Por Alejandro Maidana

“En Malvinas siempre hablábamos de fútbol, mi compañero de pozo de zorro, Beto Galán, jugaba en la Tercera de Temperley, y el tema del fútbol siempre estaba presente». 

De hablar y andar seguro, Juan Colombo es de esas personas que basta con oírla para tener la certeza que cada paso que ha dado en su vida, estuvo cargado de sacrificio y valoración. Un camino construido a pura perseverancia y sueños concretos, a este longilíneo delantero que hubiese debutado en Estudiantes de la Plata en aquel abril de 1982 de no ser porque la guerra de Malvinas golpeó su puerta, dialogó con Conclusión en un intercambio visceral.

Juan Gerónimo Colombo nació en la localidad bonaerense de Roque Pérez, que en aquel momento no superaba los 8 mil habitantes, mismo terruño del «fino» Ricardo Villa, y distante a 138 kilómetros de la Capital Federal. Allí jugó en la liga local, más precisamente en el Club Atlético Roque Pérez, debutando en la cuarta división en el año 74 con apenas 13 años, dándose el gusto de vestir los colores de un club fundado por su padre y un grupo de amigos allá por 1922. Como dato de color, en el mes de agosto, estarán celebrando nada más y nada menos que un siglo de vida.

Pero cuando le llegó el turno de jugar en primera, un inconveniente en el club impidió que Colombo pueda gozar de ese momento. Así fue como llegó al otro club de Roque Pérez, con 15 años, para jugar en primera pudiendo consagrarse campeón, situación que desembocó que un club de Pedernales, de la Liga 25 de mayo, se interesase en él. Fue así como se cruzaría en dos oportunidades con Humberto Zuccarelli, que a la postre sería la persona determinante para su arribo a la primera división de Estudiantes de la Plata.

Así fue como Carlitos Ruiz, un conocido de la familia de Estudiantes de Roque Pérez, lo llevaría a probarse a su homónimo de La Plata. La realidad de aquel momento indicó que el cupo se encontraba cerrado y completo, por lo que Colombo debió regresar a Roque Pérez a jugar un año más en la liga de 25 de mayo. La revancha la tuvo al año siguiente gracias a Carlos Peters, la primera práctica fue espantosa, así la definió Juan Gerónimo. “Nadie podía convencerme de quedarme en La Plata, quería regresar a Roque Pérez, Cheves, el técnico de aquel momento, sostuvo que no iba a tenerme en cuenta. Imaginarás a dónde tenía la autoestima, es en ese momento donde agarro Calle 1 y me lo cruzo a Humberto Zuccarelli que estaba de ayudante de campo de Pachamé en la Tercera de Estudiantes, le comento la situación y me dice ‘para para, andate a la tarde al Country de City Bell que yo voy a estar con la Tercera y después hablo con Cheves para que te vuelva a ver’”, sostuvo Colombo en el comienzo de un intercambio sin desperdicio.

Después de algunas prácticas firmaría para el “pincha” como jugador amateur de la cuarta división. Así fue como cumpliría aquel lejano sueño de ser jugador profesional en una institución grande de Buenos Aires. “De pibe consumía y jugaba al fútbol de manera sistemática, en casa reñíamos una canchita, me la pasaba pateando la pelota y escuchando transmisiones de futbol, incluso las uruguayas con el relato de Víctor Hugo Morales”. En el medio de la firma y los sueños cumplidos, llegaría la colimba, “a dos meses de firmar me encontré con la noticia de que mi distrito militar era en Tandil, por lo cual tuvo que intervenir Estudiantes para que pueda estar realizando la colimba en el Regimiento 7 de La Plata. Situación que me permitió salir todos los días a las 19 horas, eso me permitía correr en el predio, pero no jugar en casi todo el año”.

Fue en noviembre de 1981 cuando la primera baja le permitiría estar al menos en dos partidos por el campeonato. Juan Colombo arrancó la pretemporada de 1982 con la Cuarta división con muy pocos partidos jugados, pero con una expectativa enorme por el nuevo desembarco del “doctor” Carlos Salvador Bilardo en la institución. “Él nos veía los días jueves, ya que visitaba las prácticas tanto de la Tercera como de la Cuarta división, y como tuve la suerte de andar bien aquellas prácticas, cuando Bilardo convocaba juveniles para entrenar con la Primera, me llamaba. Recuerdo que algunas veces me hacía hacer de sparring, todavía atesoro ese momento en donde el rival era Boca y me tocó por mi físico, hacer las veces de Ricardo Gareca, que era el 9 del equipo de la Rivera, y Miguel Ángel “manzanita” Gette me tenía que seguir por todos lados”.

