Por Fabrizio Turturici

El clásico rosarino no dejó conforme a nadie. Está claro. Ni al público leproso, ni al canalla, ni a los veintidós jugadores, ni a los técnicos. Aunque Diego Osella, entrenador de Newell’s, quedó un poco más satisfecho por la actuación de sus dirigidos. Del otro lado, Coudet buscó excusarse en las lesiones, pero la realidad es que su equipo, que él mismo había acostumbrado a jugar, no estuvo a la altura.

El cero a cero en los arcos determina las pocas acciones y emociones que sobresaltaron la tarde del Parque Independencia. El Canalla tuvo un solo remate de peligro, aquel de Giovani Lo Celso en los albores del primer tiempo, que se fue relativamente lejos. Del otro bando, tan sólo dos pisadas a fondo y sobre el final (aquellas de Maxi y Scocco), con el agravante de ser locales y jugar ante un equipo que no cruzaba mitad de cancha. Al menos no con argumentos.

A pesar de que el técnico rojinegro se mostró ilusionado, quizás por el orden demostrado, quizás por mantener –por primera vez- su arco en cero, la realidad marca que Newell’s sigue sin poder ganarle a Central (desde hace diez partidos), una demanda cada vez más exigente del pueblo leproso.

Peor aún es la situación de Central, que no gana hace cuatro fechas (obteniendo 2 puntos de 12) y se despidió definitivamente del campeonato, aunque ya había quedado relegado con la derrota en el Nuevo Gasómetro. Y más allá de los resultados, los de Coudet perdieron en rendimientos: ya no juegan al primer toque ni avasallan a sus rivales desde lo físico.

Un denominador común que se presenta de ambos lados, es que tanto Central como Newell’s no satisficieron las demandas de sus hinchas: el canalla, que urgía coronar un campeonato; y el leproso, que necesitaba ganar un clásico.

Las caras largas en la ciudad explican la situación. La felicidad de Osella parece ser un espejismo paródico de la realidad. El pueblo rojinegro, así como el auriazul, no está feliz. Ambos se merecían una victoria o, al menos, demostrar ir por ella. Pero el miedo a no perderlo fue más grande que la ambición por ganarlo. La próxima será…