Por Fabrizio Turturici

La simple mención de su nombre, Claudio Alberto Scalise, no requiere mayores explicaciones para que el hincha canalla recuerde con emoción su particular —y no por eso menos decorosa— historia. Wing izquierdo de los que, hoy en día, no abundan; consagrado en el club de sus amores en la campaña del 1986/87 y autor de aquella mítica hazaña en cancha de Newell’s, cuando, tras salir campeón con la camiseta de Boca, arrojó la misma y dio la vuelta enseñando la de Rosario Central y encendiendo de furia el Coloso del Parque. Una locura folclórica que se distancia considerablemente de la violencia que vive hoy el fútbol argentino, y que quedó guardada en la memoria de todos los centralistas por la magnitud que tuvo en su momento.

Tras repasar de manera superficial algunas ediciones de la revista El Gráfico en las que fue tapa, con el nerviosismo de un chico que recién debuta y a quien le están por realizar su primera entrevista, pero con la tranquilidad que lo definía en el campo de juego, el Negro recibe a Conclusión y, café de por medio, comienza la charla.

En esta primera parte de la nota, describe sus coloridos inicios, recuerda a Don Ángel y deslumbra una historia no conocida: cómo fue estar ante las angustiosas expectativas por la Guerra de las Malvinas.

— ¿Te criaste en una familia futbolera?

 — Sí, por mi hermano, que ya había jugado en Primera. Él me lleva diez años de diferencia. Fui a jugar al mismo club de barrio donde se inició, que se llamaba Impulso. Ahí empecé mi carrera, pero yo jugaba para divertirme. No soñaba ni tenía dimensión de lo que era llegar tan alto. Las cosas se fueron sucediendo así, todo por diversión.

— ¿Tus primeras armas las hacés en Central?

— Sí. Llego a Central a los 14 años y debuto con 19. Pero antes, cuando salí del club de mi barrio, tuve un lapso de un año sin jugar. En aquellos momentos, tenía que hacer el Servicio Militar, en la Prefectura, y me comí catorce meses en la colimba. Fue el momento más duro. La categoría mía, la 62, es la que peleó en Malvinas. Yo no combatí, estaba esperando la orden para cruzar, bajo una incertidumbre bárbara. Ahí llega la rendición y por suerte, la tranquilidad para los que no fuimos.

— ¿Cómo pensás que hubiese sido tu vida si ibas a Malvinas?

— Eso solamente Dios lo sabe. Pero hay muchachos que estuvieron en las trincheras y terminaron jugando en Primera, como [Luis] Escobedo y [Omar] De Felippe.

 — Entonces debutás con 19 años de la mano de Don Ángel…

— … Tulio Zof [se apresura en completar aquel nombre que parece conmoverlo]. Sí señor, en el 82, cuando termina la guerra. Ahí vuelvo a Central, pero estaba muy flaco y débil. Sin embargo, él me vio condiciones. Por eso siempre digo que la técnica supera a la capacidad física. Estuve dos meses entrenando fuerte y Don Ángel, que necesitaba un wing izquierdo, me dio la posibilidad de jugar.

“Aprendí mucho de él. Fue un sabio del fútbol. Inteligente y observador para poder mirar al jugador exacto para cada función; eso lo hace importante a un técnico. Hoy en día, él estaría preocupado con estos “laboratorios” de alto rendimiento que se hacen. Nunca lo podría sostener ni entender. Él decía que el jugador de fútbol, juega y nada más”.

— ¿Cuáles eran tus rasgos distintivos dentro del campo de juego?

— Lo que es difícil de encontrar en el fútbol actual: un jugador con velocidad y dominio.

— ¿Cuál fue el partido que más disfrutaste?

— Siempre, contra Newell’s. Les metí varios goles, he dado la vuelta olímpica en cancha de ellos. No tengo derrotas contra la Lepra, ni en inferiores. He salido campeón en Primera, Primera Local, Cuarta, Quinta… Gané clásicos tanto de local como visitante. Nunca me voy a olvidar tampoco cuando lo eliminamos en octavos de final, con gol mío y otro de [Darío] Campagna. Todos, son momentos inolvidables.

— A simple vista se ve una pasión ferviente por Rosario Central…

— Desde chiquito, porque nací en club. No somos como el resto; eso nos distingue. Lo sabe cualquier jugador que haya jugado acá. La pasión y el amor que se genera, es distinta. En otros lados, terminan sus contratos, arman las valijas y se van. No es lo mismo.

— ¿Cuál fue el mejor equipo que te tocó integrar?

— El equipo que ascendió en el 85 con Pedro Marchetta y el que salió campeón en el 86/87 con Zof. Ambos técnicos se parecían en los estilos, son formadores de grupos. Teníamos grandes jugadores en aquella época: Raúl Chaparro, Eduardo Delgado, Daniel Sperandío, Adelqui Cornaglia, Omar Palma, Jorge Balbis. La base de los que el año siguiente salimos campeón en Primera.

“Recuerdo que fue durísimo, nos consagramos a un punto de diferencia y nos costó mucho. Lo principal fue tener un buen plantel de jugadores para afrontar algunas situaciones: sufrimos en demasía los arbitrajes”.

— ¿Cómo era jugar asistido por Palma?

— Era importante su inteligencia. Nos conocíamos mucho y no necesitábamos mirarnos para jugar. Fue mi mejor socio dentro de la cancha.

 

En la segunda parte de la entrevista, Claudio Alberto Scalise enfoca todas sus energías en recordar y narrar la epopeya en el Coloso del Parque, cuando se quitó la camiseta de Boca y dio la vuelta con los colores canallas a la vista incrédula de miles de hinchas rojinegros. Asimismo, evoca sus momentos más gloriosos en el club y culmina analizando una trayectoria llena de colores, puntualizando en lo que más ama: Rosario Central.