A fines de marzo de 1982 el “negro” Antonio, quién era el técnico de la Cuarta división, le dice en voz baja por no levantar el avispero, que Carlos Salvador Bilardo lo esperaba en el Country de City Bell para sumarse al plantel de primera. “Se me aflojaron las piernas en aquel momento, hoy los pibes tienen la oportunidad de entrenar asiduamente con la primera, pero en aquel entonces era muy difícil. Para mi fue algo sublime, yo sabía que, si en un mes no cumplía con la expectativa del técnico, iba a volver rápidamente a la Cuarta. Cabe destacar que aquel plantel de Bilardo termina saliendo campeón”.

El destino y un cambio inesperado en la hoja de ruta de Juan Gerónimo Colombo

Dos semanas después de haber recibido la noticia con la que soñó día y noche de pibe, llegaría otra que ningún ser humano está preparado para recibir, la de ser citado a una guerra. Las Islas Malvinas se convertirían en un escenario con otro tipo de luces, con un campo que lejos de ser de juego, pasaría a ser de batalla, y donde las corridas tendrían relación directa con la preservación de la vida, y no para anticipar al defensor y vencer al arquero rival.

“El día que bajamos del avión en Malvinas, en las islas ya estaba oscureciendo, recuerdo haber estado atravesando Puerto Argentino para el sector de las colinas, y me fue imposible no pensar ¿Qué estarán haciendo en Estudiantes? ¿Habrá ido otro en mi lugar? Claro, mientras no lo explotaba uno pensaba que el conflicto se iba a solucionar, y si bien terminaría perdiendo uno o dos meses, recuperar el tiempo perdido iba a ser muy costoso. Pero claro, una vez comenzado el desembarco inglés, los pensamientos fueron otros”.

Juan Colombo estuvo en la primera línea, en una especie de media luna creada con la intención de proteger Puerto Argentino junto al Regimiento 7 de Infantería. Había que defender tres montes estratégicos, uno de ellos fue el famoso Monte Longdon, escenario de la más cruenta batalla que atravesó el conflicto, allí la encargada de sostener el avance inglés fue la compañía B. “Yo me encontraba en la compañía C, a uno 800 metros de ese lugar, al sucederse el ataque inglés por Monte Longdon, nuestra compañía quedó bastante relegada. No obstante, la noche de la batalla en Longdon muchos compañeros, entre ellos mi compañero de pozo Beto Galán, que al tener fusiles fueron llevados para reforzar la resistencia, lamentablemente fueron recibidos a puro disparo y muchos de ellos no pudieron regresar”.

A veces la suerte es la enemiga del destino, o viceversa, si bien puede resultar muy extraño. Juan Colombo llegó a Malvinas sin fusil, solo lo acompañaba una pistola 9mm. “Puedo resultar irrisorio, pero así fue, como el rol de combate mío era apuntador de cañón de 90mm, una especio de bazooka, al tener en la colimba ese rol de combate, el mismo se respetó en la guerra. Debo decir que jamás había disparado ese cañón, ósea, la teoría la tenía, pero de ahí a la práctica había un mundo. Fue un suceso inentendible, ya que sería lógico que estés desarmado si sos apuntador de una ametralladora Mac, ya que ahí si el trabajo es arduo debido al poder de fuego que tiene. Era recurrente la imagen de tener que esperar al enemigo a escasos metros para poder dispararle con la pistola, una verdadera locura si tomamos como referencia que se trata de una guerra”.

La última conexión de Juan con el fútbol, fue en Río Gallegos antes de pisar suelo malvinense, allí en el casino de soldados y a lo lejos, pudo contemplar el partido amistoso entre la selección nacional y la Unión Soviética en cancha de River que finalizó 1 a 1 (Ramón Díaz y Khoren Oganesyan). “Estando en Malvinas me llegaron algunos recortes de mi viejo, que me mantenía informado sobre la actualidad de Estudiantes, ese fue mi contacto con el fútbol en pleno conflicto. El último día de batalla, que fue un domingo, ya replegados y mientras caía la noche, nos cruzamos con un soldado argentino que tenía una radio chiquita, y mientras la señal iba y venía, pudimos oír un fragmento del partido inaugural de la selección nacional enfrentando a Bélgica en el Mundial de España”.

