Por Enrique Genovar

«Qué copa que nos sienta bien… Ahora la tenemos que ganar, la tenemos que ganar. Banfield va a ser durísimo, yo prefiero a Godoy Cruz. Pero la tenemos que ganar, tenemos nuestra chance, se abrió».

La frase corresponde a un hincha de Central, amigo de quien escribe esta opinión. Y la misma no hace más que reflejar lo que sienten los canallas con esta Copa Argentina. Un torneo maldito, pero que no por eso deja de seducir y mucho. Y esa obsesión por conseguirla de una vez por todas creció luego del paso triunfal de Central ante Boca en Mendoza.

El equipo de Paolo Montero supo cómo jugar un partido trascendental y se quedó con una justa victoria. Encima el choque ante el Xeneize tuvo un nuevo grosero error arbitral en contra, y como ya pasó en la final de 2015, le puso otro condimento. Pero esta vez con el resultado favorable solamente quedará como una anécdota de lo mal que dirigió Fernando Rapallini o mejor dicho de lo mal que dirigieron a Central nuevamente contra Boca.

Una victoria con un sabor especial. Un triunfo que más allá del avance de fase demostró la banca de los jugadores hacia un cuestionado DT. Un pase de ronda en un partido que se ha convertido en un verdadero clásico en esta competencia.

Central logró escribir un nuevo capítulo en la Copa Argentina. Un torneo maldito por las tres finales perdidas, pero que a la misma vez es un campeonato que le sienta bien, porque más allá de cómo venga sabe jugar esta clases de partidos que son mano a mano. Y ante Boca, ni un tendencioso arbitraje como el que tuvo Rapallini pudo apagar esa obsesión que tiene el Canalla en alzarse de una buena vez con este torneo.