que es hoy, lo que fue en el pasado y lo que será en el futuro se debe precisamente a los nombres, a todos los que han dejado consigo un rastro glorioso en la historia de esta prestigiosa institución.

Desde el mismísimo Isaac Newell y sus originales “Old Boys”, pasando por los pioneros del amateurismo; los que hicieron conocer al equipo en Argentina y el mundo marcando el camino en las primeras décadas de la era profesional, sentando así las bases para la llegada de las leyendas de las épocas más doradas y quienes a su vez inspiraron a los ídolos modernos; atravesando a todos aquellos que dejaron su grano de arena dentro y fuera de la cancha y aportaron al crecimiento y desarrollo de la escuela leprosa.

En un fútbol que poco a poco se va desacostumbrando a los ídolos y se amolda a los envases del deporte for export, lo que se vivió hoy en el estadio Marcelo Bielsa representa un suceso extraordinario y que con el tiempo cobrará incluso más importancia.

Hoy, con Maximiliano Rodríguez, se despide de la Lepra el máximo ídolo del siglo XXI y uno que justificadamente se ganó un lugar en el olimpo de los más grandes de toda su historia. Hoy con ‘la Fiera’ se retira el jugador ideal, el que tiene todos los condimentos que un hincha desea para un futbolista de su club y el que representa al 100% todo lo que significa la escuela de Newell’s. Porque sin dudas, la historia de ‘Maxi’ no la marcan solamente los logros (que vaya si los tiene), sino todo el camino transitado y cada una de sus acciones y decisiones a lo largo de su carrera. La marca su ADN.

Desde aquel niño que con herencia rojinegra a los tres años aprendió a patear la pelota en las canchitas de Malvinas hasta esta versión del hombre consagrado en campeón, en ídolo, en tribuna. La vida de Maximiliano Rodríguez siempre estuvo ligada a la Lepra, aún en aquellos años en donde los desmanejos institucionales lo terminaron alejando. Cada vez que Maxi tuvo que irse, tenía bien en claro que iba a volver, y eso no es poca cosa en el fútbol de hoy en donde los jugadores duran apenas un puñado de partidos, y ni hablar en el caso de las estrellas internacionales.

En ese mundo también es impensado que un futbolista en su máxima plenitud, en uno de los mejores equipos del mundo y con contrato vigente, decida dejar todo para volver a su país a pelear el descenso. Tan impensado como que un equipo en ese panorama desolador, último en los promedios, termine consagrándose campeón y llegando a instancias decisivas de la Copa Libertadores de América.

El hincha eso lo sabe, y así lo agradece. Este lunes, el Parque Independencia se inundó desde temprano de miles y miles de camisetas con el número 11 luciéndose en la espalda de grandes y niños, precediendo lo que en horas de la noche sería un estadio Marcelo Bielsa colmado, con entradas totalmente agotadas.

Campeón del Torneo Final 2013 como referente de un equipo con un fútbol vistoso y contundente, segundo máximo goleador de la historia leprosa con 94 tantos (aún sin ser delantero y habiendo estado 12 años sin jugar en el país), autor de algunos de los goles más gritados en los últimos 20 años (como el que cualquier rosarino puede soñar para hacer en un clásico) y referente tanto en los buenos momentos como en los malos. Alguien que a pesar de los reiterados intentos fuertes de Boca y otros grandes de Buenos Aires por llevárselo, siempre fue muy claro: “En la Argentina solo juego Newell’s”.

Rodríguez es respetado por todo el fútbol argentino por el amor y la fidelidad que demostró para con su club, el ejemplo más claro del “sentido de pertenencia”, pero es también es querido por ser uno de los emblemas de la Selección Argentina de este siglo.

Campeón juvenil en 2001, subcampeón del mundo en 2014 (convirtiendo el gol que clasificó al país a la final) y jugador clave en tres mundiales, en los que convirtió dos de los goles más gritados en la historia de la albiceleste (y el más lindo desde que se retiró Maradona). Socio de Messi en ataque y uno de los jugadores más queridos por el Diego en su etapa como técnico. Vistió la camiseta de la Mayor en 54 oportunidades con 15 goles.

Por si todo esto no fuera suficiente, en cada club donde jugó recibió también el cariño de los hinchas, consagrándose bicampeón uruguayo con Peñarol (con otro gol agónico para ganar un título y con goles en clásicos), marcando el gol número 2000 de la historia del Espanyol, llegando a ser capitán del Atlético de Madrid y coronándose campeón de la Copa de la Liga con el Liverpool, cuya hinchada le dedicó una gran canción: “Maxi, Maxi Rodríguez, runs down the wing for me”.

Este lunes, el cantito de la hinchada en el Marcelo Bielsa fue otro, más cercano: “Miren que locura, miren qué emoción, esta es la famosa Fiera que volvió al Parque para ser campeón”.

Y lo que también lo engrandece es que todo lo logró con humildad. Caracterizándose siempre por ser un jugador con perfil bajo, sin que se le caiga ningún anillo, y aún en Newell’s.

A los once minutos del segundo tiempo del partido ante Banfield del lunes 6 de diciembre de 2021, Adrián Taffarel dispuso que Maximiliano Rodríguez diga adiós y salga de la cancha por última vez en su carrera, abrazándose con absolutamente todos sus compañeros, con los rivales, con el árbitro Mauro Vigliano y besando el césped del Coloso Marcelo Bielsa.

Así cerró su partido 286 con la camiseta leprosa.

En el primer tiempo tuvo un mano a mano en el que casi convirtió su gol 95, pero la frutilla del postre ya la había tenido en el anterior partido como local, frente a Central Córdoba. Ni siquiera Fernando Belluschi, con un penal tardío, pudo regalarle el triunfo a los hinchas y a su amigo.

Aún así, a los 40 años, la ‘Fiera’ terminó siendo uno de los más claros en el ataque leproso en un partido aburrido, con algunas maniobras individuales que despertaron el aplauso y la ovación de la gente. Después de él, hubo algunas acciones importantes de Pablo Pérez y José Canale, y poco más.

Claramente, el partido de hoy y el resultado terminan quedando en un segundo plano, aunque Newell’s continúe con una imperiosa necesidad de sumar puntos.

Y si pensamos en el futuro, para el que la Lepra deberá trabajar y mucho en el corto tiempo, bien cabe recordar una frase ya mencionada en esta nota: “Cada vez que Maxi tuvo que irse, tenía bien en claro que iba a volver”. El tiempo y sus ganas dirán en qué rol encontrará Newell’s a Maximiliano Rodríguez y cuándo, pero lo cierto es que este capítulo todavía no es el final de la relación entre la ‘Fiera’ y el rojinegro.

Por ahora: hasta luego, Maxi, y gracias por todo.