El final de la guerra y un nuevo amanecer

El conflicto bélico llegaría a su fin, el comandante conjunto Malvinas, general de brigada Mario Benjamín Menéndez, convino la rendición con el comandante de las fuerzas terrestres británicas, mayor general Jeremy Moore; y firmaron el documento de la rendición el 14 de junio a las 23:59. Para Juan Colombo la mezcla de sentimientos tendría su correlato en la fortísima experiencia vivida. La sensación de satisfacción por el regreso sano y salvo, se fundiría en un cuerpo con 12 kilos menos que pedía a gritos una buena alimentación que ayudase a recobrar la vitalidad dañada por lo inhumano de la guerra.

“A mi regreso me afinco en Roque Pérez unas dos semanas para recuperar el peso perdido y poder descansar, a los pocos días me llega una carta de Estudiantes de la Plata para invitarme a un homenaje que organizaban para quienes estuvimos en Malvinas. El encuentro estaba previsto para un domingo, día en que jugaba Estudiantes, el día anterior me descompongo terminando ese cuadro en una hepatitis. Ahí es donde recibo otro mazazo, ya que estábamos en julio y a fin de año tenía que estar firmando un nuevo contrato, de lo contrario quedaba libre. Me comunico con la gente del pincha para comentarles de mi situación, a lo que me responden que me quede tranquilo y recupere, si bien se trataba de una hepatitis leve, los síntomas no aflojaban teniéndome cautivo hasta mediados de septiembre”.

Apenas recuperado Juan sale raudamente hacia La Plata donde luego de presentarle los análisis médicos al facultativo del club, recibe una noticia para nada alentadora. “Si bien el médico de Estudiantes me dice que los análisis estaban dentro de los parámetros normales, me recomienda no regresar a los entrenamientos por espacio de 45 días, algo que empujó a desesperarme, ya que llegaría al mes de noviembre sin poder alcanzar rodaje y esquivar la libertad de acción. Recuerdo haberme tomado el micro a Roque Pérez muerto desde lo anímico, pensaba cómo iba a hacer para ponerme bien en dos meses y no quedar libre. La guerra me había partido al medio, me había matado el sueño de jugar al fútbol”.

Ya en su casa, contenido por familiares y amigos desde lo emocional, medicado y con el soporte vitamínico necesario, Colombo pudo sortear esos días aciagos para regresar renovado a las prácticas del equipo de La Plata. “A los 15 días de encontrarme entrenando, vuelvo a hacer fútbol con la primera y a jugar bien, me acuerdo que Claudio Gugnali, que supo ser ayudante de campo de Alejandro Sabella, en ese entonces era marcador de punta y en esa práctica le había tocado tomarme a mí. Recuerdo que, una vez finalizada el encuentro, íbamos saliendo y me dice, ‘¿flaco vos sos el que estuviste en Malvinas?’ Le digo sí, y me responde, ‘la verdad que no se nota’. De ahí a fin de año cada vez que venía la primera me volvían a llamar, hasta que un día me llegó el telegrama con el contrato que debo admitir me devolvió la vida, nací de vuelta, y a los tres meses llegaría mi debut en primera”.

Sería la provincia de Córdoba y por el campeonato Nacional, en que ese día tan deseado y añorado de Juan colombo, se haría realidad. Un año después de la guerra, el 4 de abril del 83, el pibe de Roque Pérez debutaría en cancha de Instituto enfrentado a Unión San Vicente de Córdoba. “Pude cumplir mi sueño de ser jugador profesional, fue maravilloso, por eso cuando digo que Carlos Bilardo, fue el que decide que yo tenía que firmar contrato, Estudiantes y el fútbol, me salvaron la vida. Hoy no puedo asegurar que hubiese sido de mi vida si Estudiantes prescindía de mis servicios, vos imagínate a los 18 o 20 años procesando el miedo, el dolor, la angustia y la tristeza de ver compañeros caídos, es muy difícil. Yo tuve la suerte de haber firmado un contrato profesional como futbolista, pero muchos pibes se encontraron con una heladera vacía, sin laburo, pibes que las primeras semanas eran recibidos y tratados como héroes, que rápidamente pasarían al ostracismo”.

