Por Pablo Bloise

La historia de Cristian Fernández conmueve desde donde se la mire. Es la prueba cabal de que quien persiste y lucha por sus sueños, llega lejos. No es un viaje, no es un puesto de trabajo, tampoco es ganar la lotería. Es una meta que no dejará réditos económicos (todo lo contrario, costará mucho dinero), pero la satisfacción personal compensará cualquier tipo de gratificación. Es empleado de comercio y padre de familia, pero primero que nada, soñador. Cristian anhela formar parte de la carrera del deporte “más difícil del mundo”: el Triatlón distancia Ironman.

Cristian Fernández se preparó todos los días, desde hace casi 10 años, para conseguir una plaza en la ronda clasificatoria que se disputará en Brasil en 2016. Entrenando con lluvia, frío, calor, sea feriado o sea domingo, consiguió, ahorrando muchísimo dinero por un largo tiempo, solventar la prueba y formará parte del Triatlón de Florianópolis.

¿Por qué se argumenta que es un deporte con un nivel máximo de dificultad? Por las distancias que hay que recorrer. Se trata de 3,86 kilómetros de natación, seguidos de 180 de ciclismo y finaliza con 42.2 kilómetros de pedestrismo (maratón). El triatleta tiene un tiempo mínimo estipulado para finalizar la carrera, que es de 17 horas. ¿Parece mucho? Lo es, aunque el récord actual data de 7:50:30.

Humilde por donde se lo mire, Cristian recibió a Conclusión en su departamento, el cual le genera un egreso extra ya que alquila ese espacio para vivir, y contó toda la experiencia y lo duro que fue llegar hasta este momento, aunque todavía le espera lo mejor.

Lamentablemente es un deporte muy caro—comenta Cristian—. Tengo que mantener a mi familia, que gracias a Dios me apoya. Sin ellas (mujer e hija) sería imposible lograr esto», expresó el rosarino.Triatlon

La vida de este triatleta es la misma desde hace 9 años.

Mis días son todos iguales. De lunes a sábado, me levanto 5:15 de la mañana y de ahí me voy a trabajar hasta el mediodía—repasa Fernández, mientras juega con una de sus medallas—. Generalmente almuerzo un té con miel, depende de lo haga en el día, y de ahí me voy a entrenar hasta las tres de la tarde. Entro a trabajar nuevamente hasta las nueve de la noche, y regreso a casa a estar con mi hija que me pide a gritos—relata con una voz cansada—. Me acuesto a las 00:30. Antes nunca, porque aprovecho el tiempito que tengo para poder estar con mi familia lo máximo posible”.

¿Qué motiva a Cristian a, entre otras cosas, dormir cuatro horas por día desde hace casi una decena de años? No es nada menos que su pasión. Su tono de voz se acelera cuando se imagina debajo del arco, completando la prueba del Triatlón distancia Ironman.

Es algo demasiado grande para expresarlo con palabras—explica Cristian con los ojos húmedos y con la mirada perdida— He sacrificado mucho para llegar. He perdido momentos con mi hija, me he privado de compartir cosas con mi señora, de irme al parque un día de calor. Mi vida está centrada en entrenar y trabajar, porque soy un padre de familia y no puedo olvidarme de esa responsabilidad”.

Es cierto que no se puede explicar con palabras. Cuesta expresar, también, la emoción que siente Cristian al hablar de esta carrera. Porque no se trata sólo de eso, a pesar de que estará  presente en un certamen del deporte catalogado como el “más difícil del mundo”. No es sólo una distancia con la que hay que cumplir, y se terminó la historia. Él habla de satisfacción y de éxito personal. Cosas que no pueden competir con el dinero.

TriatlonMientras ceba un mate y su hija se le cuelga para estar con él, aprovechando su presencia en la casa,  Cristian suspira y, casi con desazón, habla del costo económico. “Lamentablemente yo no puedo tener lo mejor. Me cuesta mucho con mi único trabajo». A pesar de las ganas y el entusiasmo, no se olvida de la barrera que le significa el dinero: «cuando yo vaya a enfrentar a otros triatletas, ellos tendrán las mejores bicicletas y los mejores cascos, y yo una bici muy buena, pero que no puede compararse. Ellos cambian de zapatillas todos los meses, yo las tengo que cuidar porque no llego a pagar el alquiler a fin de mes”.

