Por Paulo Viglierchio 

Rosario Central se encuentra empantanado. Hace algunos partidos entró en una zona de estancamiento de la que le cuesta salir. El funcionamiento colectivo e individual vuelve a dejar dudas en un momento clave del torneo, que entró en su etapa final. Se empezó a quedar sin fuerzas para sostener lo que había elaborado hasta hace poco.

El encuentro con San Lorenzo en el Bajo Flores representaba un trámite complejo, ya que enfrente había un rival que de local sostenía un invicto importante, da pelea en el campeonato y concede pocos goles. En ese contexto, lo planteado por el entrenador canalla Miguel Ángel Russo no parecía descabellado (regreso al esquema 5-4-1, con más marca y menos poder ofensivo), más teniendo en cuanta las longitudes del campo de juego.

El problema radica en que este Central ya no tiene la misma consistencia defensiva que al inicio del certamen, motivada por un claro desbalance en la mitad de la cancha desde la pérdida por lesión de Walter Montoya, que dejó un hueco irremplazable. Para colmo, para la jornada en el Nuevo Gasómetro perdió a un pilar en la previa como es Carlos Quintana.

Con ese panorama, insistir con solamente buscar la igualdad, resignando cualquier posibilidad en ataque, fue algo que se podía pagar caro, más ante equipos de mayor jerarquía. Así pasó. El Ciclón lejos estuvo de ser lo que dice el apodo, pero tuvo voluntad para ir a buscar algo más que el punto, sabiendo que el triunfo lo volvía a acomodar como escolta en la tabla de posiciones.

La deuda cuando sale de casa continuó vigente. El Canalla produjo nada. Si bien en el primer tiempo lució algo mejor, ya que recuperó rápido la pelota, cuando la tuvo careció de claridad y lucidez para darle un buen destino a las insinuaciones. Solo un zurdazo de Malcorra desviado sacudió algo la modorra.

Central fue dueño de la posesión, pero no fue inteligente en las resoluciones. Si bien el doble cinco Ortíz-Mac Allister estuvo menos descuidado, Campaz, Malcorra y Veliz apenas pudieron conectar. El colombiano se apuró en cada intento para decidir, el 10 estuvo lento (hace varias actuaciones que se lo ve así) y el 9 muy solo, aislado, fajándose y perdiendo con la línea de tres azulgrana.

Lo de Juan Cruz Komar y Facundo Agüero fue pobrísimo. Los laterales pasaron a cuentagotas y tampoco decidieron con eficacia en sus trepadas. Claro está, a Martínez en defensa le costó como a casi todos en el puesto que deben contener al «Perrito» Barrios, un chiquito de 1,53 cm imparable, por su velocidad y gambeta endiablada.

San Lorenzo casi ni llegó en los 45 iniciales, más por falencias propias que virtudes auriazules. Pero en la primera que dispuso en el complemento, pegó fuerte. Damián Martínez casi la mete en contra tras un centro pasado, el balón dio en el palo, le pegó a Broun, que reaccionó tarde (algo muy usual) y el rebote la quedó servido a Braida, que solo tuvo que empujarla.

Rota la paridad, el partido le pidió al Canalla otra postura, seguir con la misma idea ya no tenía sentido. Ya con cuatro en el fondo más el ingreso de Giaccone, trató de vender cara la derrota. Allí quedaron expuestas las deficiencias de este equipo en la elaboración, porque el tridente de ataque está desconectado hace tiempo. Su rival entró en el juego que más le gusta, jugar con la diferencia y hacer correr el reloj, en base a jugadores que se fueron turnando para caer desmayados y consumieron minutos y ritmo (Batalla, Hernández, Elías, Bareiro más de una vez).

La única ocasión que el arquero cuervo tuvo que estirarse y ensuciar los guantes fue con un buen cabezazo de Véliz tras un centro desde el sector izquierdo. Entró Bianchi para sumar peso en el área y buscar la heroica, pero nada pudo hacer para torcer una desenlace que estuvo escrito desde que el local anotó el gol.

Una derrota que confirma que algo hay que cambiar. Es cierto, los recursos son escasos y Russo hace lo que puede en base de lo que dispone. Sin embargo, quedó claro que el problema no guarda relación con el dibujo táctico, sino más con una predisposición anímica, mental, para encarar los desafíos de visita. Con cinco abajo, con cuatro, no importa la cantidad, Central afuera pierde. ¿Se corre riesgo con apuntar a ser un poco más audaz? ¿Si toca caer, porqué no hacerlo de pie, estando a la altura? El aspecto actitudinal, algo a trabajar profundamente.

Dicho esto, está claro que también hubo un actor determinante en la noche, como fue el árbitro Echenique. El juez le perdonó la vida con absoluta complicidad del VAR a los dirigidos por Insúa. Una clara plancha sobre Malcorra, un codazo sobre el rostro de Mallo y un agarrón adentro del área sobre el mismo jugador, o una segunda amarilla a Perruzzi, ya amonestado, por planchazo sobre Ortíz desde atrás, solo algunos de los obsequios para con el Ciclón, ante airados reclamos de todo el banco canalla.