Por Enrique Genovar

Con el corazón en la mano. Metió, corrió y mostró coraje en todo el partido. El equipo de Eduardo Coudet tuvo como virtud que se adaptó casi en todo momento a lo que el partido le pedía que hiciera. Rosario Central sigue con vida en la Copa Argentina tras haber dejado en el camino a un rival bravísimo por nombre y por historia.

“Jugar bien es adaptarse a las circunstancias del juego”. Esta frase pertenece a Juan Antonio Pizzi y la dijo cuando fue técnico de Central ante la consulta de qué era lo que entendía él por jugar bien.

Y el equipo del Chacho jugó bien. Ya que entendió como debía jugar una serie eliminatoria ante Boca. Y, principalmente, se adaptó a la perfección a lo que requería el juego. Jugó cuando pudo, pegó en los momentos justos, se calzó el overol cuando el partido lo requirió y terminó festejando.

Walter Montoya, Sebastián Sosa, José Luis Fernández, la seguridad defensiva, la agresividad para atacar y para defender, la solidez defensiva, fueron los atributos principales y las figuras que tuvo el Canalla en el ‘Cordobazo’ en el Kempes.

Otras de las virtudes que mostró el equipo fue el carácter que tuvo para reponerse después de haber perdido un Clásico. A muchos equipos el hecho de caer en el último minuto ante el rival de toda la vida lo mata anímicamente para lo que viene. Pero a este grupo, el duro golpe, lo fortaleció. Central hizo lo que tenía que hacer y el festejo es merecido. Por adelante tiene la misión de mejorar en el torneo local y el gran desafío por la semifinal de la Copa ante Belgrano.

Central demostró hambre de gloria. Sin dudas acrecentado por los últimos papeles protagónicos que tuvo y que no pudo coronar. Ahora parece estar decidido nuevamente en ir por ese título que tiene reservada la presente edición de la Copa y que es para uno solo. Central está de vuelta, con una idea innegociable y con la firme convicción de que esta vez se puede…