Suena paradójico que este empleado de comercio no busque una gratificación económica, pero su suerte dependa justamente del dinero. “A uno le cuesta mucho, estuve ahorrando un largo tiempo para llegar a este momento—sostiene Cristian, mientras continúa con la cabeza gacha y la mirada perdida en la mesa—. Sé perfectamente que cuando esté a punto de tirarme al agua para nadar, voy a sentir una bola de nervios en la panza. Pero estuve nueve años esperando sentir eso. Después de tanto sacrificio, y de haber sufrido tanto, cuando llegue el momento de cruzar la meta, me voy a sentir pleno. La sensación de felicidad será única”.

El dinero hace girar al mundo, como dice una vieja canción. Pero Cristian lo sufre. La prueba que él disputará es una clasificación al Triatlón distancia Ironman en Hawai, que es la competencia máxima de dicho deporte. La ronda clasificatoria, de la que participará Fernández, otorga plazas para ese certamen, a la que Cristian se verá obligado a rechazar en caso de ganar.Triatlon

No puedo tomarla—afirma con contundencia, casi sin pensar su respuesta—. Me significó un esfuerzo inhumano conseguir la plata para correr en Brasil y todavía me falta conseguir traslado. No me permito imaginarme corriendo en Hawai, lamentablemente lo económico me juega en contra. Si tengo la posibilidad de llegar a obtener ese cupo, lo que me significaría un honor inmenso, lo tendría que rechazar con todo el dolor del mundo.”

Luego de una charla en la que Cristian hizo un recorrido de todo lo vivido en estos últimos nueve años, afirma sin temor a equivocarse que «la cabeza lo es todo. Se me pasó por la mente abandonar esto mil veces. Pero nunca dudé de mí y mirá hasta dónde llegué. Si uno corre a los sueños, llega un momento que los alcanza«.

De puño y letra

¿Qué mantiene vivo a un hombre? No estoy hablando de las funciones básicas del mismo, como lo son comer, respirar o dormir. Me estoy refiriendo a algo que va más allá de las fronteras. Algo que trasciende nuestras limitaciones (aunque sean muchas) y, sin importar lo que sea, haremos lo imposible para conseguirlo. Ese “algo”, no es nada menos que el sueño, el anhelo de una persona.

Cumplir uno de ellos no es algo de todos los días. Muchas personas tienen metas, a corto o a largo plazo, pero como he dicho antes, esto va mucho más allá. Se trata del sacrificio, del día a día, de que la cabeza atormente y amenace con abandonar todo lo hecho hasta el momento, y pese a todo eso, continuar el largo camino en busca de lo que uno desea fervientemente.

Por supuesto que al hablar de esto, no podemos olvidar la pasión que cada uno le imprime a su actividad. ¿Qué seríamos sin esa maravillosa palabra? Posiblemente nada más que seres sin sentido, tirados en el mundo sin nada para hacer.

No es una tarea sencilla. Por supuesto que no. Es más, es una de las cosas más difíciles que puede afrontar una persona. Como he expresado antes, las imposibilidades y los límites que tiene el hombre para cumplir su sueño pueden ser muchos. ¿Cuántos han (y hemos) abandonado las cosas que queríamos hacer o pretendíamos ser por el miedo, por no querer correr riesgos o por no estar listos para afrontar semejante sacrificio?

En los tiempos de hoy, de capitalismo intenso que nos lleva a cada vez querer más, la enseñanza de Cristian es esperanzadora. La satisfacción personal va mucho más allá de eso. Como argumenta el triatleta, es imposible definirlo con palabras. Tantas horas sacrificadas, tantos momentos perdidos y que no volverán, no han sido en vano. Todo se resume al momento final, cuando Cristian esté cruzando la meta, luego de casi 12 horas de competición.

¿Qué mantiene vivo a un hombre? Todo lo que acaban de leer.