La carrera deportiva seguiría en la Tercera división del pincharrata y algunas participaciones en la primera, un desgarro en la última fecha del campeonato frente a Nueva Chicago, comenzaría a marcar el final de una historia de novela. “Arranco la pretemporada en el año 83, destacando que en aquel entonces no existía el seguimiento médico para con el jugador como en la actualidad, y nuevamente aparece el desgarro. Me recupero y hago varios en la Tercera, situación que me empuja nuevamente al banco de la primera y a seguir intercalando, pero es allí donde me desgarro en la otra pierna, la ansiedad me empujaba a acortar plazos y a eso lo terminé pagando”.

Pero finalmente se recupera y el amigo de los goles se encontraba nuevamente en carrera, allí se da su salto definitivo a la primera división de la institución de La Plata. “En el momento de consolidación como futbolista, me rompo la rodilla en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba, ligamentos laterales internos y meniscos, aún los 43 puntos de la operación me acompañan como estigma. No existía la laparoscopia, te abrían la rodilla y de esa manera buscaban solucionar la lesión. Fue así como comencé a no sentirme cómodo en los movimientos, si bien regreso y hago algunos goles en Tercera, en Estudiantes se da un cambio de técnico, se va Manera y llega Ramos Delgado, pasando también Humberto Zuccarelli, y todo comenzó a complejizarse, sumado a que debo cargar con un esguince que motivó a que tenga que usar una botita de yeso”.

Si bien su idea era abandonar Estudiantes, la propuesta del club fue renovarle el contrato respetando el sueldo que le venía abonando. “Yo siempre dije que de Estudiantes me iba a ir cuando tuviera un club interesado, si bien había integrado el plantel campeón del 83, solo había jugado tres partidos, no tenía una historia potente en el club, por eso cuando llega enero mentí argumentando que tenía un club interesado para poder irme, no quería abusar de la historia de Estudiantes por todo lo que esta institución había hecho por mí. Definitivamente emigro a Ferro de General Pico con Jorge Ginarte, allí jugué un año, hasta que aparece Luis Islas, de quién soy muy amigo y que había conseguido llegar al Logroñes de España, surgiendo así y a través de él la posibilidad de recalar en el equipo europeo. Tristemente me fue imposible la adaptación, la rodilla no me respondía y literalmente me pasaban por arriba en las prácticas, así fue como a la joven edad de 27 años tuve que dejar el fútbol”.

A su regreso a Buenos Aires, Juan se casó y siguió compartiendo la pasión solo los domingos en los torneos de la zona. No duda en sostener que aparte de haber cumplido su sueño como futbolista, a la vida que llevó en Estudiantes, la compara con haber salido con Osvaldo Zubeldía. Sostiene que le hubiese encantando jugar mucho tiempo en primera y haber triunfado en Europa, pero Juan tiene tanto los pies sobre la tierra, que le agradece a la vida por haberlo recompensado como lo hizo. Hoy se encuentra afincado nuevamente en su pueblo natal, Roque Pérez, donde la tranquilidad es patrimonio fundamental de esos arrabales, allí disfruta de su compañera y sus dos hijas. Hoy goza de su tiempo libre y de la posibilidad de seguir viendo fútbol, pero ojo, solo partidos interesantes.

La desmalvinización fue muy dura, muy cruel, ocho años sin políticas concretas de contención en lo psicológico resultó devastador para muchos excombatientes. Juan Colombo repara en esto y no duda en visibilizar su postura. “Si yo hubiese sido el presidente de la Nación, lo primero que hubiese hecho es instruir a gobernadores e intendentes en la tarea de rastrear a aquellos que estuvieron en Malvinas para poder brindarles toda la atención y contención necesaria, pero lamentablemente eso no ocurrió, se podrían haber evitado muchos suicidios”.

Frontal y sin medias tintas, Juan Colombo derrocha calidez y humildad por los poros, una persona criada y formada con la pelota bajo la suela. Si bien es cierto que en un momento bisagra de su vida tuvo que cambiar botines por borceguíes, su templanza y amor incondicional por un deporte pasional, lograría catapultar aquellos sueños de purretes hasta convertirlos en realidad. En definitiva, a Juan Colombo, Bilardo y Estudiantes de La Plata, le salvaron la vida.